‘Francis Bacon-Lucian Freud: De Profundis’
Comisaria: Belén Herrera Ottino
Fundación Bancaja
Plaza de Tetuán 23, València
Del 28 de mayo al 5 de septiembre de 2021
“Quiero que la pintura se convierta en carne”, señala Lucian Freud (1922-2011) en uno de los textos de la exposición ‘Francis Bacon-Lucian Freud. De Profundis’, que acoge la Fundación Bancaja de València hasta el 5 de septiembre. “Me gustaría que mis cuadros dieran la impresión de que por ellos hubiera pasado un ser humano como un caracol, dejando un rastro de la presencia humana… como el caracol deja su baba”, apunta Bacon, en otro de los testimonios recogidos en la muestra.
El artista irlandés, entrevistado por David Sylvester, dejó en su momento otra pista demoledora: “Cuando entras en una carnicería y ves lo hermosa que puede ser la carne… puedes pensar en todo el horror de la vida… de que una cosa viva a costa de otra”, en este caso con reminiscencias bien próximas acerca de esos virus que, como la covid-19, pueden llegar a destruir un cuerpo humano. De hecho, la obra de Freud y Bacon diríase animada por esa vitalidad creativa rayana con la autodestrucción.
La exposición comisariada por Belén Herrera pone en diálogo la obra gráfica de dos artistas excesivos, tan distintos en su concepción plástica como similares en cuanto a la temática que los emparenta, que no es otra que la visión del cuerpo humano, su rostro y su figura, en carne viva. La unión de estos términos, la carne y la vida, va mostrando, ya sea a través del color de Bacon o el blanco y negro de Freud, la necesidad que tenían ambos de exhibir lo real que habita bajo la piel.
Los cuerpos retorcidos, al igual que los rostros, manifiestan en la obra de Bacon la corrupción a la que estamos sometidos los seres humanos con el paso del tiempo. “Recurría a fotografías, revistas, Rayos X o enfermedades bucales, de ahí esos gritos, para realizar su obra sin nadie en el estudio, en soledad”, subrayó la comisaria. Los extremos de la fisicidad son objeto de su mirada abismada en esas profundidades, a las que alude el título de la exposición. Profundidades no del ser, en tanto evocación de cierta interioridad metafísica, sino del cuerpo en su más descarnada materialidad.
“Mi idea del retrato se deriva de la insatisfacción que me producen los retratos que se parecen a la gente”, dice Freud en otro apartado de la muestra, para incidir en su necesidad de que las personas no se parezcan al modelo, sino que sean el modelo: “En lo que a mí concierne, la pintura es la persona. Quiero que eso funcione para mí como lo hace la carne”, concluye.
La obra de Francis Bacon y Lucian Freud se halla atravesada, cada uno siguiendo los dictados de su percepción plástica entregada a la consecución de un mismo fin, por esa idéntica manera de concebir el trabajo como un estallido de rabia contenida en el cuerpo y reflejada en el propio cuerpo. “El arte de ambos artistas nace de las profundidades”, destacó Rafael Alcón, presidente de Fundación Bancaja. “Nos asoman a emociones que parten de lo más hondo del ser humano”, agregó.
Profundidades, honduras, abismos, en los que Bacon y Freud se sumergen para extraer del cuerpo, que observan con pasión furibunda, la angustia que nos habita y que así, de forma descarnada, logran contener como se contiene la locura a través del delirio. “En Bacon, el tema de la soledad nos resulta insolente, porque nos choca, y de esa angustia que nos desnuda tratamos de distanciarnos”, señaló Herrera, quien precisa en el catálogo que acompaña la muestra: “Los cuerpos de Bacon tienen esa animalidad que trasciende las formas”.
La exposición ‘Francis Bacon-Lucian Freud. De Profundis’ pone el acento en sus influencias mutuas, derivadas de una primera y, de nuevo evocando el título, profunda amistad, que luego desembocó en una igualmente exacerbada, como no podía ser menos tratándose de dos artistas desgarrados, enemistad. Cuestiones personales al margen, lo cierto es que ambos manifestaron lo que repercutió en sus respectivos trabajos esa primigenia admiración.
“Creo que ese modo libre de pintar de Francis me ayudó a volverme más atrevido”, apunta Freud, quien, a juicio de la comisaria, pasó de una delicadeza en sus primeras obras a formas mucho más violentas después, herencia de Bacon. En el caso del pintor irlandés, Herrera dijo que la influencia de Freud se nota en la inclusión de elementos más íntimos y emocionales.
Aún más: Freud decía de Bacon, tal y como recoge Belén Herrera en el catálogo, que era “el ser humano más inteligente y más salvaje”. Bacon de Freud: “El problema de la obra de Lucian Freud es que es realista sin ser real”. Volviendo al núcleo de sus respectivos trabajos, podría decirse que viene a subrayar la corrupción del cuerpo, allí donde éste aparece desprovisto de tramas simbólicas que canalicen lo real, la materia bruta, para que su visión descarnada se haga carne, mas carne contenida en el misterio de cierta sacralidad.
“El grito de Bacon”, dirá el filósofo Gilles Deleuze en su ‘Francis Bacon. Lógica de la sensación’, “es la operación por la cual el cuerpo entero se escapa por la boca”. En este sentido, ‘Second Version of the Triptych 1944’ parece evocar al dentado monstruo del ‘Alien’ cinematográfico, saliendo del cuerpo definitivamente desgarrado y muerto de uno de los tripulantes de la nave Nostromo. Alusión cinematográfica que Herrera completa en el catálogo aludiendo a “los rostros desencajados de ‘El acorazado Potemkin de Serguéi Eisenstein y la escenografía de ‘Metrópolis’ de Fritz Lang”.
El cara a cara de Bacon y Freud en Fundación Bancaja ahonda en la “exploración de la soledad, el paso del tiempo, la angustia y el aislamiento”, apuntados por Alcón, a través de una serie de obras de ambos artistas, enmarcadas y usando el cristal del medio centenar de piezas como medio, por deseo expreso de sus autores, para que “el espectador se refleje y se incorpore al interior de las propias obras”, concluyó Herrera.
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