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‘Fake News. La fábrica de mentiras’
Comisariado: Mario Tascón y Fundación Telefónica
En colaboración con Biblioteca Nacional de España, la Universidad CEU San Pablo y la Fundación Maldita.es
Espacio Fundación Telefónica
Fuencarral 3, Madrid
Hasta el 7 de enero de 2024
“A escala global, se estima que cada segundo compartimos, de media, más de 6.000 tuits, 740.000 mensajes de WhatsApp y 700 publicaciones en Instagram. Esta velocidad sin precedentes nos conecta como nunca antes a lo largo de la historia, pero también nos hace más vulnerables ante la manipulación informativa”.
Este es uno de los enunciados recogidos en la exposición ‘Fake News. La fábrica de mentiras’ que acoge el Espacio Fundación Telefónica, reuniendo alrededor de 120 piezas de colectivos como Domestic Data Streamers, Tactical Tech o The Yes Men, y de artistas como Joan Fontcuberta, Jonas Bendiksen o Hao Li. Enunciado que pone en relación la saturación informativa en la era de Internet con la dificultad –ahora más que nunca a causa de tan masiva proliferación de mensajes– para calibrar el grado de esa manipulación.
“Aunque la humanidad lleva siglos conviviendo con la falsedad y la tergiversación, Internet y los canales de difusión han hecho que el impacto de las noticias falsas adquiriera proporciones inéditas”, se añade en uno de los paneles explicativos que acompañan la muestra.
“Los engaños han existido siempre. Pero vivimos en la era en que la posibilidad de llegar a la realidad se ha desvanecido y además parece no importar mucho”, apunta el filósofo José Antonio Marina en uno de los pódcast de su ‘Panóptico’, el titulado ‘¿El periodismo puede ser objetivo? ¿Debe serlo?’. Objetividad que, vinculada con la verdad, define Marina como parte de un “proceso perfectible”, también como fruto del “pensamiento mejor verificado”.
El profesor Jesús González Requena precisa en ‘El espectáculo informativo’ que “si la noticia es un discurso construido a partir de un suceso, carece de sentido postular la ausencia de manipulación en tal proceso; más allá del ingenuo valor peyorativo, negativo, que la ideología de los medios da a esta palabra, debe reconocerse que nombra expresivamente lo que sucede en el proceso de conversión del hecho bruto en discurso informativo”.
‘Fake News. La fábrica de mentiras’ prescinde del hecho constitutivo implícito en toda información –que, como recuerda González Requena, significa, después de todo, “dar forma a algo”–, para centrarse en la dimensión que alcanza esa manipulación en nuestra sociedad hipertecnologizada.
Que la manipulación sea ignorada, supone, para el profesor de la Universidad Complutense, la aceptación de “de una ideología que, bien aclimatada en el sentido común de nuestros contemporáneos, mixtifica sus relaciones con los llamados ‘medios de comunicación de masas’. Mixtificación que se sustenta en la confusión entre lo real y la realidad, en el olvido de que el Lenguaje media entre uno y otro”. Y concluye: “El orden de la información es, por tanto, el orden de la construcción de la realidad”, y, precisamente por ello, “a diferencia de lo real, la realidad es siempre social y necesariamente intersubjetiva”.
A esa construcción de la realidad, a partir de la lógica manipulación de los sucesos en bruto que dan pie a su conformación, es a la que dedica su mirada la exposición del Espacio Fundación Telefónica comisariada por el periodista Mario Tascón –tristemente fallecido el pasado mes de septiembre– y Fundación Telefónica, en colaboración con la Biblioteca Nacional de España, la Universidad CEU San Pablo y la Fundación Maldita.es.
“Tenemos más información que nunca… y sin embargo hemos perdido nuestra capacidad de concentración, atención y análisis. Nuevos informes nos dicen que la capacidad de atención del ser humano se acorta cada año (actualmente se sitúa en ocho segundos)”, se apunta en otro de los paneles de la muestra.
Esta capacidad de atención cada vez menor es una de las dificultades con las que nos topamos los ansiosos consumidores de noticias, para detectar el sentido de la manipulación. Otra de las dificultades vendría del lado de la propia espectacularidad informativa ligada a nuestras emociones.
