Nuria Cidoncha

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‘El pequeño ladrón’
Dirección: Nuria Cidoncha
Guion: Nuria Cidoncha y Ana Ramón Rubio
Producida por: Nuria Cidoncha (When Lights Are Low) y Óscar del Caz (Digital Cinema Media)

El proyecto documental titulado ‘El pequeño ladrón’, dirigido por Nuria Cidoncha, ha iniciado su andadura de rodaje esta semana en la Sala Berlanga de La Filmoteca de Valencia y tiene previsto estrenarse en el segundo semestre de 2024.

“Es un proyecto –explica Cidoncha– que se emprende hace cuatro años, cuando la guionista Ana Ramón Rubio se pone en contacto conmigo y me ofrece un guion sobre una película rodada en Valencia en 1960. A partir de ahí, surge el interés como productora y, de manera conjunta, empezamos a elaborar la película que queríamos ofrecer al publico”.

La película a la que se refiere Nuria Cidoncha es ‘El niño que robó un millón’, dirigida por el director inglés Charles Crichton en 1960 en Valencia. O, mejor, debemos precisar que no solo se rodó en Valencia, sino que la historia del filme convierte a la ciudad del Turia en la esencia de la trama, en la protagonista.

Nuria Cidoncha, a este respecto, comenta: “La película ‘El niño que robo un millón’ es un testimonio vivo de nuestro patrimonio visual y sonoro, ya que hace un recorrido sociológico, costumbrista y urbanístico por la ciudad de Valencia de aquellos años, antes del desarrollismo”.

‘El pequeño ladrón’ propone –como Cidoncha detalla– un viaje por el filme ‘El niño que robó un millón’ y cómo el director Charles Crichton retrató a esa Valencia de los inicios de los años 60 del siglo XX, además de indagar en el equipo técnico y en el reparto que participó, así como en los avatares del rodaje y distribución del filme; y, sobre todo, un modo de discurrir por el presente y el pasado de esas calles, de esos edificios valencianos, escenarios de la película, de la mano del actor protagonista, Maurice Reyna.

Nuria Cidoncha con Maurice Reyna, en el centro, y miembros del equipo de rodaje de ‘El pequeño ladrón’, en la Filmoteca de Valencia. Imagen cortesía del IVC, When Lights Are Low y Digital Cine Media.

Un Maurice Reyna que estos días está recorriendo la ciudad valenciana con una admiración y entusiasmo perplejo, al percibir todos los cambios acontecidos en ella: “Estoy fascinado de volver a Valencia, después de tanto tiempo y con sesenta años más”.

Conviene señalar que Reyna tenía 12 años cuando interpretó al niño, Paco, que roba el millón en el filme de Crichton. “Estoy reviviendo una especie de sueño mágico, más bien, un despertar mágico de esta nueva etapa; estoy viviendo esta experiencia que tuve en Valencia hace tantos años y ahora la estoy reviviendo de vuelta”, declara Reyna emocionado.

Ahora bien, hasta que podamos ver en las salas de cine el documental ‘El pequeño ladrón’, esta reseña va a rememorar la insólita película ‘El niño que robó un millón’ de Michel Crichton. Ese carácter inusual en la producción y distribución que rodea la película de Crichton, es lo que el documental ‘El pequeño ladrón’ intenta esclarecer, tal y como expresa la directora.

Por ello, “propone un juego al espectador, un thriller que, poco a poco, irá desvelando los misterios que giran alrededor de esta cinta, mientras realiza un viaje a través de la Valencia de ayer”, añade Nuria Cidoncha.

Fotograma de ‘El niño que robó un millón’ (1960), de Charles Crichton, rodada en Valencia.

Insólita, no solamente –como se puede pensar– porque fue dirigida por uno de los grandes directores de comedia de los estudios ingleses Ealing (al igual que todo el equipo de rodaje, montaje, producción y, esencialmente, interpretada por actores ingleses), sino, además, por la hiperbólica persecución que se produce en la historia. Seguramente, una de las persecuciones más largas del cine, tanto por el tiempo de metraje –ocupa ochenta y cuatro minutos de la hora y veinte que dura la película– como por el recorrido espacial de la misma: prácticamente, atraviesa toda la ciudad del Turia de norte a sur y de oeste a este.

