‘Maná’, de Daniel Ramón y Pedro Uris
Editorial Carena
Un grupo de científicos de distintos países sueña con elaborar el alimento universal que acabe con el estigma del hambre en el mundo. Veinte años después varios de ellos mueren en extrañas circunstancias. El científico español que estuvo presente en aquella reunión es el único superviviente y será el protagonista de un trepidante thriller biotecnológico, ‘Maná’ (Editorial Carena), escrito al alimón por Daniel Ramón y Pedro Uris, que se presentó en La Nau.
Un científico holandés muere al caer por un acantilado en un paraje desierto del norte de Europa. Aparentemente, es un accidente. En Helsinki, un científico chileno es asesinado por un chapero. Aparentemente, es un crimen de móvil sexual, pero esa misma noche un grupo de vándalos arrasa sus laboratorios y llena las paredes con pintadas contra los alimentos transgénicos. En Berlín, un científico alemán pierde la vida en un atentado contra sus laboratorios, que la policía atribuye a un grupo de radicales antisistema. Aparentemente, una trágica coincidencia. Antes de morir, el científico alemán ha enviado un mensaje a su hija, una activista con la que ni siquiera se hablaba, en el que pide que contacte con un colega español. Es, en síntesis, el argumento de una historia que combina el ritmo cinematográfico y la intriga con la divulgación científica, y que aborda temas polémicos de actualidad, como los transgénicos.
¿Cómo se han repartido el trabajo?
De la única manera posible para que la novela tuviera esa imprescindible condición de obra única, sin repartírselo. Participando ambos de todos los apartados del proceso de creación y de escritura, aunque a cada uno de nosotros siempre se le pidiera un poco más cuando se trataba de sus habilidades particulares.
En la hipótesis de que el maná de la Biblia existiera, qué tipo de alimento sería. ¿Tal vez paella valenciana?
El maná de nuestra novela no tiene valor gastronómico, aunque entendemos la ironía de la pregunta al asociar el término con la gastronomía. La paella es un excelente maná, pero sabemos que todos los pueblos tienen su maná particular y que siempre es exquisito, simplemente porque todo un pueblo no se puede equivocar y disfrutar de un plato nacional que carezca de valor gastronómico. Sólo hay que tener la mente lo suficientemente abierta para encontrarlo.
¿Llegará un día en que se podrá realmente elaborar ese alimento universal y que nadie pase hambre?
Para que ese día llegue hará falta que los dirigentes de los países ricos tomen las medidas sociales y políticas oportunas para ayudar a los países donde hay hambruna. Sin eso, la ciencia, transgénica o no transgénica, no tiene nada que hacer. Cuando esas medidas se tomen, la investigación en biotecnología será una potente herramienta de apoyo, pero no la única.
¿Son los transgénicos un camino hacia ese futuro ideal o un peligro para el equilibrio medio ambiental?
Son sin duda un camino que no se abrirá hasta que se tomen las medidas previas de las que hablamos. También pueden dar solución a muchos problemas agronómicos en países ricos, incluyendo reducción del impacto ambiental. Esto ya ocurre con alguno de los desarrollos transgénicos que ya se cultivan y que han conseguido reducir un 90% el uso de pesticidas. Pero hay que controlar su cultivo, como habría que controlar el de los cultivos orgánicos o los convencionales hasta asegurar que su uso se da en el marco de un desarrollo sostenible.
La acción se desarrolla en lugares muy variopintos. ¿Cómo se han documentado para ambientar los escenarios?
Hemos estado en todas las ciudades en las que sucede la historia: París, Wageningen, Berlín, Helsinki, etcétera, y también en los espacios concretos de la acción. Hemos estado en la habitación de hotel en la que tiene lugar uno de los clímax de la novela, o en el edificio Tacheles donde se concentran los movimientos alternativos. Hemos buscado y fotografiado los domicilios de nuestros personajes e incluso nos sentamos en el mismo banco de parque en el que muere uno de ellos.
Todo el mundo está a favor de la Ciencia y a la hora de la verdad, al menos en España, los científicos se ven obligados a emigrar. ¿Por qué esta absurda paradoja?
Por una falta de altura de miras de nuestra clase política. Hasta que la investigación científica no sea considerada una cuestión de estado, como lo debería ser también la educación o la sanidad, no tendremos nada a hacer. Parece mentira que para cuestiones tan importantes no se pueda llegar a un mínimo consenso, pero desgraciadamente es así.
¿La tecnología nos salvará del colapso o habrá que colonizar otros planetas para que la humanidad pueda sobrevivir?
No podemos sobrevalorar a la ciencia. El colapso lo debemos de evitar analizando lo que estamos haciendo mal y empezando a tomar medidas para evitar esos fallos.
¿No les parece obscena esa obsesión actual por la gastronomía cuando millones de personas en el mundo pasan hambre?
No tanto obscena como deprimente. Contrasta hablar de estrellas Michelín en nuestro país cuando somos el segundo país de la UE en hambre infantil.
Doctorado en Ciencias Biológicas, Daniel Ramón es director científico de Biópolis, miembro asesor de la Càtedra de Divulgació de la Ciència de la Universitat de València, y fue galardonado con el Premio Europeo de Divulgación Científica Estudi General con la obra ‘Els gens que mengem’. Pedro Uris es escritor, crítico y realizador cinematográfico. Colaborador habitual de la Cartelera Turia, es el autor de la novela ‘Cita con la eternidad’.
Bel Carrasco
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