Ética y enseñanza | Alberto Adsuara
MAKMA ISSUE #05 | Diseño
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2022
El mundo analógico aún existe, solo que ahora es digital.
Esta sería una afirmación que responde a la realidad y no habría más que imaginar un apagón digital para corroborar su nivel de veracidad. La cuestión es que, si invertimos la frase, su nivel de veracidad sigue siendo el mismo: el mundo digital existe, solo que ahora aún es analógico.
¿Cómo puede ser esto posible? En principio se debe al hecho de estar viviendo un cambio de era a tiempo real. Algo de lo que mucha gente no es realmente consciente. Y el tiempo real… se toma su tiempo, no va lento, desde luego, pero tampoco tan rápido como muchos piensan.
La transición no era/es cuestión de una sola generación como se llegó a creer hace unos pocos años. Aún recordamos cuando llamábamos nativos digitales a chavales que lo único que les distinguía de anteriores generaciones era su mayor simbiosis con las nuevas tecnologías. Cuánta ingenuidad.
Pero la expansión y democratización de la tecnología, lo sabemos hoy, es solo una parte de lo que podemos entender por lo digital. Lo digital sería más una cuestión de mentalidad, de interiorización, de estado asimilado y diríamos que colectivo. Por ejemplo, aunque parezca mentira, los jóvenes son, posiblemente, los que menos sepan acerca de lo digital. Tal y como ha venido sucediendo siempre, los jóvenes son quienes precisamente se definen por su estadio de aprendizaje constante; quienes necesitan adquirir las herramientas y los conocimientos que les permitan una aproximación cabal a la realidad.
Esto lo sabemos, fundamentalmente, quienes nos dedicamos a la enseñanza, en la medida en la que convivimos con esos jóvenes a diario. Y lo sabemos especialmente aquellos que nos dedicamos a la enseñanza de la imagen, de su problemática, su creación y su difusión. Entre otras cosas porque sabemos que, con independencia de que guste más o menos, o de que lo aceptemos mejor o peor, toda imagen es digital y el futuro es imagen y solo imagen.
Y si el futuro es solo imagen, la responsabilidad de los creadores de esa imagen es forzosamente inmensa.
Nadie duda acerca de la resolutividad de las nuevas generaciones, pero no conviene engañarse: aunque sepan manejarse mejor que sus padres en lo tecnológico, siguen siendo seres por madurar en el resto de las cosas. El mundo de la imagen es mucho más complejo de cuanto pueda imaginar un chaval con grandes dotes y habilidades tecnológicas, y es ahí donde debe emerger el profesor contemporáneo (de Imagen y Diseño), poseyendo una serie de características estrechamente vinculadas a un cierto sentido de la ética.
Mundos paralelos, pero convergentes.
Cuando decimos que el futuro es imagen sabemos de la responsabilidad que esto implica, algo que hay que asumir de forma íntegra y, además, siempre ilusionada (y esta condición resulta más importante de lo que pudiera parecer). Si el futuro es imagen, formar a los responsables de la imagen del futuro debe contener un fuerte sentido de la ética profesional pedagógica.
Es necesario asumir, desde la docencia, la inmensa responsabilidad de ofrecer una enseñanza que imbrique la parte tecnológica más avanzada con la abundante cultura visual necesaria, pero sin olvidar nunca el componente humano/humanístico que debe ser indisociable de toda creación.
Y es por esto que el fundamento de toda enseñanza contemporánea de diseño recae sobre la calidad de sus docentes, que están en la obligación de transmitir esa gran responsabilidad que supone diseñar la imagen del mundo, esto es, diseñar el propio mundo.
Se trata, creemos, de la forma óptima de hacer converger lo que ahora más que nunca parece dividirnos a través de una gran brecha generacional que, en realidad, no es tan grande después de todo. A los jóvenes del hoy les hacen tanta falta, como siempre, personas en su entorno que sean más sensatas que ellos y que posean más conocimientos que ellos.
Así, la clave se encuentra –también, como siempre– en conocer los resortes necesarios para lograr la mejor convergencia posible de mundos paralelos en ambos sentidos: la que fusiona lo analógico con lo digital y la que optimiza la relación intergeneracional.
En definitiva, resulta necesario asumir que el contenido impartido desde la docencia debe responder a un estudio programático serio y eminentemente digital, pero sin olvidarse en ningún momento que la calidad profesional de los profesores será indisociable de sus cualidades humanísticas.
Alberto Adsuara
Artista visual y docente
Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #05 | Diseño (junio de 2022).