Elena López Riera

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‘Las novias del sur’, de Elena López Riera
Fotografía: Elena López Riera, Alba Cros, Agnès Piqué Corbera
Documental
40′, España, 2024
Nominado al mejor corto documental en los 39ª Premios Goya
Estreno: viernes 10 de enero de 2025

La carrera de la oriolana Elena López Riera es de esas trayectorias que se van anunciando poco a poco, trabajo a trabajo. Desde sus primeros cortometrajes, la filmografía de López Riera se iba a cimentar en, al menos, un par de ejes: su particular mirada hacia lo que ella llama el sur, es decir, su Orihuela natal, y una cámara dispuesta a experimentar con las formas y las estructuras cinematográficas.

Objetos, sujetos, espacios y animales forman parte central del ecosistema de un contexto cultural, social y económico determinado. Una mirada cercana a la tierra y sus gentes –como dice en esta entrevista–, pero también desde el extrañamiento que le produce su propio distanciamiento de ese lugar (Elena reside en Suiza desde hace años).

La mirada del que dice conocer pero a la vez necesita saber, entender aquello que es suyo y, al mismo tiempo, también la rechaza por haberse convertido, con el tiempo, en un cuerpo ajeno, un extraño.

Si en ‘Pueblo’, su primer corto, analizaba la experiencia del que regresa a esos lugares de infancia tras un periodo de ausencia, en ‘Las vísceras’ exploraba esos elementos que forman un mundo donde la muerte aparece en un gesto cotidiano como la matanza de un conejo.

Pero sería con ‘Los que desean’, su tercer trabajo corto –un documental sobre la tradición de la colombicultura– cuando su carrera daría un salto sustancial al ganar el premio al mejor cortometraje en el Festival Internacional de Cine de Locarno. De ahí a hacer su primera película, ‘El agua’, un retrato de la juventud en un pueblo de ese sur que reivindica, bastaría un paso.

No obstante, cuando la lógica nos parece decir que las próximas noticias que tendríamos de ella serían sobre su siguiente largometraje, López Riera ha sorprendido a propios y extraños volviendo con otro trabajo corto.

Las novias del sur’ parte de una imagen: una fotografía del día de la boda de su madre. Sobre esa fotografía, Elena, voz narradora en primera persona y protagonista de este retrato documental, se pregunta sobre esa línea que une a todas las mujeres desde hace generaciones. ¿Cómo responder a esa imagen? ¿Qué significa para una mujer que parece haber roto con toda tradición?

Para responder a estos interrogantes, la cineasta se entrevista con un grupo de mujeres de aquella generación con las que conversa sobre sus vidas, sobre la propia ceremonia de la boda, sobre sus expectativas vitales, sobre sus relaciones afectivas, sobre sexo y deseo, sobre cómo esa tradición del matrimonio influyó en sus sueños, cumplidos o no.

‘Las novias del sur’ recibía el galardón a la mejor película en el Queer Palm del Festival de Cannes del año pasado y, un gran logro en el caso de un cortometraje, tiene estreno en salas de cine este viernes 10 de enero junto al resto de la cartelera comercial, portando consigo la nominación al mejor corto documental en los 39ª Premios Goya.

Las novias del sur. Elena López Riera

Después de tu primera película, vuelves al cortometraje o, más correctamente, al mediometraje. ¿Por qué? ¿Era un proyecto que tenías pendiente o has decidido volver a ese formato por alguna otra razón?

Bueno, ¿y por qué no? En ese sentido, me gustaría ser tan estratégica, pero la verdad es que no lo soy. Funciono bastante por pulsiones. De hecho, podría haber sido una película más larga, había material para hacer una peli de tres horas, pero, junto con mis montadoras, pensé que duraba lo que nos parecía que tenía que durar.

En realidad, oficialmente, ni siquiera es un cortometraje. Tiene una duración un poco particular, que son esos 40 minutos, y nunca me planteé si era adecuado o no era adecuado. No sé, pensé que estaba bien que la película tuviera esa duración y se terminara ahí. No fue muy premeditado.

