Pacolini. Amada Pires. Argi Arte

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Entrevista con Francisco Ibáñez San Emeterio Pacolini
Director de cortometrajes, productor de televisión y creador de la emisora de radio Cantabria FM
Ilustraciones de Amanda Pires (Argi Arte)

La televisión, la radio, la prensa escrita y el cine –sobre el todo, el cine– son los lugares por donde transita más a gusto el productor de televisión –con más de veinte programas a sus espaldas– y director de cortometrajes cántabro Francisco Ibáñez San Emeterio Pacolini (1947).

El cine es su pasión, que profesa tanto en calidad de espectador –siempre sentado en una butaca de cualquiera de las salas de cine de Santander y sus alrededores– como desde el otro lado de la realización, pues el salto de la butaca a la cámara para dirigir cortometrajes lo dio hace ya mucho tiempo.         

Tu nombre es Francisco Ibáñez San Emeterio, pero eres conocido con el sobrenombre de Pacolini. Cuéntanos de donde viene dicho apodo.

Hay un Fellini y hay un Pasolini. Pues bien: entre los años 85 y 95, yo trabajaba en el negocio de la distribución, en una empresa que se llamaba Norte Film. Eso me hacía ir a muchos festivales de cine, como Gijón, Valladolid o San Sebastián, entre otros. Y, en una ocasión, en el Festival de San Sebastián, alguien me dijo: “¡Hombre, el Pacolini de Santander!”. Y de ahí viene el nombre.

Tu carrera comenzó en la televisión, donde estuviste como productor más de veinticinco años. ¿Cuál es tu opinión acerca de la televisión que se hace hoy en día?

Te voy a ser sincero: la televisión sale muy cara. Yo he estado en Aquí TV, en TeleBahía y en Tele Santander, y cuando se cierra, porque llega Internet –porque ahora todo se puede hacer por Internet–, pues resulta que ya no me interesa la tele. Ya sé cómo se cuecen las alubias y no me interesa. Lo que sí veo son documentales, pero no ya en la tele, sino en las salas de cine. La tele ya no la veo.

 ¿Y cómo se hacía la televisión en aquella época?

En esos veinticinco años, vi cómo se hacía la tele, cómo era un medio para captar público, siempre distorsionándolo todo. Lo de los bulos de ahora no es nuevo, eso ya viene de atrás. Pero se hacía…con un poco más de picardía.

¿Cuántos programas has llegado a producir?

Yo llegué a tener veintidós programas como productor ejecutivo y teníamos cincuenta personas en plantilla. Es lo que te he dicho antes: la televisión sale muy cara.

Con toda la oferta de la que disponemos ahora en la televisión, ¿cuál crees que será el futuro, con todas las plataformas de streaming copando la atención del espectador?

La televisión, actualmente, es un reducto para la telebasura, los culebrones y demás. Por otro lado, Netflix ha puesto dinero para restaurar ‘Napoleón’ (1927), de Abel Gance, porque el camino que se lleva ahora el de las plataformas. Quieren que seamos rehenes de ellas y de sus catálogos.      

El otro día, el director del Festival de Cannes [Thierry Frémaux] presentó un documental de los hermanos Lumière –que es el segundo, ya, que hace– y contaba que todo va muy mal, que todo va hacia las plataformas.

Las plataformas tienen, también, muchos problemas, ya que han de crear contenidos constantemente. Para ello, tienen que tirar de directores que sean conocidos para el gran público. Aunque, últimamente, esos contenidos no los financian las propias plataformas, sino que son los productores y los artistas quienes lo hacen. Las plataformas tan solo aprueban o deniegan que el producto entre en su catálogo.

¿Qué porvenir ves para el público de esas plataformas?

El público es un adicto al sofá, al frigorífico. Eso va a llevar a que los problemas de socialización entre las propias personas se intensifiquen, propiciando incluso los problemas de salud, ya que, al no salir de casa y no tener los encuentros sociales que se producen al ir al cine, pasaremos a ser meros números en las listas de las plataformas mayoritarias.

Entonces, no tienes contratada ninguna plataforma.

Yo no pago nada. Es que me niego totalmente. No puedo ver ‘Ciudadano Kane’ [Orson Welles, 1941] en una televisión.

Francisco Ibáñez San Emeterio ‘Pacolini’, en la emisora de Radio Cantabria FM. Ilustración de Amanda Pires (Argi Arte).

También creaste la cadena de radio Cantabria FM y un periódico digital.

La radio siempre ha sido bastante querida. Ha tenido sus baches, pero la gente, cuando va en el coche, quiere acompañamiento. El problema de la radio es que requiere de una serie de contenidos que a la gente le atrape, como el fútbol o la política.

Además, el coste de una radio no es el mismo que el de una televisión. La radio, cuando yo empecé, no tiene nada que ver con la que hay ahora, que se puede hacer con un móvil y un ordenador.

El periódico digital ya tiene unos lectores fieles. No tenemos problemas, porque Google tiene un contador y con esos contadores nos dan una cantidad de dinero para meter ellos su publicidad. El periódico va bastante bien.

A ti siempre te ha gustado el mundo del cortometraje. ¿Cómo fue tu primer contacto con ese mundo?

Yo siempre, desde el año noventaitantos, he apoyado el corto en la televisión. Pusimos en un programa: “¿Tiene usted algún corto?”, y la gente venía con sus cortos. Allí aparecieron los hermanos Montero, Patxi Gabella… Siempre hemos hecho muchos amigos con los cortos.

Fotograma de ‘Échale dos…’, de Francisco Ibáñez ‘Pacolini’, estrenado en la Filmoteca de Cantabria.

