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‘El jardín de las palabras’ (‘Kotonoha no Niwa’), de Makoto Shinkai
46′, Anime | Japón, 2013
Filmin
«Un trueno lejano,
el cielo nublado,
en caso de que llueva,
¿te quedarás a mi lado?»
Con este tanka –un tipo de poesía tradicional japonesa– en forma de pregunta, la profesora Yukino empieza a poner palabras dentro del jardín después de que un lejano sonido nos indique que se aproxima una tormenta. Y sí, es una tormenta… Una tormenta de emociones la que se nos viene encima. Y esto apenas es solo el principio.
No dice las palabras al aire. Las deja en él, en ese aire cargado y denso que trae la estación de lluvias en los meses de verano. Pero las palabras se descomponen en letras, las letras se rompen y se convierten en sonidos para volver a convertirse en letras que, al ir avanzando, se estiran y se contraen, cambiándose de lugar en su viaje, hasta que vuelven a la posición inicial y llegan a los oídos de Takao, un estudiante de 15 años que sueña con ser zapatero. Estas palabras sacan al joven de sus bocetos pintados a lápiz y ve como aquella mujer desconocida, apenas esboza una tímida sonrisa, abre el paraguas y se va andando bajo la lluvia.
‘El Jardín de las palabras’, del director japonés Makoto Shinkai, nos lleva a un lugar donde todos los que entran guardan secretos y les es casi imposible poder contarlos en voz alta. Nos metemos en ese jardín de la mano de Takao, y comprendemos desde el primer instante que la lluvia nos acompañará siempre a lo largo de este metraje de anime japonés (de tan solo 46 minutos de duración).
Aunque de tan corta duración, la cinta nos muestra y ahonda en aquello que merece la pena ser contado. Cómo la historia de dos almas que están perdidas y no saben andar, se ayudan y se sirven de apoyo mutuamente para poder levantarse y continuar sus caminos. Pero entre el sueño del joven Takao de ser zapatero y el absoluto secretismo que esconde la actitud de la profesora Yukino encerrada en sus cervezas y sus tabletas de chocolate, existe un abismo insalvable que tan solo con el transcurrir de los días y la caída de las lluvias sobre el jardín se acercarán más y más el uno al otro.
Y no solo en el sentido figurado. La quietud de los árboles, el tránsito de los trenes, las puertas cerrándose (o abriéndose), el sonido de las libélulas acechando el lago, cómo el viento mece las hojas y las gotas de lluvia rellenan esos huecos en el suelo formando los charcos.
Las miradas eternas de los personajes, donde el espectador rellena los diálogos que no hace falta rellenar, pues es tan solo el sentimiento el único material indispensable para descifrar lo que se quieren decir sin usar las palabras. La belleza de lo cotidiano, Shinkai lo convierte en algo extraordinario y es por eso que esta película nos hace sentir lo que muy pocas otras producciones apenas llegan a rozar la superficie.
Tan solo con dos personajes, podemos ver cómo la conexión de sus dos almas se fusiona bajo la lluvia. La historia fluye como si esas dos personas pertenecieran a un universo que podemos observar a través de la ventana de nuestro salón, y puede que en algún momento nos sintamos unos espías dentro de sus vidas. Así nos muestra el director esta historia de un amor que es más que amor y, ¡maldita sea!, las palabras nunca podrán rellenar los huecos que los sentimientos dejan en lo más profundo del corazón.
La belleza de sus paisajes, la animación de las gotas de lluvia, el sonido ambiente que rodea a los protagonistas, son solo algunos ejemplos de cómo Makoto Shinkai hace que te sumerjas dentro de la historia sin apenas darte cuenta. Cuando quieres ser consciente, ya es demasiado tarde y estás tan enamorado de los personajes, que hasta eres incapaz de dar al botón de pausa para levantarte del sofá.
Tienes, no, necesitas ver la película completa. Sin parones de ningún tipo, tan solo el joven estudiante, la profesora de literatura, el jardín y las gotas de lluvia. No requieres de nada más. Debes saber cuál será el desenlace en esas escaleras mojadas y cómo el aguacero que rodea a Takao y Yukino no son más que las lágrimas que todos escondemos en nuestro interior y estamos a punto de derramar al exterior sin que nos lo propongamos siquiera.
Y como toda pregunta ha de tener una respuesta, el tanka del comienzo es contestado por el joven Takao a la profesora, desnudando su alma, sin esconder absolutamente nada a Yukino:
«Un trueno lejano,
el cielo nublado,
aunque no llueva,
me quedaré a tú lado»
No eran necesarias más que catorce simples palabras para que un cosquilleo te haga recordar la pregunta del principio y vuelvas a rememorar toda la película mentalmente en pocos segundos, para que todo tu cuerpo reaccione emocionándose ante las imágenes y palabras que acaban de llenar ese jardín que siempre llevaremos en un rinconcito de nuestro interior.
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