“Si la información que se presenta impacta emocionalmente y coincide con nuestras ideas, es altamente probable que se considere verdadera, aunque su confección sea burda”, se subraya en la exposición dividida en diversos y elocuentes apartados: ‘Desinformación’; ‘El cerebro nos engaña’; ‘Noticias falsas en la historia’; ‘Fabricar mentiras’; ‘Manipular la imagen’, ‘Combatir mentiras’.
A este respecto, señala Marina: “No podemos prescindir de nuestras vivencias subjetivas, pero no podemos encerrarnos en ellas”. Y agrega: “Todos somos vulnerables a las emociones políticas que enturbian la mente –nos enardecemos con facilidad– y alguien querrá aprovecharse de esa vulnerabilidad”.
‘Fake News. La fábrica de mentiras’ también se hace eco del concepto de sesgo cognitivo, que se refiere “a aquellas operaciones mentales no conscientes que intervienen en nuestra interpretación del mundo y toma de decisiones”.
“En palabras de Herbert A. Simon –continúa la explicación–, su origen parece ser un rasgo adaptativo surgido durante la evolución humana, para favorecer reacciones rápidas ante ciertos estímulos potencialmente dañinos, en situaciones en las que una respuesta inmediata puede ser más valiosa para la supervivencia que un análisis exhaustivo”.
“Aunque tengamos la impresión de que somos capaces de analizar el mundo y la información que nos llega de manera impecablemente objetiva, conviene ser conscientes de que, a veces, nuestro propio cerebro nos engaña”, se concluye en el apartado precisamente dedicado al engaño por parte de nuestro cerebro.
“Los ciudadanos estamos sometidos –resalta Marina– a múltiples sistemas de adoctrinamiento y de manipulación emocional, de los que con frecuencia no somos conscientes, pero que limitan mucho nuestra responsabilidad a la hora de elegir”. El autor de ‘El deseo interminable’ pone igualmente el acento en la problemática del movimiento woke, para el que “una buena causa puede justificar la falta de objetividad e incluso la mentira”.
Sobre nuestra predisposición a las noticias falsas, la muestra ‘Fake News’ apunta que uno de los rasgos esenciales en la evolución del cerebro humano nos dice que existe “la pulsión por formar parte de un grupo social, que nos inclina hacia la opinión colectiva”. “Somos más propensos a creer en la información que conecta con nuestras emociones y confirma nuestras creencias”.
La muestra está plagada de ejemplos que ilustran esa “fábrica de mentiras” aludida en el título del conjunto expositivo. Así, un estudio de la Universidad Complutense de Madrid afirma que el 90 % de los españoles ha compartido noticias falsas alguna vez. La ‘Donación de Constantino’ (1520) es un documento fabricado que, en la Edad Media, se considera la fake news por excelencia, ya que sirvió de pretexto para legitimar las aspiraciones papales.
La famosa transmisión radiofónica ‘La Guerra de los Mundos’, de Orson Welles (1938); el proyecto ‘Ojos sobre Saddam’ (2003), sobre los supuestos emplazamientos de armas de destrucción masiva en Irak; la obra ‘Sputnik’, de Joan Fontcuberta, en torno a la desaparición del supuesto coronel Ivan Istochnikov en plena carrera espacial entre Estados Unidos y la URSS, o la instalación de Hao Li, que presenta una deepfake reconocedora del rostro del visitante, que lo intercambia por el de un famoso en tiempo real, son algunos de esos ejemplos que van salpicando la exposición.
González Requena insiste en que eso que llamamos “realidad social”, que el Espacio Fundación Telefónica muestra a partir de sus percepciones más sesgadas, no deja de ser “el conjunto de sucesos e instituciones que afectan de manera significativa al conjunto del cuerpo social”. “Los conflictos ideológicos –la lucha ideológica de clases, en términos marxistas– suponen, en último extremo, puntos de disenso en la configuración de la realidad social”.
“La verdad no está al principio, sino al final de un proceso. La búsqueda de la certeza es costosa y es larga”, asegura José Antonio Marina. Para llegar a ese final se requiere, por tanto, paciencia e imparcialidad, que consiste en “no ser de una de las partes en conflicto, sin quedarse en una neutralidad aséptica, sino nutrirse de razones hasta finalmente tomar una decisión”. ‘Fake News. La fábrica de mentiras’ expone esa otra cara de la verdad que tanto cuesta alcanzar y tan poco tiempo dinamitar.
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