En cualquier caso, estoy muy contenta de hacer un formato que no sea tan habitual y, sobre todo, de que se estrene en cines porque, para mí, también es importante entender el cine como algo que no se tiene por qué encasillar siempre o en una duración determinada o en un género o en una manera de afrontar lo que quieres contar. A mí, como cineasta, me parece muy liberador poder trabajar en terrenos que no se esperan.

Realmente, es una rareza que llegue a salas comerciales y tenga esa difusión.

Sí, sí. Eso sí que es ciencia ficción. A ver, todo lo que está pasando con esta peli está siendo muy inesperado, pero muy bonito, también. Primero, no esperaba que fuera a ser una película, como te digo, no lo había premeditado. Luego, porque está hecha desde un lugar muy personal, muy racional, muy desde la necesidad de abordar esos temas, y nunca imaginé que saliera de mi ordenador y que fuera más allá de mis amigas y de las personas que había entrevistado, mucho menos que se estrenara en Cannes, mucho menos que ganáramos la Queer Palm [risas].

O sea, que todo lo que está pasando son como bonus muy felices. Y lo de estrenar en salas comerciales es como ¡guau!, eso sí que es ciencia ficción.

Estoy muy agradecida de que haya distribuidoras que tomen ese riesgo y espero que, más allá de mí, pueda servir para abrir una senda y que la gente vuelva a ir al cine, a la sala de cine, y que también admitamos que el audiovisual es diverso y que, igual que en la televisión la gente no tiene ningún problema en ver un episodio de una serie de 40 o 50 minutos, se acepte que ese formato pueda existir también en una sala de cine.

Que las pelis no se vendan al peso, sino por el contenido o por la calidad, o por lo que te guste o lo que te interese. Así que, a ver qué pasa. Pero sí, estoy muy feliz.

Fotograma de ‘Las novias del sur’, de Elena López Riera.

La película empieza con una foto de tu madre que, además, no aparece completa, sino muy fraccionada, por partes. ¿Cómo llegas a esa foto? ¿Cómo aparece esa imagen como motor de este relato?

Esa es la típica foto de tu madre, que tienes en tu casa, del día de su boda. Y, bueno, es muy curioso porque, al final, en una familia más o menos convencional, como ha sido la mía, con una educación más o menos religiosa, con todo lo que podemos imaginar del contexto en el que he crecido en un pueblo del sur de España, es una imagen muy fuerte que, de alguna manera, preside ese espacio doméstico común.

Es decir que, queramos o no, de alguna forma es un referente que tienes ahí. Y ese referente te está diciendo que, sobre estos gestos y estos rituales que se han venido repitiendo desde generaciones y generaciones antes de que tú estuvieras aquí, lo que se espera de ti es que se repitan. Es decir, que, más allá de que sea mi madre, de que sea mi familia; es un síntoma de lo que la estructura de la sociedad espera de nosotras, de una mujer cis [que se siente identificada con su sexo biológico].

Y cuando empiezo a ser consciente de que yo no voy a repetir esa herencia (que al final es el tema de todos mis trabajos, lo que a mí me obsesiona: ¿qué hacemos con la herencia que nos han dado?), bueno, pues hay una fractura.

Creo que hasta que no he tenido la edad que tengo ahora –que son 43 años que cumplo la semana que viene– y me he dado cuenta de que soy una mujer que ha tomado otras decisiones en la vida, que no estoy casada, que no tengo hijos, que no los voy a tener, y que no tengo siquiera pareja, es decir, que no voy a seguir con ese gesto que se ha repetido en todas las mujeres que han venido antes que yo, tomas conciencia de eso y te dices: “Hostia, es fuerte, ¿no? Yo soy el eslabón de esta cadena que se rompe”.

Y en un puro sentido estético, esa imagen lo podía concentrar. Algo, por cierto, que no es nada habitual: poder hacer un planteamiento complejo y resumirlo en una imagen. Y, bueno, también por una obsesión personal porque, al final, es mi madre, ¿sabes? [risas]. De repente, dices: “Hostia, me he pasado toda la vida intentando ser una persona diferente”. Y un día te miras al espejo y dices: “Pero si tengo la misma cara, ¿qué pasa aquí?”.

Elena López Riera
La cineasta Elena López Riera.

