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‘El fin del Mundo etc…’, de Fermín Jiménez Landa
Centro Cultural Las Cigarreras
San Carlos 78, Alicante
Hasta el 2 de septiembre de 2022
Es bien sabido que la realidad o el subconsciente son dos fuentes de inspiración históricamente exploradas por los artistas. Fermín Jiménez Landa (Pamplona, 1979) sigue esta estela y, más romántico o más realista, lo cierto es que el artista no vive ajeno a su tiempo. “Cuando interactúas con la realidad, la realidad te devuelve cosas que a uno no se le hubieran ocurrido”, explica.
Su última individual, ‘El fin del Mundo etc…’, es un relato personal sobre el paso del tiempo, sobre el futuro “definible en negativo –lo que no ha pasado–, lo venidero”, en palabras del propio autor. “La idea de fin del mundo existe prácticamente desde el principio del mundo. Aparentemente, trata del futuro, pero interviene en el presente; resulta paralizante y nos lleva a la rendición y el sometimiento. No hay responsabilidad, porque no hay solución”, añade.
Más que centrarse en “estudios serios y argumentados” –de haberlos–, lo que interesa a Fermín Jiménez Landa son los “los presentimientos, las intuiciones y los vaticinios creados casi de la nada”. Y así queda de manifiesto en ‘Nunca irás a Roma’, la pieza central del montaje, compuesta por una selección de estos augurios.
“Busqué vaticinios e intuiciones en gente más outsider. Pregunté a niños, a borrachos, a gente que, de alguna manera, vive al margen de la sociedad. A veces, me iba de noche a los bares con una libretita e interrogaba a los camareros. Anotaba lo primero que salía”. Fermín Jiménez Landa apuntaba especialmente esas intuiciones que no hablaban del futuro, sino del presente, es decir, de lo que uno quiere oír en una frase, comúnmente simplona, sobre temas manidos como el amor o el dinero.
Todas esas frases fueron impresas en papel e introducidas en “galletas de la suerte”, que se encuentran a disposición de los visitantes en el Centro Cultural Las Cigarreras. “Ahí están un poco como obra de arte, jugando con la ambigüedad de lo que se puede hacer o no con esas galletas. La idea era que, poco a poco, fueran saliendo del museo rumbo a los restaurantes”, aclara.
Marcado, de algún modo, por un cierto espíritu de “estética relacional” –que diría Nicolas Bourriaud–, Fermín Jiménez Landa provoca que los límites de la obra de arte se extiendan más allá del espacio expositivo. Para ello, el artista ha contactado con una asociación cultural chino-alicantina con el fin de que esta medie en el proyecto para poder llevar las “galletas de la suerte” como sobremesa a diversos restaurantes orientales de la ciudad. Reconoce, eso sí, que le cuesta que entiendan la idea, por lo que no descarta enviarlas a restaurantes de comida local.
“Me interesa ese encuentro del público no artístico que va a comer a un sitio y, de postre, le ofrecen una galleta de la fortuna”, comenta. Con un marcado carácter experimental y experiencial, el modus operandi del artista evoca situaciones prevista unas veces, otras no, pero siempre fundamentadas en narrativas cotidianas y objetos que nos hablan de historias profundas. Leer la cartela –de haberla– se hace imprescindible.
Conceptualmente, su trabajo es heterogéneo, y también lo son sus planteamientos. Pero se trata de un arte conceptual “no tan pedante” como otros, según él mismo nos cuenta. “La obra te lleva a formar imágenes en tu cabeza que no tienen nada que ver con lo que estás haciendo, que a lo mejor es superanodino”.
Lejos de crear algo amable, como se suele decir, “de gusto burgués”, el pamplonés cuestiona e interroga prácticamente sobre todo lo que hace, pudiendo afirmarse que ninguna de sus trabajos puede ser objeto de deleite si no es mediante la actividad de un espectador activo interesado en leer unas líneas, o escuchar atento una explicación. Como dijo Martha Rosler en una ocasión, todas las obras de arte “o bien desafían, o bien apoyan (aunque sólo sea tácitamente) los mitos imperantes que una cultura considera Verdad”.
“Cuando tengo la oportunidad de explicarla cara a cara, funciona, pero noto que no acaban de tomárselo totalmente en serio. Sin embargo, en general, creo que la obra les conmueve”, explica. Por ejemplo, en ‘Menos de un día’, otra de las obras incluidas, se exhiben recortes de mapas del tiempo para indagar en “esa relación rara que predice lo que va a pasar el día siguiente, pero que en realidad son papeles del pasado”. “Hablar del tiempo siempre fue algo frívolo y superficial. Sin embargo, hoy en día, se ha convertido en un tema central, relevante”, asevera.
“Me resulta curioso que la ciencia de la predicción del tiempo sea una cosa científica que usa tecnología puntera pero, sin embargo, no consiga ser más que un futurible. Son cálculos, estadísticas, pero no el futuro tal cual”. De este modo, Jiménez Landa presenta, más que representa, aunque reviste de un cierto halo de misterio cómico aquello que nos muestra delante, como, por ejemplo, una viga de hormigón titulada ‘Desequilibrio’ (2019), perfumada en cada extremo con “la fragancia de una clase social opuesta”, esto es, Varon Dandy y Chanel Nº5.
“Me cuesta hacer una afirmación sobre lo que hago, porque son obras muy distintas, y para unas vale y para otras no. Cuando llevo las ideas a la realidad, como que molan más”, sonríe Fermín Jiménez Landa, un artista empeñado en mantener con vida el arte conceptual, ese acontecimiento disruptivo efervescente en los setenta que parecía que iba a marcar todo el arte contemporáneo posterior y que, finalmente, no sucedió exactamente así.
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