#MAKMAEscena
‘Enlluernador’, La Coja Dansa
Dirección coreográfica: Santi de la Fuente
Dirección escénica: Raúl León
Intérpretes: Iván Colom, Santi de la Fuente, Marta García, Guillermo Llorens, Elsa Moreno y Paula Romero
Espacio Inestable
C / Aparisi y Guijarro, 7. Valencia
Del 22 al 24 de octubre de 2021
Carme Teatre
C / Gregorio Gea, 6, bajo. Valencia
Del 3 al 6 de febrero de 2022
‘‘Los seres humanos se vuelven luciérnagas -seres luminiscentes, danzantes, erráticos, inaprehensibles y, como tales, resistentes-’’. Así define Georges Didi-Huberman a los personajes del cine de Pier Paolo Pasolini y así se desarrollan las criaturas mutables de ‘Enlluernador’. Las luciérnagas, como pequeños seres que viven y brillan en la oscuridad, alejadas del foco cegador de lo hegemónico, son la imagen original de la última producción de La Coja Dansa, bajo la dirección de Santiago de la Fuente.
Con veinte años de experiencia, La Coja Dansa ha desarrollado un estilo particular e intransferible. En sus producciones destaca, por un lado, el trabajo con tecnología audiovisual, en este caso a manos de Diego Sánchez y Raúl León. Hay quien dice, entre risas, que ‘Enlluernador’ es realmente un espectáculo de luces. En cuanto a la parte coreográfica, trabajan desde la verdad del cuerpo, alejados del virtuosismo de la danza contemporánea más propia de los talent shows, pero dejando igualmente al espectador boquiabierto, hipnotizado con esa presencia escénica, con la poética del movimiento.
Una de las novedades más resonadas de esta última producción es la inclusión de poesía recitada en escena. La compañía ya había incluido texto en piezas anteriores y de diversas maneras, pero en esta ocasión decidieron que era concretamente la poesía recitada la mejor herramienta para acompañar ese mundo de sombras y parpadeos que se iba gestando.
Así pues, los intérpretes Paula Romero, Marta García, Iván Colom, Guillermo Llorenç y Santi de la Fuente, bailan al son de las palabras de Elsa Moreno. Y es en este momento cuando dejo de hablar de mí misma en tercera persona y procedo a hablar de mi experiencia con la poesía desde la danza.
La poesía pareciera un elemento inherente a la danza; lo poético, más bien. Digamos que es parte fundamental de la experiencia estética. Así, a grandes rasgos, la relación poesía y danza resulta un tema tan amplio que es imposible de abarcar, pero aquí estamos hablando de un caso concreto. En el ejemplo de ‘Enlluernador’, nos centramos en la poesía recitada en escena. Más concretamente, en este artículo, escribo sobre cómo se afectan de manera bidireccional poesía (en tanto género literario) y danza.
Todo empieza cuando Santi de la Fuente me presta el libro anteriormente citado, ‘La supervivencia de las luciérnagas’, de Didi-Huberman (Abada Editores, 2012). Trata, como la pieza, sobre las pequeñas fugas en esa hegemonía que encorseta y encasilla. ‘‘Es evidente que la danza de las luciérnagas, ese momento de gracia que resiste al mundo del terror, es la cosa más frágil y fugaz’’. Con esta premisa partimos bailarines y poeta al proceso de creación.
Las maneras de acercarse desde lo escrito a lo bailado pueden ser infinitas. Una de las pautas que Santi me dejó clara es que el texto no tenía que describir literalmente lo que sucedía en escena (para eso ya están los ojos del espectador). Los poemas tenían que ser otra cosa. Los poemas tenían que ser un acompañamiento, como son las luces, como sería una proyección audiovisual. Los poemas debían abrir el significado de la pieza, no acotarlo.
La escritura de los textos se dio a través de un proceso de abstracción. Yo asistía a los ensayos, veía a los bailarines improvisar e intentaba abstraer esa imagen para escribir otra cosa. Durante un ejercicio estaban haciendo contact, unas encima de otras, entonces pensé en una montaña. A la montaña le añadí la oscuridad de la que habla Didi-Huberman. Y, a partir de ahí, creé un mundo de seres que viven en una montaña sumida en la oscuridad y que han aprendido a reconocerse a través del tacto.
Digo abstracción, pero realmente fue un procedimiento formal, puesto que fue el contorno de esos cuerpos amontonados lo que me condujo a la imagen de la montaña. Y bien podría haber escogido otros elementos, como la energía que proporcionaba la escena, el ritmo o incluso el número de bailarines. Y así una larga lista. Como vemos, los procedimientos para relacionar creación poética con creación coreográfica son innumerables.
Una vez escrito el borrador de algunos textos, se pusieron en común con el resto del equipo. Esta visión literaria de las improvisaciones sirvió para anclar una de tantas interpretaciones de lo que ahí estaba ocurriendo. Al conectar el trabajo corporal con lo escrito (y no solo lo escrito con lo corporal), los textos eran afectados y moldeados. Es decir, la relación entre ambas disciplinas fue completamente dialogal.
Acerca del montaje de los poemas en escena, la transmisión fue en todo momento oral. Asumí una posición de narradora, a veces en frente del micro y con los papeles en la mano, otras veces más inmersa en la escena. La decisión de mantener en cierto modo la imagen clásica del recital de poesía, manifiesta la intención de relacionar poesía y danza. Porque textos en piezas de danza vemos en multitud de producciones. Entonces, ¿cómo hacemos para diferenciar un texto dramático de un poema? ¿En qué se diferencia un texto dramático de un poema? ¿En su estructura, en el estilo literario, en la intencionalidad del autor? Pero, ¿qué es un poema?
La poesía es ‘‘el arte de fracturar el lenguaje, de quebrar las apariencias, de desunir la unidad del tiempo’’, dice Giorgio Agamben en palabras de Didi-Huberman. Tampoco es la definición más concluyente, pero de alguna manera ilustra (por lo menos, a mí me ilustró) esa esencia, esa otra cosa del texto poético.
José Vicente Peiró, crítico cultural, escribió un post en Facebook que dice: ‘‘Ver a la joven poeta Elsa Moreno metida a fondo en un espectáculo de La Coja Dansa aumenta mis expectativas sobre el abandono de la endogamia en la poesía actual y la pérdida del victimismo del ego. Yo recomendaría a los poetas que acudiesen a la sala Inestable y percibiesen que la poesía no es un lujo cultural de los neutrales’’.
Claramente, cada disciplina por sí sola se sostiene con total autonomía, pero en el contexto actual de hibridación de géneros, de disolución de las fronteras en cuestiones artísticas, una convivencia de disciplinas desde la horizontalidad enriquece tanto a la pieza como a los artistas implicados. Yo no lo sé, porque no pude ver la pieza con la visión del espectador, pero me arriesgo a asegurar que, tanto poetas como bailarines como público no profesional de estas artes, agradecieron la conjunción.
‘Enlluernador’ es un ejemplo más de que la poesía puede (y debe) salir de los bares culturales, que las palabras también afectan a los cuerpos, que unir es ganar y que existen infinitas posibilidades para seguir jugando con estos dos elementos y los que se plazca añadir.
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