OPS, El Roto, Andrés Rábago: Un viaje de mil demonios (y un par de ángeles)
Centre Cultural La Nau de la Universitat de València
C / Universitat, 2. Valencia
Hasta el 12 de enero
No habrá paz para los malvados. La película de Enrique Urbizu, su título, bien pudiera servir de carta de presentación de la obra de Andrés Rábago, primero OPS, luego El Roto. Sus ilustraciones o viñetas ácidas parecen ajustar cuentas con todo aquello que convierte el mundo en un lugar ruidoso, sucio, puro sumidero o agujero negro por donde se evacúa la mala bilis destilada por individuos aquejados de la fiebre del oro. Su manera de dibujar, de proclamar a los cuatro vientos las contradicciones humanas mediante frases lapidarias, al igual que su pintura extraña y misteriosa, parecen llevar dentro la marca del Zorro, de Robin Hood o el más próximo Tío de la Vara.
Y la tentación es inmediata: convertir a El Roto en el paladín de las causas justas. Parece un indignado al que los indignados toman por bandera; un espía que surgió del frío páramo franquista con el fin de sembrar la incertidumbre en las cerradas filas del poder. Y así sucesivamente hasta llegar al calificativo de “intelectual comprometido” que le colgó a El Roto como una medalla Antonio Muñoz Molina. En un país tan dado a la búsqueda de Cid Campeadores que nos liberen de nuestra responsabilidad individual para izar pensamientos traducidos en justa acción, allí donde bulle el más apasionado desconcierto, sujetos creativos como OPS, El Roto o Andrés Rábago están llamados a ocupar, los tres juntos y por separado, el espacio creativo que debería de ser patrimonio de muchos.
Por eso El Roto para en seco los caballos de quienes quieren cabalgar a lomos de sus lúcidas viñetas, entre impulsadas por miles de demonios y un par de ángeles, y advierte: “Soy un dibujante contenido; no trato de hacer exhibición de valentía, sino que lo que hago sea útil, no hiriente”. O sea, que quienes quieran ver sólo agujeros negros en sus ilustraciones (que los hay y muchos), por los que adentrarse en un goce extremo, hallarán contrariados la paciente reflexión de El Roto: “Pretendo añadir comprensión, claridad y luz en el mundo en que nos movemos”. Y remacha, por si acaso: “No pretendo ser el que castiga a los malvados”.
Y ahí le tienen, tan campante, llenando con sus dibujos, ilustraciones y pinturas, tres salas de La Nau de la Universitat de València, en la exposición más amplia dedicada a su obra. Felipe Hernández, comisario de la muestra, la resumió así: primero, “un viaje desde lo profundo de la mente”, que OPS tradujo en un “combate contra los rituales del franquismo”; después, “un trabajo conectado con la realidad en que vivimos”, que El Roto realizó a base de un “excelente dibujo y unas palabras precisas”, y, para rematar, “subimos una planta para meternos en un plano de conciencia superior donde se halla su pintura trascendental, el ámbito del misterio y de lo sacro”.
Alrededor de 200 obras, más una serie de publicaciones de apoyo en vitrinas, conforman esos “tres estratos temporales, desde el punto de vista histórico y mental”, subrayó El Roto, que definen el conjunto expositivo. Histórico y mental porque Andrés Rábago tiene muy claro que cuando critica algo, por muy externo y social que parezca, “también se refiere a mí mismo”. Porque los descosidos de El Roto no sólo revelan los agujeros negros de una sociedad enferma, sino los propios síntomas de la conciencia herida por dentro. Agujeros negros, mas agujeros acompañados de la lucidez que provoca la mirada atenta y profunda de los asuntos humanos.
OPS, El Roto, Rábago: Un viaje de mil demonios (y un par de ángeles), tal es el título de la exposición, ha sido producida por la Universitat de València y el Patronato Martínez Guerricabeitia, junto al Ayuntamiento de Llobregat y el Centre d’Art Tecla Sala, y permanecerá en La Nau hasta el 12 de enero. Más de tres meses para poder contemplar esa “rabiosa actualidad”, tan del gusto de unos medios de comunicación a los que El Roto critica, a través de una obra que cabalga tirada a partes iguales por demonios y ángeles: abducida por los agujeros negros de su ácida mirada, y por la esperanzada salida a la que nos convoca igualmente su lúcida reflexión.
Salva Torres
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