‘Miedos, relinchos, mascarillas y pan negro’, de Endika Basaguren
La Neomudéjar
Antonio Nebrija s/n, Madrid
Hasta el 11 de julio de 2021
‘Miedos, relinchos, mascarillas y pan negro’, la exposición de Endika Basaguren (Bilbao, 1978) que ha pasado por el Horno de la Ciudadela de Pamplona y agota sus días en La Neomudéjar de Madrid, es una impactante metabolización del miedo y la incertidumbre provocados por el virus. La visión de un tiempo oscuro, la intuición personal de una guerra mundial encubierta que conecta naturalmente, en la cosmovisión del artista vasco, con el espíritu de nuestra época y con otros traumas sin liquidar de la historia ya no tan reciente como la guerra civil española.
El hermoso abandono de La Neomudéjar ofrece un acompañamiento ideal a la propuesta multisoporte de Basaguren. Hay dibujo, pintura, escultura, pero también registro performativo, a través de la instalación en vídeo de la acción ‘Bichos contagiosos’, realizada en colaboración con la actriz Aintza Uriarte, o del ‘Diaro de cuarentena’.
‘Miedos, relinchos, mascarillas y pan negro’ está formada por piezas inspiradas y realizadas durante la pandemia, pero también por obras procedentes de exposiciones anteriores: los libros quemados, encapsulados o alterados, las banderas ficticias y distópicas de potencias alternativas o los paisajes urbanos y domésticos de un mundo abandonado de ‘World sweet world’ (2020), ‘Amalurra, solo la tierra podrá juzgarme‘ (2019) o ‘Borrar las huellas de la memoria’ (2017), que tienen un valor casi premonitorio. El conjunto ilustra la continuidad natural del trabajo de Basaguren a la hora de acercarse a los miedos propios y colectivos en una suerte de autoterapia.
Recibe al visitante de la Neomudéjar el retablo sobre papel formado por las diferentes estampas de ‘Retrato de una pandemia’. Una colección de impresiones –soles pardos, murciélagos que penden de su cueva como ciudadanos confinados, el oscuro presentador de un informativo continuo, el enigmático elefante de un circo siniestro, la vigilancia policial– que reflejan el estado de ánimo del autor, para quien pintar fue una manera de paliar la ansiedad que le provocaron las circunstancias del confinamiento.
La primera pieza genuinamente pandémica realizada por Basaguren, ‘Aititeren Ogiak’ (‘Panes del abuelo’) se encuentra un poco más adelante. Un tríptico rodeado de restos óseos y alimentos de la miseria, patatas y mendrugos, que evoca irremediablemente al picassiano caballo del ‘Gernika’ y con ello a la Guerra Civil. “El confinamiento y el toque de queda me hicieron pensar en la guerra de nuestros abuelos. Fue una forma de aproximarme a nuestro miedo a través de la memoria propia, familiar y colectiva», explica Basaguren para MAKMA.
La historia inspiradora de ‘Aititeren Ogiak’ es genuinamente personal. Su abuelo fue un gudari represaliado, un marino al que en la posguerra las autoridades franquistas prohibieron navegar. Para ganarse la vida, se vio obligado a hacer la ruta del pan entre dos pueblos distantes. La desesperación que a aquel hombre acostumbrado a la libertad y la visión del océano le producía aquella situación le hizo matar al caballo que le acompañaba en su ingrata tarea.
La conexión con el pasado inspira otras piezas de la muestra, donde la recreación de viejas fotografías familiares incorpora de repente a un inquietante deudo enmascarado: una sugerente prospección de cómo verán nuestros hijos y nietos las fotos de este 2020 integradas en el álbum de familia. Una apelación a la memoria, constante de la obra de Basaguren, que sintoniza con la crítica del presente; explícita en la serie ‘Bozales’ o, Bukowsky mediante, en la pieza ‘El mundo gira en torno a un eje podrido’. Elementos que no hacen sino perseverar en la impresión del visitante de que, al contrario de lo que reza el eslogan oficial, de esta no salimos, precisamente, más fuertes.