El corto parte o plantea una imposibilidad, que es, precisamente, la de hablar con tu madre o hablar directamente con ella. ¿Esa ausencia es deliberada o es algo que ha surgido del desarrollo del propio trabajo?

Hay una especie de pudor –yo no sé si tiene que ver con la religión (no creo que sea una cosa solo de mi familia)– en el hecho de que hay determinados temas que no se hablan con una madre. Yo no los he hablado, en cualquier caso. No sé si es una cosa de todo el mundo, si es una cuestión generacional, pero el caso es que yo no los he hablado.

Y, también, hay un poco de ese vacío porque, volvemos a lo mismo, creo que esto no es una cuestión individual, creo que es la respuesta a una estructura. ¿Por qué hay una ausencia de estos temas, de esta conversación? ¿Por qué hay un pudor a la hora de formular cosas como la sexualidad, el amor o el deseo? En las dos direcciones, de mí hacia mi madre o hacia esa generación, y de ella hacia nosotras. ¿Qué ha pasado con ese silencio?

Y, bueno, también hay un pudor que es más personal. Yo no me atrevo a hablar con mi madre y voy a preguntarles a otras mujeres, que no sé si es una respuesta correcta, pero es la que se me ocurrió. Hay muchas decisiones de la película de las que creo que puedo responder de una manera consciente y otras que no [risas].

Son esos gestos inconscientes que, de repente, se te ocurren o aparecen y que creo que también forman parte del misterio, no solo del cine, sino de la vida. Qué parte pensamos e imitamos, repetimos conscientemente, y qué parte no. Y, afortunadamente, no puedo explicar todo lo que hago con mi trabajo porque, si tuviera todas las respuestas, dejaría de hacerlo.

Pues mi siguiente pregunta venía un poco por eso. En ese contexto, ¿quiénes son esas novias del sur y qué representan para ti, para la película, o qué pretendes que representen para el espectador?

Pues ya te digo, como todo se ha fundamentado en un trabajo muy intuitivo y de poca preparación, en el sentido de que venía de una necesidad imperiosa de hablar con esas mujeres y no de que fuera una película que tuviera el recorrido que está teniendo… La premisa era muy simple y eran mujeres de esa generación que les apeteciera hablar y abrir su intimidad con nosotras.

Para ello trabajé con una persona que es muy importante para mí y en mi trabajo, Cristina Pérez, una amiga muy cercana de toda la vida. Muchas de esas mujeres son del pueblo y otras son mujeres que se habían presentado para el casting de otra película y que, simplemente, querían participar. Como digo, todo ha sido como muy sencillo en su planteamiento.

Luego, lo que ha sido complejo es el montaje, articular todos estos elementos y cómo se concretaban en una película. Eso sí que ha sido un reto cinematográfico complicado. Una pregunta que me vuelve muy a menudo es lo difícil que es que te cuenten cosas íntimas. Pero es que, sinceramente, no fue nada difícil.

Respondiendo a tu pregunta, yo creo que eso también es una cuestión a replantear: ¿por qué no fue difícil? Y yo creo que es porque nadie les había preguntado, simplemente, y tenían ganas de compartir esas cosas.

Fotograma de ‘Las novias del sur’, de Elena López Riera.

En tu cine hay una atención hacia lo popular. De hecho, tu primer corto se llama, precisamente, ‘Pueblo’, lo que ahora creo que fue una declaración de intenciones, sobre todo, viendo tu trabajo posterior. 

Quería preguntarte qué significa esa mirada hacia lo popular en alguien que vive desde hace mucho tiempo lejos de ese sur que siempre terminas retratando en tus películas. ¿Es una reivindicación? ¿Es algo, de nuevo, inconsciente?

No, para mí no es una reivindicación. Para mí es más una fractura, realmente. Es como con las mujeres o con muchas de esas cosas que he aprendido y de las que no reniego porque están en mí y son, para mí, importantísimas.

No es tanto una reivindicación como intentar entender esa fractura. Es haber recibido toda esa herencia, tanto geográfica como cultural, como familiar, religiosa e incluso ideológica, y luego haber tomado las decisiones que, afortunadamente, he podido tomar. Porque, a lo mejor, las mujeres que vinieron antes que yo o, incluso, los hombres que vinieron antes que yo, por circunstancias económicas, personales, no las han podido tomar. Yo he podido tomar la decisión de irme. Y podría tomar la decisión de volver, y he decidido no volver.

