VI Festival Cabanyal Íntim
Art en viu a l’interior de les cases del barri
Diferentes casas del barrio del Cabanyal de Valencia
Del 5 al 15 de mayo de 2016
Estoy seguro que mucha gente de Valencia no ha transitado por las calles que conformaban la ampliación de Blasco Ibáñez, lo que algunos llaman la zona cero. Esa zona que pretendía ser devastada por excavadoras implacables, comandadas por el gobierno municicipal en un plan urbanístico que de haberse realizado, hubiera pasado a la historia como una insensatez. Es normal que la gente no pasee por esas calles, no son turísticas ni mucho menos, pero si no las pisas no puedes conocer la esencia de un barrio que pedía a gritos ayuda para no ser arrasado.
Al calor de esta situación nacieron muchas iniciativas para visibilizar el Cabanyal, darle voz a los sin voz y manifestar su sentimiento de pertenencia a la ciudad, no como un simple apéndice playero, sino como parte fundamental y fundacional de ella. Entre las propuestas que contribuían a esa labor estaba Cabanyal Portes Obertes, que bajo la idea de ver las casas que jalonaban el barrio, existía otra idea más profunda si cabe: la de lograr que la gente se paseara por el barrio buscando las susodichas casas y vieran por sus ojos, sin paliativos ni informaciones interesadas, cómo estaba el barrio, en qué situación de postguerra se estaba quedando, en definitiva, concienciar a los valencianos, cosa que no hacía la difunta Canal 9.
El arte, en su más pura esencia, cubrió el barrio con su manto de la mano de Cabanyal Íntim, quizás la propuesta más interesante, sugestiva y emocional de cuantas hayan poblado la barriada. Llevar el microteatro a espacios no convencionales, despojarlo del oropel de una sala o de un increíble hall. Llevarlo a las casas del barrio de forma literal. El objetivo: pues varios. El primero era visibilizar el barrio, en aquel momento los vecinos, con la necesaria aparición de Salvem el Cabanyal, estaban en lucha contra el consistorio, una lucha por su casa, su barrio y su dignidad. En segundo lugar llevar el arte a una zona que se creía muerta, pero que contenía el mayor número de actividades contraculturales de la ciudad. Y en tercer lugar, crear un espacio diferente de arte.
El espíritu del festival se aposenta en realizar obras en espacios no convencionales, y de paso ver, en petit comité, la singularidad del microteatro en casas que de otro modo no podrías disfrutar, pues son particulares. En esta edición, la sexta, decidimos adentrarnos en el festival, y lo hicimos de la mano, casi literal, de Esther Melo, la cual nos trató de un modo fantástico. Solo pudimos asistir a una jornada, pero bastó para imbuirnos del ambiente y la energía creada alrededor de él.
El lema de éste año no podía ser más profético: ‘El Porvenir’. Ese porvenir que esperemos le sea bueno al barrio, y de paso al resto de barrios de Valencia (no podemos olvidar la situación, por ejemplo, de Nazaret). El punto de quedada fue en La Colectiva, un antiguo colegio del barrio, en plena zona de la ampliación, donde se congregaba la gente para comprar las entradas anticipadas o para tomarse algo. Huelga decir que en La Colectiva se reúnen varias asociaciones, y que juntos procuran ofrecer un servicio al barrio para que esté mejore.
De allí nos vamos a La Fábrica de Hielo, una antigua fábrica reconvertida en un lugar de ocio, con actuaciones en vivo y exposiciones, todo eso junto al mar. Allí nos esperaban Toni Aparisi e Iris Pintos, éramos apenas seis personas en un espacio reducido, en la sala de exposiciones. Toni Aparisi es uno de los bailarines más importantes del país, logró en los pasados premios MAX siete de las nueve Manzanas a las que optaba por ‘Pinoxxxio’. En esta ocasión venía al festival con algo más pequeño, más íntimo (concepto capital en el evento) pero igual de intenso. “¿Qué está por venir?”, cinco escenas: “el sustento, la soledad, el amor, el tiempo y la muerte”, cargadas de drama, amor y algo, por qué no, de humor.
