Tiempo, de Quim Masferrer dirigida por Ramón Fontseré
Teatro Talia
C/ Caballeros 31. València
Del 29 de marzo al 2 de abril de 2017
‘Tiempo’ nos trae a un Jorge Sanz que se enfrenta al público a pecho descubierto, sin más ayuda que una silla y un cronómetro. Es cierto que Sanz hace tiempo que perdió esa frescura necesaria para estar en el mundo del cine, aunque hace nada le hemos visto en la malograda ‘La Reina de España’, y que su presencia se ha ido reduciendo en la gran pantalla y en la pequeña de forma gradual, pero él siempre ha estado ahí. Este es, sin lugar a dudas, un reto profesional para el madrileño, ya que soporta el peso de la obra con pasmosa tranquilidad. Como dice él en la propia historia: “No será por falta de tablas…”.
La historia nos cuenta, de forma muy simple, cómo a un hombre, en este caso al actor Jorge Sanz, le queda nada más que noventa minutos de vida. ‘Tiempo’ no es una chifladura sacada de la cabeza de Sanz, es una obra bien medida y directa al cuello, escrita por Quim Masferrer y dirigida por Ramón Fontseré, que son Els Joglars. De hecho, la obra estaba escrita en catalán, ‘Temps’, y adaptada al castellano.
El hilo argumental parece, pues, simple, pero sus matices van emergiendo en cada nuevo minuto que se suma o se resta, según se mire. Sanz, sentado en una silla de ruedas, que al final es otro personaje más con el que en un momento dado bailará y en otro viajará por el mundo, nos espeta que le quedan noventa minutos de vida, y que no está de humor para nada. Ni siquiera para realizar la obra.
La realidad del personaje traspasa la cuarta pared y nos deja perplejos; por un momento, creemos que el personaje se quedará en la silla postrado durante toda la función y que seremos nosotros las víctimas de una obra interactiva. Pero no, Jorge acaba hablando, soltando por la boca todo lo que una persona con nada que perder puede decir. La obra viaja por la libertad absoluta, tanto en el modo narrativo como en el propio texto.
Sanz habla como cualquiera de nosotros en una barra de bar, con indignación, con tristeza, con esa pena del que se va pero sabe que el lugar que deja es maravilloso, a la vez que un desastre, así se despide Jorge Sanz. La monarquía, los corruptos, las multas, la vida, los toros (con paseíllo incluido), de todo eso va esta historia: de ser libres, de vomitar encima de las cosas que nos hacen daño.
La cuenta atrás es implacable y, sin duda, azuza los miedos de Jorge, que en ocasiones parece perder el sentido y en otras solloza por un final abrupto. Nos habla desde el corazón, sin sobresaltos, con un diálogo triste y vivaz, como queriendo mostrarnos la belleza, pese a la suciedad imperante, que existe en la vida. Como alertándonos del final, de no malgastar los minutos en cháchara o en miedos. Sin duda Jorge Sanz en estado puro.
Javier Caro
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