Es decir, es asumir el dolor que te produce tomar la decisión de despegarte de una herencia, de un lugar, de una familia, de un camino que se había trazado para ti. Es una decisión, pero en eso también hay un dolor. Me he ido, pero no reniego. Yo soy la persona que soy gracias a que vengo de ese lugar con el que sigo manteniendo una relación muy estrecha.

Toda mi familia vive ahí, muchos de mis amigos viven ahí, pero ese dolor está en mí. Yo sé que he decidido irme, y sé también que, cuando vuelvo, soy una extranjera. Y me lo merezco porque soy una extranjera. Soy una extranjera que viene de ahí, que es un concepto un poco más extraño, pero es lo que es.

En ese sentido, yo no estoy tanto por una reivindicación de esta cosa del pueblo y las raíces como muy nacionalista o localista. No digo que esté bien o mal, digo que yo no estoy en eso. Yo lo que he intentado con todo mi trabajo es, en lugar de esconder la violencia y el dolor que eso me produce muchas veces, intentar trabajar con ese dolor y con esa fractura.

Es como cuando estas mujeres [que aparecen en la película] me contradicen, me interpelan. ‘Pueblo’, mi primer corto, tiene el plano más importante que he rodado en mi vida, que es el que cierra el trabajo en el que aparece un chaval de Orihuela que me mira, como diciendo: “¿Y tú quién eres para grabarme?”.

Para mí, esa es la pregunta de mi cine y de mi trabajo. Y, en lugar de esconderla, lo que intento es trabajar a partir de ahí. Claro que no soy nadie, ni para mirar ni para mirar a mi pueblo ni a esas mujeres, pero es a partir de ese dolor y de esa duda, y de ese no saber dónde me ubico, que yo trabajo.

En ‘Las novias del sur’ has tomado una decisión de estilo muy relevante al ponerte tú en primera persona. Eres tú la que hablas al principio del relato, la que haces las preguntas. ¿Está relacionado con eso?

Sí, absolutamente. Cada persona, cada cineasta y cada artista elige o hace lo que puede con lo que tiene, y a mí esta reflexión de incluir esa violencia, la factura, la duda, me vino muy rápido, desde ese plano de ‘Pueblo’ donde yo, de repente, digo: “Es que yo no soy la que está mirando al pueblo, es el pueblo el que me está mirando a mí, y duele”.

A mí me duele que me traten como una extranjera, pero lo tengo que asumir porque es lo que soy. Es que llevo muchos años fuera. Con ‘Las novias’ también pasó eso. Yo podría haber jugado a limpiar esa voz en off y hacer algo mucho más distante, más objetivo. Pero es que a mí la objetividad no me interesa en absoluto en mi trabajo, y menos en el cine documental.

Cuando hago cine documental (que es muy a menudo porque me gusta, me interesa; vengo de ahí), para mí es muy importante marcar siempre la subjetividad y recordar al espectador o espectadora que eso no es la realidad, sino que es mi manera de ver la realidad. Que está mediatizado, que hay una visión, que hay una posición, y que, por tanto, todo está manipulado.

Esto es algo que me obsesiona mucho y que intento recordar siempre que puedo; y es que manipulación no es igual a perversión y sadismo. Yo asumo que tengo el poder de manipular un discurso, de poner una cámara en un lugar. Para mí, es muy importante recordar que yo estoy ahí. Y, luego, también era una manera de exponerme al mismo nivel de intimidad que esas mujeres.

Después de todas estas entrevistas, era una manera de decir: “Bueno, me habéis hecho este regalo tremendo, a mí y a la gente que va a ver esto, de abriros en canal y de contar intimidades muy fuertes, y yo también lo voy a hacer”. No sé, fue un poco inconsciente. La verdad es que esta es una peli que me cuesta mucho acompañar porque me abro en canal de una manera también muy violenta. Pero no me arrepiento porque creo que forma parte de mi trabajo.