Un recorrido justificado por la peripecia argumentativa del personaje principal –el niño, Paco (Maurice Reyna)–, que roba un millón de pesetas en el Banco Nacional donde trabaja como botones, para que su padre, Miguel (Virgilio Teixeira), pueda pagar la reparación del taxi con el que sobreviven. 

Como consecuencia del robo, Paco empieza a ser perseguido por diferentes grupos y personas:  por una parte, obviamente, por la Policía, ya que el banco denuncia el hurto; por otra, por un grupo de ladrones y un pícaro ciego (Francisco Bernat) que se han enterado del robo y quién lo ha cometido; y, por último, por el padre y unos amigos de la familia, María (Marianne Benet) y Luis (el mécanico Harold Kasket), que quieren encontrar a Paco para que devuelva el dinero.

Fotograma de ‘El niño que robó un millón’ (1960), de Charles Crichton, con el niño (Maurice Reyna) huyendo por la Plaza Redonda de Valencia.

Una persecución disparatada y, en ciertos momentos, desternillante (a modo de comedia slapstick), que convierte a todos los lugares icónicos a nivel urbanístico y arquitectónico de la ciudad de Valencia en escenarios de la misma. Así, citar, entre otros: plazas como la Redonda, la del Tossal, la de San Jaime la de la Reina; la calle de la Paz, del Mar; las Torres de Serrano y de Quart; la Lonja; el puerto, su faro; el barrio del Cabanyal y Marxalenes; el río Turia; la tortada de Goerlich y el soterrado Mercado de las Flores; las casas cuevas de Benimàmet; Jardines de Viveros; las iglesias de San Juan, San Vicente.

Emblemáticos espacios, donde, en algunos de ellos, transcurren festejos populares: un desfile de falleras con su banda musical, los fuegos artificiales o la cremà, ya que la historia transcurre temporalmente durante las Fallas.

La persecución por estos lugares emblemáticos hace que la película se vea como un acordeón de postales de la ciudad del Turia, adquiriendo el filme, por ello, un valor más histórico, social, arquitectónico y urbanístico que cinematográfico. Ahora bien, esto no menosprecia algunos aspectos narrativos y visuales del filme de Charles Crichton.

La mirada de este director –entre otros significativos títulos, cabe nombrar la galardonada comedia ‘Un pez llamado Wanda’ (1988)– amalgama con un estilo natural aspectos de varios géneros y corrientes cinematográficas.

De este modo, en ‘El niño que robó un millón’ se fusionan, por una parte, rasgos de la comedia de slapstick (en las múltiples caídas producidas durante la persecución), con una crítica irónica y naif a la lógica del sistema bancario –una sutil ironía hacia el sistema político o económico muy propia de las comedias producidas por los  estudios Ealing y, en concreto, las de Crichton–; por otra, se muestran ciertos comportamientos de los personajes con rasgos disparatados, ridículos y picarescos, a modo del género teatral del astracán, que se funden con situaciones descritas con un tono costumbrista y castizo.

Y, por último, el filme evidencia las duras condiciones de vida y las dificultades para sobrevivir de la clase obrera, al modo del neorrealismo italiano, en concreto de la película ‘El ladrón de bicicletas’ de Vittorio De Sica (1948).

Pero ‘El niño que robó un millón’ no se reduce a una representación ácida y pesimista de la realidad, sino que el final de la historia transmite vitalidad y optimismo hacia el futuro, una cualidad narrativa propia de la comedia de los estudios Ealing.

Nuria Cidoncha
Nuria Cidoncha y Maurice Reyna, con el cartel de la película ‘El niño que robó un millón’ (1960), de Charles Crichton, en la Filmoteca de Valencia. Imagen cortesía del IVC, When Lights Are Low y Digital Cine Media.