Mini, midi, maxi. Joan Verdú
Galería Mr. Pink
Avda. Guillem de Castro, 110. Valencia
Hasta finales de mayo
Antes de nada conviene aclarar lo de hidalgo. Joan Verdú (Alzira, 1959), aunque pueda llegar a confundir en su obra gigantes con molinos de viento, lo cual no andaría descaminado con su modo de proceder, no tiene nada de Quijote, ni por aspecto, ni por deshacedor de entuertos. Pero sí tiene, sin duda, mucho del ingenio que se le atribuye al ilustre caballero manchego. Pero está esa otra acepción de hidalgo, que a Joan Verdú, ahora sí, le viene que ni pintado: aquella que habla del color entre castaño y caoba. Esa indefinición, que ni es una cosa ni la otra, o ambas a la vez, permite dibujar un perfil más exacto de este ingenioso hidalgo de la Ribera.
Su ingenio, repleto de ironía, y esa manera que tiene de transitar entre dos mundos, para reunirlos en su trabajo mediante sucesivas transformaciones, es la marca estilística de Joan Verdú. No es de extrañar que entre sus proyectos de futuro se encuentre su particular visión de Las metamorfosis de Ovidio. Y es que la mitología, junto al arte y el erotismo, es una de sus constantes referencias. Como puede verse en la exposición Mini, midi, maxi que acoge estos días la galería Mr. Pink: un conjunto de 12 trípticos en los que Verdú establece una cadencia formal para sus juegos reunidos…
Joan Verdú toma una misma imagen para, descomponiéndola en tres tamaños distintos, trazar cierto recorrido narrativo. De hecho, en su origen la exposición iba a llevar por título Relatos cortos. Título que el propio Verdú explica: “Un amigo me dijo que muchas exposiciones son un conjunto de imágenes desplegadas como si fueran una novela, pero que en mi obra él veía una serie de relatos cortos”. Como la serie que desarrolla en la galería Mr. Pink, donde esos relatos giran en torno a la mitología (Leda y el cisne), el arte (Candy Warhol o Playbeuys) o de su carpeta de imágenes (Mano-cerebro).
Los juegos de palabras y esa transformación de la imagen tomando ciertos referentes conocidos son la base de su creación. Por ejemplo, la palabra cisne. “En valenciano, cigne y signe se pronuncian igual, de manera que el cisne se convertía en un interrogante”. Cuestión que abarca el conjunto expositivo, donde los juegos de palabras son constantes, al igual que constantes son las alusiones irónicas. Esa manipulación de imágenes para lograr las metamorfosis que incitan a la interpretación de sueños freudiana, también está explícitamente enunciada en su obra. Hay piezas que aluden a la manipulación de cerebros, cuyo repertorio Mini, midi, maxi parece ciertamente orquestada.
Relatos, entonces, cortos. Relatos que transmiten una sensación nada kafkiana, por cuanto Verdú alude a Las metamorfosis de Ovidio en lugar de a La metamorfosis del escritor checo. Ningún trasunto metafísico atraviesa el conjunto expositivo y sí, en cambio, una alusión directa al juego, la ironía, la fiesta de imágenes y palabras que pueden remitir al sueño, pero nunca a la pesadilla. Ni siquiera cuando alude a esa manipulación cerebral, aparentemente dolorosa por la sensación de vacío y alienación a la que apunta, ni siquiera entonces la obra de Verdú adquiere tintes dramáticos, sino jocosos, surrealistas, festivos. Diríase que Joan Verdú, una vez lanzados sus tentáculos sobre el mundo exterior, haya preferido recogerlos en su trabajo amortiguando lo real de ese mundo mediante la ironía. Más que molinos de viento, lo que este ingenioso hidalgo de La Ribera busca son motivos para seguir riéndose de su propia sombra, ya sea ésta Mini, midi, maxi.
Salva Torres
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