Para mí, el cine y la vida no tienen mucha diferencia, y era como, bueno, hemos jugado a la intimidad, pues vamos a jugar con ella. En ese sentido, fue una decisión muy consciente de montaje la de abrirme y mostrar todas las cosas feas y poco gloriosas de mí, que son muchas. Que soy una pringada. Desde luego, no soy una heroína, no lo soy en esta película. Pero, para mí, era importante tener el coraje de exponerme, igual que ellas lo tuvieron.

Fotograma de ‘Las novias del sur’, de Elena López Riera.

Me alegra que digas esto porque, tras la visión del corto, me surgió una pregunta que está muy relacionada con ese diálogo que mantienes con ellas. Y es que, a veces, parece que tú les quieres decir algo y ellas, como has dicho, te responden llevándote la contraria.

De alguna forma, tú intentas hacer un examen de una generación, la de tu madre, pero ellas no siempre responden positivamente a ese examen, es decir, que no lo comparten. En esa confrontación entre tu tesis y una realidad que te devuelve otra cosa, ¿qué has aprendido? ¿Qué pretendes que fluya hacia el espectador?

Sí, sí, absolutamente. Y por eso, para mí, esta película es tan importante y tan interesante. Y es la única razón por la que hago cine, en realidad: para que se me contradiga. Es decir, para que la experiencia me enseñe una cosa distinta de la que yo tenía. Por eso hablo de la manipulación en el otro sentido. Y ellas también me manipulan a mí. La vida también te manipula cuando te enfrentas a ella de una manera frontal, como yo intento hacer.

Es decir, si todos los proyectos fueran para confirmar una tesis que yo tengo antes, no me interesaría nada porque me parece un coñazo, sinceramente. Yo hago películas y estoy con la vida, yo me enamoro, y tengo amigos y viajo para que no se me dé la razón a una idea predeterminada. Y eso, en esta película, es muy evidente. Por eso he mantenido todas estas cosas en la conversación.

Yo intento preguntarles sobre cosas muy concretas que vienen de mi edad, de mi posición ideológica, de mis lecturas, de mi feminismo, pero ves que la realidad es bigger than life, que ellas te responden otra cosa y te contradicen. Claro que sí. Es que yo lo que quería con esta película era eso, y por eso he dejado esas marcas de la conversación en las que hay un espacio para la contradicción, para que no estemos de acuerdo, para que yo parezca una gilipollas [risas]. Es que no pasa nada. Para mí, forma parte de la vida y, sobre todo, forma parte de una conversación inteligente.

Es que ya la idea de una conversación es utópica per se. Es muy difícil que dos personas estén exactamente en el mismo lugar, incluso en una entrevista, un formato que me interesa porque creo que lo importante de una conversación es, como decía [Roman] Jakobson, el lingüista, la función fática del lenguaje: saber que podemos, de alguna manera, comunicarnos, y que hay alguien del otro lado, más allá de llegar a un acuerdo común.

Fue una manera tan simple de conversación, pero tan fuerte para mí, que, a la hora de montar, pensé: “Quiero que esté todo: los silencios, la violencia de que ellas no estén de acuerdo conmigo”.

Como esta mujer que me dice: “Ya pensarás como yo, ya renunciarás al sexo”. Para mí, era algo muy violento, en el buen sentido de la palabra. Yo creo que puede haber una apreciación buena de la violencia, que es que te despierta determinadas cosas.

Con esto no estoy haciendo apología de la violencia física, pero sí que había algo violento de esa conversación que a mí me interesaba cinematográfica y personalmente. Me parece que es lo único por lo que hago cine: para darme cuenta de que no llevo razón, y que no la pretendo llevar.

En ese sentido, y bajo estos planteamientos, llega un momento en el que echas de menos a la figura masculina. Una figura que está deliberadamente desdibujada, apartada a un lado, visualmente incluso, en la película.

¿Por qué no hablar con tu padre?, podría ser la pregunta. ¿Por qué lo desplazas y te centras exclusivamente en la mujer? ¿No sentiste la necesidad de incluir el otro lado para completar este cosmos?

