La diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano terrestre, de Antoni Abad
Galería pazYcomedias
Plaza del Patriarca, 5. Valencia
Hasta el 23 de abril de 2016
El proceso, la novela de Kafka, empieza así: “Alguien debía haber hablado mal de Josef K., puesto que, sin que hubiera hecho nada malo, una mañana lo arrestaron”. Sin tener que llegar tan lejos, la obra de Antoni Abad (Lleida, 1956) también incide en aquello que, alejado de la normalidad, puede provocar extrañeza. Por ejemplo, el título mismo de la exposición que, tras 10 años sin mostrar su trabajo en ninguna galería, exhibe en pazYcomedias de Valencia: La diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano terrestre.
Se refiere, simple y llanamente, a la definición de un metro. De manera que Antoni Abad pone el acento en tamaña abstracción, para preguntarse acerca de lo que tal definición encierra. Lo mismo hace en la pieza titulada ‘La música’, donde despliega mediante lenguaje de signos la frase, atribuida a Nietzsche, “los que bailaban eran vistos como locos por aquellos que no escuchaban la música”. De nuevo, el proceso, el desarrollo de una idea, generando la extrañeza con la que Abad trabaja y formula múltiples interrogaciones.
“El sistema métrico decimal es una abstracción. Y el palmo, que en el sistema imperial británico habría servido para medir el caballo, me resultaba más cercano por ser patrón del propio cuerpo”, señala el artista. De forma que se puso a medir, palmo a palmo, un día de su vida cotidiana con el fin de humanizarla. “Antes se vendían los terrenos por palmos”, recuerda. Algunos de esos palmos, realizados con fundición de aluminio, se muestran en pazYcomedias, recuperando así un trabajo anterior puesto en diálogo con otros más recientes.
“La estaticidad no está en mi obra”
Es la manera que tiene Antoni Abad de trabajar. “La estaticidad no es algo que esté en mi obra”. Y continúa explicando que su motivación tiene que ver con “el proceso, el desarrollo secuencial, el movimiento”. De ahí que ponga toda su atención en ese metro abstracto para, a partir de la secuencia desplegada en su larga definición, extraer jugo de tamaña lógica y, por tanto, su más sentimental aproximación subjetiva. Con ‘La música’, pieza de este mismo año, hace lo mismo: expone la serie de fotografías en las que Roberta Martignetti interpreta en lenguaje italiano de signos la evocadora frase nietzscheana, para mostrarnos sus contradicciones.
De hecho, al igual que “los que bailaban eran vistos como locos por aquellos que no escuchaban la música”, también el espectador observa esas imágenes repetitivas de Martignetti en diversos gestos, con la extrañeza de quien no entiende nada. Antoni Abad, he ahí otra de sus características, se pone a la escucha de lo diferente en su obra, manifestando el proceso de cuanto encierra aquello que se aleja de los parámetros de cierta normalidad, ya sea la normalidad del sistema métrico o la normalidad de quien no tiene problemas para hablar, escuchar o ver.
“Me interesa la secuencia y el proceso”
“Martignetti es una psicóloga que trabaja con personas que sufren algún tipo de discapacidad intelectual y que aprendió el lenguaje de signos para comunicarse con ellas”, subraya Abad, interesado por “la secuencia y el proceso” que recoge en esta pieza. De ahí su interés por Muybridge, fotógrafo e investigador británico famoso por su experimento de ‘El caballo en movimiento’. Y al hablar del proceso reconoce que le encantan igualmente “esas otras asociaciones con Kafka”. Asociaciones relacionadas, de nuevo, con la extrañeza que provocan las distorsiones del lenguaje, su reinterpretación fuera de ciertos lugares comunes.
En otra secuencia antigua, Antoni Abad muestra ese trabajo en desarrollo a través de una piezas de escultura realizadas con poliespuma, durante el año y medio que vivió en Londres. “Se producen como si fueran pan de molde de 50/60 metros cortadas en rebanadas, talladas en bloques con cutter y de forma muy artesanal, a partir de las cuales muestro el ejercicio de evolución de esta forma flexible y maleable”. Y añade: “Es una secuencia fotográfica en la que se veía la evolución del proceso, en una mezcla de escultura, performance y fotografía”. De nuevo aparece la constante de su obra: “Trabajo el proceso; escultura, palmo, definición del movimiento”, en este caso mediante “el video expandido que reproduce acciones”.
“Con ‘merda’ lanzo un grito contra el mercado”
También se ve el carácter procesual, aunque en este caso más escueto y directo, en el video donde se escribe repetidamente la palabra ‘merda’. “Lo hice para ARCO en 2002 y, en ese contexto, quise hacer una crítica al mercado y la falta de expectativas en general”. De ahí que finalmente sea “un grito”, quizás la única concesión abiertamente pulsional que aparece en la exposición comisariada por José Luis Pérez Pont.
Además de ‘La música’, la otra pieza actual que presenta en pazYcomedias es la titulada ‘Homero’. Es una escultura en poliuretano realizada mediante escáner 3D en la que, tomando como modelo a Laureano Núñez, asistente de la galería, muestra la postura de una persona ciega al usar el móvil. Sin duda que Homero bien pudiera referirse a la “odisea” de estas personas discapacitadas en la era de Internet. Pero, etimológicamente, Hómeros también incluye el juego de palabras derivado de la expresión ‘ho me horón’, que significa ‘el que no ve’.
Antoni Abad, una vez más, se pone en el lugar de quien tiene dificultades para moverse por el mundo a escala singular. Y de igual forma que echaba mano del palmo para describir un día de su vida, allí donde esta le resultaba excesivamente abstracta, también aquí construye el peculiar modo en que una persona ciega se relaciona con las nuevas tecnologías, ajustando la mirada de quien ve a la de quien carece del sentido de la vista.
Su manera de proceder es minimalista, puntillosa, deconstructora
Diríase que el trabajo de Abad busca la aproximación máxima al objeto de estudio. Tanto es así, que incluso el título mismo de la exposición, La diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano terrestre, con manifestar su crítica hacia la abstracción del metro, vendría a revelar su propia forma de proceder: minimalista, puntillosa, deconstructora, abiertamente ubicada en el límite entre lo maniáticamente objetivo y lo extrañamente subjetivo.
Como recuerda Antoni Abad, “han pasado 23 años desde que fui a una residencia en Canadá como escultor, llegando con herramientas de relojero, y toqué por primera vez un ordenador, a esta escultura en poliuretano”. Dos largas décadas dedicado a la investigación artística más intangible, que ahora contrasta en pazYcomedias con esa vuelta a lo palpable. Siempre tratando “de encontrar patrones de medida para una realidad que nos sobrepasa”. Patrones de una lógica que, paradójicamente, conecta con lo ilógico de ciertas conductas marginales. En esos márgenes entre lo obvio y lo obtuso se mueve Antoni Abad, por muy metódico y extraño que nos parezca su kafkiano trabajo. O precisamente por eso.
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Salva Torres
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