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‘El menú’, de Mark Mylod
Con Anna Taylor-Joy, Nicholas Hoult, Ralph Fiennes, Hong Chau, John Leguizamo, Janet McTeer, Judith Light, Paul Adelstein, Arturo Castro
107′, Estados Unidos | Alienworx Productions, Hyperobject Industries, 2022
Un acto tan cotidiano y rutinario como es el de sentarse a una mesa para comer es lo que nos hace seres (más o menos) civilizados; la pauta que con el transcurso de los años hemos adquirido, aprendiendo a comportarnos en consecuencia. Ahora comemos para degustar los sabores, oler las fragancias y disfrutar de las exquisitas presentaciones de los platos que tenemos delante. Ya no comemos para saciar el hambre, sino que degustamos y experimentamos los sabores que explotan en nuestro paladar.
En la película ‘El Menú’ (2022), el director Mark Mylod nos muestra cómo ese acto de sentarse a una mesa para comer es más que eso. Al comienzo de la cinta, vemos cómo un grupo seleccionado de diferentes personas son llevadas a una isla para disfrutar de la experiencia de poder degustar el menú de un chef (Ralph Fiennes) de alto prestigio mundial.
La comida está presente en todo momento a lo largo del filme. Desde el comienzo, el primer diálogo que escuchamos es acerca de los sabores que van a disfrutar durante la cena. Al subir al barco, ofrecen a todos los comensales un aperitivo para el trayecto. Cuando la comitiva llega a la isla, los alimentos se encuentran presentes, desde las vieiras que están pescando –y que, más tarde, serán su segundo plato– hasta las verduras plantadas o las gallinas, de donde sacan los huevos.
Las diferencias entre los comensales son más que evidentes desde que abordan el barco: el fan más acérrimo de los cocineros y sus técnicas de ejecución; los ejecutivos de tres al cuarto de una gran compañía que se creen los dueños de todo; la pareja de mediana edad a la que le sobra el dinero y no sabe en qué gastarlo; un actor de moda hace dos décadas y su agente; y una famosa crítica de cocina y el editor de la revista.
Por el otro lado, tenemos a los cocineros, entre ollas y sartenes, y al chef. Este chef manda a sus cocineros como un general ordena a sus tropas atacar una colina. El chef manda y su tropa de cocineros obedece sin ninguna vacilación en sus actos –de esto último nos iremos dando cuenta a medida que el metraje avanza–.
El guion se presenta como una buena carta en un restaurante. A cada nuevo plato en la mesa –previa presentación del chef–, la trama va entrando más y más en lo que acabará siendo el desenlace muy a medida de los restaurantes galardonados. El espectador llega a sumergirse en esta trama como un dado de manzana crujiente lo hace en una sopa cremosa de puerro y patata, pero no sin aderezarla antes con la sal al gusto del comensal.
El toque de ir profundizando, progresivamente, a medida que los platos van saliendo, nos muestra cómo las relaciones entre las personas que están sentadas en las mesas van deformándose como lo hace el humo del nitrógeno líquido al salir de su cubeta para enfriar alimentos.
Esas vidas, que parecían perfectas, se van distorsionando desde la misma combusitón de los fogones, como si un fuego lento estuviera cocinando a las personas (y al espectador) para llegar al clímax.
Los géneros que se conjugan en ‘El menú’ son tan dispares que incluso casan a la perfección. Nos vamos del terror psicológico al thriller, pasando por la comedia más negra que podamos imaginar. En un instante de la película sale la risa de nuestro cuerpo y, al momento siguiente, esa risa se congela al ver algo tan perturbador que no sabemos cómo reaccionar.
Y, por si todo lo anterior no es suficientemente interesante para el espectador, un aliño más se une a esta mezcla que llamamos película: el duelo interpretativo entre el conocido actor británico Ralph Fiennes y la actriz (ya no tan emergente) Anna Taylor-Joy. Las escenas en las que ambos interactúan están llenas de tensión y drama.
Y es que el arte no solo está en los museos y en las galerías, sino que ahora surge también de los pequeños placeres que se esconden detrás de un guisante, mientras desdoblamos una servilleta y nos escancian un buen vino para deleite de nuestro paladar. Y no acaba ahí, sino que al terminar pedimos que nos envuelvan las sobras en papel de aluminio con forma de cisne, para que sigamos degustando cada bocado como si fuera el primero.
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