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‘El sur’, de Víctor Erice
Con Homero Antonutti, Sonsoles Aranguren, Icíar Bollaín, Lola Cardona, Rafaela Aparicio, Germaine Montero y Aurore Clément, entre otros
93’, España | Elías Querejeta P.C. Chloe Productions. 1983
A los 40 años de su estreno

El hechizo, el misterio y la delicada poesía de ‘El sur’ permanecen inoxidables e imperecederos 40 años después. Un ejercicio que ha visto cómo su maldición ha contribuido a aumentar su propia leyenda. Atemporal y magnética, la segunda película de Víctor Erice explora con delicadeza y horror las relaciones familiares, la soledad y los errores del pasado que nos acuchillan lentamente desde las sombras. Bajo la complicada y metamórfica mirada de una niña que comienza a ser adulta, Erice construyó un filme traicionero en el que una atmósfera aterciopelada esconde tras de sí verdades punzantes y secretos urentes.

Tan sólo tres largometrajes valieron en la trayectoria de Víctor Erice para situarlo en los anales de la historia del cine español e internacional. ‘El espíritu de la colmena’ (1973), ‘El sur’ (1983) y ‘El sol del membrillo’ (1992) conforman unos títulos personales en los que la realidad y la ficción confluyen de forma sutil a la par que poderosa. Un autor que se deja ver en cada uno de sus planos y encuadres.

Presente de forma constante, pero respetuoso con sus historias –alejado de la soberbia y la prepotencia–, la mano de Erice guía a sus espectadores –con inteligencia y cariño a partes iguales– hacia recovecos tan humanos como oníricos, tan hiperrealistas como lynchianos.

El sur

El director vizcaíno jamás ha contemplado ‘El sur’ como una película total ni como la primera parte que necesita una segunda. La suya es una obra cercenada, cortada sin pudor ni remordimiento por parte de Elías Querejeta, productor del filme. De los 81 días de rodaje previstos, tan solo 48 vieron la luz debido a problemas con la financiación. Solo la brillante mano de Erice logró extraer de un accidente lastimoso un título magno capaz de sobrevivir a la carnicería de los intereses personales. Una victoria del arte donde sale malherido pero siempre victorioso.

‘El sur’ –para aquellas personas que aún no se hayan adentrado en su argumento– trata sobre la visión que una niña llamada Estrella (Sonsoles Aranguren) tiene sobre su enigmático padre (Homero Antonutti). En el transcurso de su infancia en una pequeña casa del norte, Estrella irá descubriendo resquicios ocultos de su figura paterna, mientras su inocencia y su infancia se diluyen. Los claroscuros del amor y la madurez están servidos en una película que requiere de más de un visionado para apreciar, como se debe, este poema audiovisual tan hipnótico y bello como brutal y descorazonador.

En el cine de Víctor Erice importa tanto la forma como el fondo. Mediante una puesta de escena tan protagonista como Estrella o su padre Agustín, el director crea un lenguaje narrativo íntimo y absorbente capaz de sostener la película con la simple figura de un péndulo, una almohada o un camino repleto de árboles deshojados. Si ‘El sur’ fuera una película muda, los sentimientos y reflexiones que produce se mantendrían intactos. Una noble tarea de contar historias a través de imágenes que pocas veces se ha podido apreciar de la misma manera en el cine español.

Si a esta encomiable acción se le añade una historia potente y desgarradora como la acaecida dentro –y fuera– de la familia de Estrella, el resultado final no es otro que una obra maestra.

La mirada que Estrella deposita en su padre se comprime y muda en el devenir de los años y de los hechos. Aquel hombre que una vez le pareció un héroe con poderes mágicos, capaz de lidiar con todo, casi omnisciente y por encima de lo terrenal, acaba desapareciendo. La magia no existe.

La figura de Agustín representa el dolor de aquellos que conviven con remordimientos añejos y, a la vez, intentan ser felices con su presente. Incapaz de lidiar con ambas, el padre de Estrella navega a la deriva. No importa cuánto quiera a su hija o lo bonito que sea un pasodoble. Su duelo y su tortura son única y exclusivamente suyos. Está solo.

Más de tres décadas después de su último trabajo, Erice ha vuelto a la dirección con su nuevo largometraje, ‘Cerrar los ojos’, proyectado en Cannes, donde la ausencia del director ha suscitado polémica y en el que ha explicado, mediante una carta abierta publicada en El País, que sus desavenencias con Thierry Frémaux, delegado general del festival, han sido las causantes del desplante. Controversias aparte, el mundo del séptimo arte está de enhorabuena. El retorno de Víctor Erice solo puede significar una cosa: vuelve el cine.