No [risas]. De hecho, justamente, tu pregunta me ha dado un indicio para una respuesta que, creo, se parece bastante a mi planteamiento. Yo no pretendía el cosmos. Es decir, el tamaño [de la película] no era el cosmos. Por eso insistí antes en que, cuando hago un documental, intento siempre que mi subjetividad y este tipo de decisiones estén muy claros.

Obviamente, es una elección muy elocuente decidir hablar solo con mujeres cis de esa generación. Pero es que no pretendía el cosmos, pretendía tener una conversación muy íntima y muy privada con esa elección, que es la mía.

Evidentemente, entiendo la crítica y entiendo mucho que la gente se salga de eso. Es decir, que todas estas críticas me parecen más que pertinentes y bienvenidas, y no tengo ningún problema con que existan. Pero es que es mi visión y mi deseo. Y mi pretensión, desde luego, no era el cosmos, en absoluto, ni era hacer un planteamiento sociológico ni un planteamiento sobre lo que es la realidad.

Por eso el artículo es muy importante: no es ‘la’ realidad, sino mi visión sobre la realidad. Y en esta visión y este deseo, en este momento de mi vida, la figura masculina no me apetecía, sinceramente. No significa que no me apetezca en el futuro hacer una película sobre eso: mantener una conversación con la figura masculina. Pero en esta, concretamente, la pretensión no era el cosmos, desde luego.

La película plantea, al final, algunas preguntas que, de alguna forma, se quedan sin resolver. Quería formularte alguna de esas interrogantes a ver qué te respondes tú sobre ello, al margen del filme. Dices en ‘Las novias del sur’: “¿Quiénes son esas novias con las que sueño cada noche? ¿Cómo han conseguido sus fantasmas instalarse en mi cabeza?”.

Ya, pues es que me sabe supermal, pero es que no la voy a responder [risas].

Ah, vale.

No, es que, claro, sería como llevarme la contraria. Creo que, si hubiera querido responderlas, estarían en la película y se perdería el misterio. Es que, de nuevo, están muy conscientemente planteadas solo como preguntas, sin una respuesta, porque no la tengo. Más allá de que quisiera responderlas o no, es que no la tengo y, para mí, tiene sentido que se queden solo como pregunta y no como respuesta.

Tampoco creo que todas las preguntas se tengan que responder, por eso también están planteadas solo como preguntas. Hay un ejercicio importante en la idea de que no intentemos encontrar una solución a todo. O, por lo menos, que yo no intente encontrar una solución a todo y poder encontrar en eso un punto de calma, de serenidad.

Es que, quizá, no hay que encontrar siempre una respuesta. Quizá la idea sea formular preguntas y, sobre todo, formular las preguntas necesarias en cada momento de la vida o de un trabajo o de una relación amorosa, y no siempre encontrar la respuesta porque, a veces, no la hay. A veces, la respuesta no es tan importante. O la respuesta nos obligaría a parar ahí y no poder seguir preguntando, que es lo que a mí me interesa.

Pues a ver si me puedes decir algo sobre esto. Al final de la cinta, dices: “Estoy muerta de miedo porque sé que después de mí no habrá nadie más. Conmigo acaba esta historia de madres e hijas”. Es una declaración muy contundente. Quería preguntarte sobre su interpretación. ¿Ya no habrá más madres e hijas? ¿O es en tu caso que ya no habrá más madres e hijas?

Bueno, eso sí tengo que aclararlo porque es una respuesta muy contundente. No, espero que no se acabe… ¡Ah, claro!, fíjate. Nunca había pensado que se podía leer así. Es verdad, tienes razón, se puede leer como algo sobre la historia de todo el mundo.

Como mi voz es una voz muy personal y muy individual, pensaba que se entendía, pero, ¿ves? Por eso es interesante seguir hablando de las pelis, porque no nos damos cuenta de las cosas que decimos, cómo pueden ser leídas de otra manera; y esto es lo maravilloso también: que haya lecturas nuevas que no imaginabas. Pero, no, en este caso concreto hablaba de mi caso personal. No, conmigo se acaba la historia de las madres e hijas de mi familia, en cualquier caso.

Elena López Riera, junto a la cámara, en pleno rodaje. Imagen cortesía del autor.