Como dato que demuestra la importancia de la interacción con el público, al finalizar la actuación los bailarines nos ofrecieron la posibilidad de ensayar las escenas con ellos entre semana, y así poder bailarlas en otra función con ellos. De allí volando, y por el camino viendo los estragos que ha sufrido el barrio, hacia una casa particular. La esencia misma del festival. Escaleras empinadas, poca gente, una escena a escasos centímetros de la cara. ‘Fxxk Revolution’ es una obra que nos lleva a la habitación de un prostíbulo, nos introduce en lo que sucede cuando la puerta se cierra y la chica se queda a solas con el cliente. Y sucede el desconcierto y el dolor de ser alquilada, de ser vendida.
La obra, pero sobre todo sus intérpretes, nos dejan boquiabiertos, miro a mi alrededor, estoy en una buhardilla pequeña, se escuchan los gritos de los niños en la calle y puedo sentirme especial, exclusivo. Asistir a una obra en un espacio no convencional, como es la buhardilla de una casa, de la casa de alguien, no de la tuya, es una sensación emocional diferente. Gracia Hernández como prostituta está genial, nos descubre una paleta de sentimientos que navegan por aguas procelosas a un ritmo frénetico, de la rabia al miedo, del miedo al desbarajuste. Vicent Domingo da miedo, él es el cliente, el hombre que paga, que manda, el que puede hacer cualquier cosa, y eso da miedo.
No podemos olvidar la complicación organizativa que supone disponer de tantos, y muy variados, espacios donde se desarrolla la actividad. Es difícil coordinar voluntarios, espectáculos y cuadrar bien los horarios, que nada se pierda por el camino, y eso los creadores del festival lo tienen muy en cuenta y trabajan para que la organización funcione, que no hayan fallos, porque aún pareciendo fácil, todo se torna complejo cuando el laberíntico barrio lo desconoces o cuando las prisas te pueden hacer llegar tarde a algún evento. Muy buen trabajo por la organización que minimiza esos aspectos al máximo.
Otro detalle, que parece nimio pero no lo es, tiene que ver con el programa de mano, pues en cada espectáculo nos informan de si existe acceso para discapacitados o no, recordando que los espacios son lo que son y está bien disponer de dicha información para no asistir a un evento al que no se pueda acceder, facilitando así una mejor planificación de qué ver mucho más sencilla. Y mientras pienso esto, nos tenemos que volver a ir, por el camino vemos casas derrumbadas, solares, niños medio desnudos jugando en la calle, coches abandonados, olores pútridos. Las ruinas y desolación de una guerra que no ha llegado a su fin.
Y nos queda el plato más especial, el más curioso y obsceno. ‘Territorio Performance’ en el Teatre El Musical. Alto Voltaje Escénico era siete escenas, en tres horas, nosotros sólo vimos tres de esas representaciones. ‘El Bello de mi pierna’ de Colectivo Baguena, nos metía de lleno en los roles hombre-mujer con una escenografía escasa y minimalista. Nos encontrábamos en uno de los pasillos del teatro con unas cristaleras que le daban un aire más frío, más insensible, algo que entroncaba perfectamente con la performance. ‘El Ciclo de la Lucha’ fue una maravilla, Odette Fajardo estaba sentada en uno de los huecos que no están techados y allí fue contándonos con dolor el sufrimiento de un barrio, de un mundo que se muere, o que dejamos que se muera. En su performance comenzó a llover, de forma tímida, lo cual impregnaba de algo místico a la actuación.
Por último, en la Plaza del Rosari ‘Input/output (work in progress’ de Jaume Nieto, impactante como pocas. Pero hubo algo antes de que Jaume comenzara con su espectáculo, y es que un niño se colocó en el centro del círculo creado ex profeso para la performance, y comenzó a cantar y a bailar. Era un espontáneo que al principio se reía de todo, pero al que le fue cambiando la cara a medida que avanzaba la interpretación. El niño preguntaba y se interesaba, no estaba allí riéndose de nada, ya no, solo admiraba lo que sucedía con el misterioso personaje. Quizás fue un impacto para él, algo que desencajó su psique y se la recolocó de modo diferente, entendiendo que a través de la cultura y las artes escénicas las mentes se pueden transformar, y ¿por qué no también el barrio?
Javier Caro
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