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‘Paraísos perdidos’, de Éric-Emmanuel Schmitt
AdN Alianza de novelas, 2022
En estos días de finales de marzo en que solo oímos hablar de guerras, frío, lluvias que anaranjan la luz de media tarde, batallas políticas, conflictos territoriales o precios que se desorbitan, parece que el único cobijo que nos queda es la cultura.
Mirar detenidamente un cuadro, dejar que pase el tiempo en su contemplación. O leer, leer como si fuese la primera vez, como si acabásemos de aprender. O ver una película y dejarnos sorprender por las imágenes en movimiento; eso es lo último que nos queda, y eso es lo que el escritor Éric-Emmanuel Schmitt nos propone desde las páginas de su última novela llegada a España: ‘Paraísos Perdidos‘ (AdN Alianza de novelas).
Con una obra sensible y profundamente filosófica, nos ha ido recreando mundos para explicarnos las incógnitas de este nuestro. Todos debemos estarle eternamente agradecidos por ese personaje del Señor Ibrahim que escribió, gracias al que pudimos ver a Omar Shariff en el que fue su mejor y último papel en el cine. El inolvidable Yuri Zhivago se transformó en el Señor Ibrahim.
Ahora, por estos ‘Paraísos perdidos’ que nos relata vuelve a desplegar un abanico inolvidable de personajes caleidoscópicos, vulnerables y fuertes a partes iguales. “¡Que delicia RENACER! Infinitamente mejor que nacer”, dirá Noam, el protagonista narrador, en el primer párrafo de esta novela.
Y, efectivamente, renacer nos permite volver a observar el mundo con la mirada del niño, volver a sonreír al ver un perro deambulando o admirarse del aroma de las flores, pero, además, renacer nos da una nueva oportunidad. Podemos seguir a partir de lo ya vivido, de lo aprendido, de los errores ya cometidos. Definitivamente renacer es infinitamente mejor que nacer.
A partir de ese renacer, el autor francés Éric-Emmanuel Schmitt nos hace viajar en el tiempo hasta el neolítico: “Nací hace miles de años, en una tierra de arroyos y ríos, a orillas de un lago que se convirtió en mar”, será el principio de esta historia. Una historia de tristeza y desolación, de vergüenza por lo que a diario hacemos con el mundo que nos rodea, una historia en la que si renacer era mejor que nacer era porque podíamos intentar aliviar algunas penas. En cambio, los seres humanos nos empeñamos en cavar aún más profundo el pozo de nuestra propia tumba.
El proyecto emprendido por Schmitt es de una envergadura titánica. ‘La travesía de los tiempos’ será la narración de la historia de la humanidad desde el neolítico hasta las revoluciones técnicas. A partir de los grandes puntos de inflexión de la historia, de la que el diluvio es ese primer momento, Schmit desea hacernos ver que tras cada cataclismo hemos sabido reinventarnos.
Ahora bien, Noam se despierta en este mundo de ahora y descubre que “¡Ocho millones de personas habitan la tierra en la actualidad! Ocho millones de personas bombean gasolina, gas, conducen automóviles, cogen trenes, viajan en avión, consumen electricidad (…). Ocho mil millones de personas solo piensan en sus ganancias, en sus placeres. Ocho mil millones de personas no quieren cambiar nada mientras todo cambia”.
Entonces, es consciente de que esta vez sí hemos logrado llegar al final de esa travesía de los tiempos. No encuentra de qué modo podremos sobreponernos a este nuevo punto de inflexión al que nos estamos enfrentando. No estamos ante el simple final de una era; Noam, que ha vivido atravesando toda la historia de la humanidad, es consciente de que esta vez no va a ser fácil que nos recompongamos: ahora sí hemos provocado nuestro propio final. No hay dios al que acusar, nos hemos bastado y nos hemos sobrados solos.
Decía al comienzo que se trataba de una historia triste y desoladora, pero no podemos olvidarnos –como bien indicó Schmit durante la presentación de la novela en la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo de Sevilla– que los seres humanos tenemos la capacidad de sobreponernos incluso cuando a nuestro alrededor solo quedaban cenizas, ni rescoldos siquiera, pero no podemos negar que Noam tiene razón y esta vez nos lo hemos puesto demasiado difícil.
La pregunta que nos plantea entonces con esta novela es: ¿seremos capaces de salir de esta? ¿Volveremos a levantarnos y asombrarnos de una pequeña mariposa o estamos tan ahítos que hemos perdido el ansia? Si la función de la literatura es hacernos sentir incómodos porque nos fuerza a mirar más allá de nuestro campo de visión, Schmit nos hace enfrentarnos a la pregunta que más nos avergüenza a todos: ¿seremos capaces…?
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