‘A Freewheelin’ Time. En el camino con Bob Dylan’, de Suze Rotolo
Traductora: Fiona Songel
Diseño: Irene Bofill
Barlin Libros, 2020
Por fin traducido al castellano, ‘En el camino con Bob Dylan’ (Barlin Libros, 2020) es un recomendable y muy dinámico relato que engloba las memorias de Suze Rotolo, principalmente durante el período que cambió de residencia, del distrito neoyorkino de Queens al Greenwich Village –el barrio bohemio y epicentro de la contracultura durante los sesenta–. Ahí adquiere especial protagonismo la relación que mantuvo con Dylan, desde que lo conoció en 1961, cuando ella tenía 17 años y él 20.
En líneas generales, con la lectura de este libro que recoge recuerdos que mantuvo en secreto durante mucho tiempo, se demuestra que Suze fue mucho más que la novia, musa y chica de la portada del ‘The freewheelin’ Bob Dylan’, teniendo siempre en cuenta que la narración versa sobre tiempos anteriores al movimiento por la liberación de las mujeres en los setenta.
A través de las entrañas de sus páginas nos adentramos en años marcados por la protesta, la rebelión, el idealismo y un intenso activismo político, en los que la opinión pública y la música iban a la par y que, en cierto modo, fueron una respuesta a los precedentes años 50 de represión con el tristemente legendario Joseph McCarthy, el senador republicano de Wisconsin que gobernaba los medios de comunicación con constantes difamaciones sobre rojos que querían destruir el estilo de vida americano.
Tiempos de caza de brujas en que el FBI pinchaba teléfonos, visitaba centros de trabajo por cualquier causa, con el mediático ejemplo de los Rosenberg, encarcelados y ejecutados por sospechosos de espionaje… Destacaría esa frase de que «los beats agrietaron la pared, pero la nueva generación derribaría el muro para conquistar el futuro«.
Asimismo, sirve para comprobar la fascinación que, desde un sector importante de la juventud, había por un Fidel Castro y un Che Guevara que retaban a la soberbia de los grandes de la Guerra Fría: Estados Unidos y la Unión Soviética; así como los contrastes entre la no violencia de Martin Luther King y la militancia de Malcolm X, las primeras ‘Marchas por la Libertad’, la violencia contra los activistas de derechos humanos…
Me llamó poderosamente la atención cuando relata la historia de Jim Peck, un comprometido pacifista que fue molido a palos entre insultos y sin intervención de la policía.
Otro aspecto donde Suze también se recrea es en su familia, inmigrantes italianos que soportaron los prejuicios de la sociedad americana, pertenecientes, además, al Partido Comunista durante los años 30 y con un padre que era firme defensor de los sindicatos que luchaban por garantizar jornadas de ocho horas, eliminar la explotación infantil o asegurar condiciones laborales decentes –logros que ahora disfrutamos, pero de los que se recuerda poco toda la lucha para obtenerlos–.
Asimismo, sus vivencias permiten conocer un entorno muy interesado por la cultura, con el ejemplo de que el impacto por la muerte de su padre fuese pareja con el poema ‘Lament’, de Edna St. Vicent Millay, o su afición por Shakespeare, Lord Byron, Bertolt Brecht, los poetas beat, los pintores del Renacimiento, los maestros flamencos, Picasso, Cézanne, Van Gogh, Joseph Cornell…
En cuanto al veinteañero Bobby, lo describe tal y como hemos visto en algunas fotos: con gorra de pana sobre sus rizos, vistiendo de forma informal, tímido, gracioso, atento, intenso, persistente y con cierto encanto para las mujeres; de cómo lo conoció en la sala de conciertos Gerde’s Folk City, cuando apoyaba con arreglos de armónica a otros artistas, o tocando a dúo con el cantante de folk Mark Spoelstra; de cómo se ensimismaba, se abstraía y luego volvía, de su gran defecto –el de no decir siempre la verdad y utilizar evasivas–; la gran fisura entre ambos, comenzando por la anécdota del descubrimiento de su verdadero apellido, Zimmerman, o la de cómo Dave Van Ronk vio traicionada su amistad cuando Dylan le versionó el ‘House of the rising sun’ para su primer álbum homónimo.
A nivel artístico, cuenta cómo cambió todo a partir de un artículo en el New York Times y su posterior contrato con Columbia Records. Por supuesto, no falta el revuelo que se montó cuando comenzó a tocar en eléctrico o de cómo, en los momentos álgidos de lucha por los derechos civiles, compuso melodías atemporales como ‘The Lonesome death of Hattie Carroll’, ‘Blowin in the wind’…, o después ‘Masters of War’, por la confrontación política de las armas nucleares en aquellos momentos.
Entre las anécdotas, me parece altamente interesante la del viejo bluesman que lo escuchó y comenzó a gritar: «Este chico la tiene, lleva la música dentro”. También me llama poderosamente la atención (jamás se me habría ocurrido) que Suze considerase que la canción que más contenía la esencia de Dylan era una canción del 89, ‘What it you wanted’, por lo bien que jugaba con los dobles sentidos. O la difícil decisión de viajar a Italia, que supuso estar separada de Dylan durante ocho meses de 1962, con las cartas que le enviaba y la composición de dos canciones que le dedicó, como ‘Bob Dylan’s blues’ y ‘Down the highway’, incluidas después en ‘The freewheelin’ de 1963.
También la pasión cinéfila que tenían como pareja, con detalles como la película ‘The Brig’, de Jonas Mekas, sobre la crueldad y deshumanización en las cárceles de marines, o ‘Psicosis’, de Alfred Hitchcock, o la pasión por las películas francesas de la nouvelle vague, como de ‘Los 400 golpes’ o ‘Tirad sobre el pianista’, de François Truffaut.
Sirve también para, a través de sus recuerdos, descubrir curiosidades sobre músicos, algunos de mucho renombre, como Lee Hooker, Edith Piaf, Billie Holiday, Woody Guthrie, Leadbelly o Pete Seeger, la Modern Jazz Quartet, Lionel Hampton, Mose Allison, Nina Simone, Judy Collins, Jack Elliot, Odetta, Marshall Brickman, Woody Allen, Bill Cosby, Noel Stookey antes de convertirse en el Paul de Peter, Paul and Mary, Ian & Sylvia, Joan Baez…
Y, por supuesto, no faltan hechos relacionados con la mítica foto de la portada de ‘The Freewheelin’ en la Jones Street –la madre del cordero de este libro–; una imagen casual y sin posado, influyente por su espontaneidad y sensibilidad, el complemento ideal de un disco que poseía el lenguaje de la juventud y la rebelión contra lo establecido.
Indudablemente, por todo lo expuesto y por mucho más, Suze consigue aportar interés y emoción a los hechos, lugares y personas con los que convivió en primera persona.