Otras fronteras
Museo Valenciano de la Ilustración y Modernidad (MuVIM)
C / Quevedo, 2. Valencia
Hasta el 29 de septiembre
El delirio de la razón produce monstruos y el siglo XX tiene un amplio muestrario de ellos en forma de dictadores, ya sean nacionalsocialistas, fascistas o comunistas, incluso de rancio y más cercano abolengo racial. Pero puestos a denostar los efectos indeseados de la racionalidad ilustrada, nos podemos topar con su otra cara romántica, irracionalista, pasional y, en el linde, igualmente destructiva. Por eso conviene articular luces y sombras, mediante relatos simbólicos que canalicen los desvaríos de uno y otro lado.
El director del Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MuVIM), Joan Gregori, habló de “la noche de los tiempos” para referirse a la natural tendencia de los seres humanos por los rituales, en tanto formas de “protección contra el mal”. Y Antonio Lis, director de Gestión Cultural de la Diputación de Valencia, señaló que en los momentos de crisis como el que ahora estamos padeciendo, “suele producirse una vuelta a esos mundos antitéticos”. Hastiados de un pensamiento racional que, en lugar de arrojar luz, parece devorado por las sombras de tanta sospecha, buscamos en el denominado pensamiento salvaje, primitivo, la esencia perdida de las cosas.
Para adentrarse en ese pensamiento de otros mundos, que parece columpiarse entre lo pintoresco o exótico y lo atractivo, el MuVIM acoge cuatro exposiciones entrelazadas por el denominador común de Otras fronteras. Cuatro exposiciones repletas de objetos, figuras y ropajes directamente conectados con esos universos espirituales a los que, paradójicamente, volvemos nuestra mirada igualmente hipnotizada por el consumo material que prima en Occidente. Entre los mundos: el chamanismo en los pueblos de Siberia, Fotografiando el Far East, Las brujas y su mundo, y Amuletos son los títulos de unas muestras que permanecerán en el MuVIM hasta el 29 de septiembre.
La amplia colección del Museo Ruso de Etnografía, cuyos objetos salen por primera vez de sus vitrinas de San Petersburgo, permite la contemplación de tambores, baquetas, pecheras, gorros y vestimentas de chamán. Objetos todos ellos que vienen a cumplir una función ritual y simbólica para unos pueblos y sus habitantes que creen en su poder mediador a la hora de ahuyentar los malos espíritus. En ese sentido, se alejan de la estricta finalidad consumista de los objetos de nuestro más inmediato entorno, para transmitir una fuerza ligada a su carácter sagrado. La práctica de los chamanes en la zona de Siberia subraya, a juicio de Joan Gregori, la existencia esas “otras fronteras más allá de las que podemos ver físicamente”, y que entroncan con “la imaginación de los hombres”.
El Far East, siguiendo la estela dejada por el más conocido Far West, también señala esa otra dirección que tomó el elemento eslavo con relación a Occidente en la conformación del Nuevo Mundo. Otra dirección y otra frontera, establecida por la migración de esos pueblos siberianos con sus rituales y prácticas religiosas diferentes. De nuevo la industrialización y modernidad racionalizadora, en contraste con el residual pensamiento salvaje.
Las brujas y su mundo, comisariada por Salvador Calabuig, es igualmente un acercamiento a esas prácticas asociadas a mundos ocultos, perseguidas por el saber oficial. Estampas de la serie Los caprichos de Goya, la obra de Francisco Mateos y Bernardo Ferrándiz, junto a las de Josep Estruch, Daniel Sabater y José Segrelles, permiten rastrear la huella de conductas asociadas con el diablo, la cara maligna indisociable de nuestra más amable condición humana. La exposición incluye brujas románticas, pero también brujas televisivas, como Averías, o cinematográficas, la de Blair, hasta llegar a la Bruixa d’Or que tantos premios ha repartido en la localidad de Sort.
Para la muestra de Amuletos se ha contado con la colección de María Victoria Liceras, compuesta por 400 objetos que siguen evocando ese pensamiento primitivo alejado de la estricta racionalidad. De nuevo la protección contra el mal y, de nuevo, la necesidad humana de encontrar vías simbólicas al sinsentido de la vida. Quizás la crisis, expresión de ese caos de lo real que constantemente nos amenaza, sea momento propicio para el resurgimiento de prácticas que atemperen la angustia existencial. Otras fronteras que, desde luego, dan que pensar. Como da que pensar el lugar elegido para cuatro exposiciones de marcado carácter etnográfico. El Museo de la Beneficencia parece ampliar su radio de acción hasta el MuVIM. Pero esa es otra historia y otra frontera.
Salva Torres
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