El triunfo de Tánatos | Guillermina Royo-Villanova
‘La boutique’ (1967, producción | 1968, estreno en España)
MAKMA ISSUE #04 | Centenario Berlanga
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2021
Tras realizar ‘El verdugo’, pasan cuatro años hasta que se ultima ‘La boutique’, la película más misógina de Berlanga, y es precisamente su mujer, María Jesús, la que se pone en contacto con el productor Cesáreo González y consigue que Berlanga vuelva al ruedo. Siempre defiendo la misoginia berlanguiana porque me resulta tierna. En realidad, es más bien un señalar con el dedo las trampas del sistema, enfatizando la capacidad voraz de la mujer a través de clichés caducos, caricaturas a las que, por otro lado, tampoco escapa el hombre al que miserabiliza.
De hecho, todos los títulos que se barajaron para ‘La boutique‘ –’Ese matrimonio infernal’, ‘Las pirañas’ (tótem femenino) y ‘La víctima’ (él)– hacen referencia a esa guerra de sexos que continuará en ‘¡Vivan los novios!’ y ‘Tamaño natural’, donde prevalece la idea de la destrucción del hombre frente a la mujer que prevalece.
Esta berlanguiana obsesión por la mujer indestructible refleja el terror de ciertos hombres ante la subversión feminista de finales de los 60, y no dudo que, al poner en evidencia estas relaciones tóxicas y ese desgaste del individuo ante la falsa moral, Berlanga ayudó a dar un paso hacia la conciliación.
‘La boutique’, que parecía que había llegado para rescatar a Berlanga del letargo, terminó siendo una película maldita por temas de coproducción. El guion, escrito junto a Azcona en tono ibérico, estaba pensado para ser interpretado en España por José Luis López Vázquez y Laly Soldevila, pero Cesáreo González, huyendo de la censura, se las arregla para rodar en Buenos Aires con Sonia Bruno y Rodolfo Bebán, sustituyendo la idea principal del berlanguiano antihéroe por una actriz de moda y un galán, actores poco acertados para esta tragicomedia. Algo parecido le pasó a Berlanga con ‘La muerte y el leñador’, cuyo papel protagonista terminó siendo protagonizado por un alemán.
En fin, la historia no encajaba en Argentina, las condiciones de producción eran un desastre, el doblaje de los actores argentinos, y en especial el de Bebán, quedaba muy raro, la música del gran Astor Piazzola no podía dejarse fluir, pues imprimiría un sello demasiado argentino a la cinta… En definitiva, Berlanga no rodó a gusto. Con esto parece que hablo de una película a defender, pero la cinta no deja de ser importante para entender la misoginia berlanguiana y su visión erótica.
Ricardo, abonado al adulterio, controla sin problema a Carmen, su mujer, pero ‘la suegra’ –interpretada por una magnífica Ana María Campoy– urde un maquiavélico plan a espaldas de su hija, empuñando una de las más viles armas femeninas: hacer sentirse culpable al hombre para transformarlo en un ser sumiso. Para esta madre castrante y manipuladora tan berlanguiana es fácil manipular a la mojigata de su hija y al simplón faldero de su yerno, al que convence de que su abnegada esposa sufre una enfermedad terminal.
Ricardo se debate, entonces, entre los placeres eróticos de su amante y la culpabilidad. En un principio parece que el plan funciona y la pareja vive una segunda luna de miel. Florecen las perversiones de Carmen. El ama de casa sueña que es niña y Ricardo azota su trasero desnudo… Incluso el pobre diablo se anima a tener un hijo póstumo, pero esto del tálamo termina cansando al empresario, que decide poner una boutique a su esposa para quitársela de encima.
Y en efecto, se la quita de encima arrojándola a los brazos de Carlos, el decorador de la tienda. Un hombre que solo aguanta a las mujeres cuando en la relación no entra lo sexual (parece que disfruta más mirándolas como objetos hermosos). Esto de infravalorar el sexo en loor del erotismo y la estética es muy Berlanga, y aunque en el decorador adquiere cierto halo gay, el propio Ricardo termina reconociendo que el sexo también le resulta aburrido.
Al fetichismo de Carlos le acompaña un complejo de Pigmalión que le impulsa a construir otra Carmen; un trabajo que incluye el aumento de pecho. Hasta entonces, el mayor problema de la joven había sido elegir el color de las cortinas, pero una vez desenmascarado el plan de su madre, Carmen se anima a ser parte activa en esta guerra de sexos y lucha por la supervivencia social a cualquier precio: “Me aguantarás siempre. Yo de divorcio, nada de nada”.
Vamos, que con tal de no quedarse sola –algo que socialmente estaba mal visto–, es capaz de aguantar lo que sea. Parece que solo Eros y Tánatos triunfan como pareja de hecho o deshecho, un tándem que en Berlanga conduce siempre a la aniquilación del hombre.
Extraordinario el guiño del decorador al masoquismo, reinterpretando la historia de la civilización como la historia de la tortura, mientras juguetea con unas esposas de la Inquisición. Esposas que, por cierto, rondaban por la biblioteca erótica de Berlanga. Para los amantes del papel higiénico desenmascarados durante la covid, rescataría de ‘La boutique’ el sensual anuncio de la amante de Ricardo. Ese papel suave y aterciopelado, impregnado de poesía y plasticidad: “Noventa y cuatro metros de papel, noventa y cuatro metros de placer”...
Celebro también el maniquí desnudo que capta la atención del monaguillo y disfruto a Sonia Bruno jugando eróticamente con una langosta en la cama; crustáceos que Woody Allen llevará a la comedia en ‘Annie Hall’, película en la que Diane Keaton también luce esa androginia chic de la que hace alarde Sonia Bruno en la inauguración de la boutique.
Una escena simbólica, en la que Berlanga alerta sobre la desaparición del poder de seducción femenino enfundando a la actriz en un traje de corte masculino. Y, por supuesto, memorable el propio Berlanga, que, tras su primer cameo en ‘El verdugo’, vuelve a animarse –en esta ocasión, como espectador–, en la escena de la sala de cine.
Tal vez, cuando las pirañas cruzaron el Atlántico hacia Argentina perdieron el “reflejo patelar” del que tanto se pitorrea Campoy en el filme, pero nadie llevará al desguace ese barco cochambroso de la marina austrohúngara.
Guillermina Royo-Villanova
Escritora y pintora, autora de ‘Tamaño natural. El erotismo berlanguiano‘ (Editorial Renacimiento, 2021)
Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #04 | Centenario Berlanga (junio de 2021).