Centrándonos en tu faceta de director de cortometrajes, ¿cómo fueron tus primeros pasos dirigiendo?

En Santander, había un centro cultural que estaba en Soto de la Marina, que lo llevaba su fundador, Gonzalo Fernández. Este hombre aglutinaba a toda la gente que hacía cortos, y ahí iba yo para ojear y ver si podía adquirir algún corto para la televisión.

Yo veía muchos cortos y me dije: “¡Pero si yo esto lo hago en la tele en un plis plas!”. Pero, claro, teníamos los medios para hacerlo: maquilladoras, cámaras, personal…

¿Recuerdas cómo fue tu primer cortometraje?

Hicimos un corto sobre el medioambiente que, visto hoy de nuevo, no lo quiero ni ver [se echa las manos a la cabeza]. Se llamaba ‘Todo por un sueño’ y, eso sí, como yo tenía mucha influencia en la televisión, se nos abrían las puertas de colegios y demás e hicimos un buen casting; un lujo.

Pero el primer cortometraje oficial salió de un acuerdo que hice con un director que ya estaba haciendo cortos. Este hombre requirió mis servicios y ahí nació ‘Cookie, Bob y otros perros del montón’. Fue fantástico: cincuenta personas en el set, que yo meneaba como si fuera una guerra. Porque hacer cine es como una guerra: eres como un dictador que tiene que… [risas].

¿Y cómo has vivido la evolución técnica en los cortometrajes?

Yo he vivido el 35 mm de corto, el DVD, que daba muchos problemas, y la última ya es que te lo mandan por Internet; te mandan el enlace y ya está. Es increíble toda esa evolución técnica. Ahora mismo, se puede hacer un corto con un teléfono móvil.    

Tus cortos abordan diferentes temáticas, desde la soledad hasta la dependencia. ¿De dónde sacas los temas que les dan vida?

De la propia vida, de los periódicos, de las noticias.

¿Y qué es el cortometraje para ti?

El corto es una carta de presentación. Los productores preguntan: “¿Qué has hecho?”. Y uno le puede responder: “He hecho este corto”. No hay que olvidar que el cortometraje crea ilusión. La gente que empieza un proyecto, sea de lo que sea, lo hace con ilusión. Y eso es lo importante.

¿Crees que el consumo de cortometrajes es rentable para la industria?

El cortometraje –pagando, digamos, tres o cuatro euros– no funciona. La gente, sin embargo, sí que ve cosas, devora cortos, pero, a lo mejor, a los cinco minutos los cortan.

¿Cómo te enfrentas a un día de rodaje?

Lo mejor de un día de rodaje es por la mañana, como decía [José Luis] Garci. Me meto en la ducha, me cae el agua y ahí, en la misma ducha, es donde me vienen todas las ideas. El agua fría me dice lo que hay que hacer ese día.

¿Cuál dirías tú que es tu punto fuerte durante el rodaje?

Yo soy muy hábil haciendo que todo funcione. ¡Son tantas cosas!: que si hay que ir a buscar a alguien en el coche, que si hay que coger el traje, que si vas a Retro para hacer un acuerdo de cara a ponerle en los títulos de crédito. Todo es como antiguamente: te cambio lentejas por garbanzos.

Ahora que mencionas los trueques en los rodajes, ¿después de tantos años, y más de veinte cortos, sigues teniendo problemas a la hora de filmar en ciertos sitios?

Como ya tengo muchos cortos, la gente me dice: “Ah, sí, he visto tus cortos. No, no, ven aquí a rodar”. Ahora se me abren las puertas. En mi curriculum vitae pone que yo hago cortos. Entonces, ya no tengo los problemas de antes, cuando iba diciendo: “Oye, ¿me puedes dejar rodar aquí?”, y no me dejaban o me pedían dinero.

Tus actores, por lo general, no suelen ser profesionales. ¿Has tenido algún problema a la hora de editar sus escenas?

Me pasa lo que a muchos directores: pagas a un actor, luego ves lo que hay y lo cortas en la sala de montaje. Hubo una vez una chica, a la que le cortamos una secuencia, que nos demandó. Fuimos a juicio y el juez le dijo que ella había entrado en este juego del cine y que no tenía por qué pedir nada. Salimos airosos, pero, a partir de ese momento, siempre que viene alguien le hacemos firmar una hoja en la que pone que no nos va a molestar en el futuro.

¿Qué personas suelen conformar tu equipo de rodaje?

Yo tengo ahora mismo, como se suele decir, un séquito. Tengo los mejores fotógrafos de foto fija: Mercedes Bodero, por ejemplo, que es una fotógrafa fantástica para los cortos. Luego está Txutxicorcan, que me hace cameos y también hace foto fija para planos largos. Tengo todo un equipo fiel a mis proyectos porque yo les creo ilusión.

En el último rodaje, el del cortometraje de ‘Paula’, miré un momento a Patxi Gabella, él me miró y ya sabía lo que yo quería. Eso es importante, ya lo hacía Éric Rohmer con Néstor Almendros.

¿Cómo es rodar un guion que no has escrito tú?       

No voy a hacer más cortos de un guion de nadie. Yo discuto conmigo mismo, no discuto con los guionistas.

Tu ultimo cortometraje, ‘Sin Retorno’, hizo una gira por varios lugares de la región terminando en la Filmoteca de Cantabria Mario Camus, en su sede de Santander. ¿Como fue esa experiencia?

Bueno, se llenó. El director de la Filmoteca [Christian Franco] va diciendo por ahí: “El único que me llena la sala es Pacolini” [risas].

¿Cómo ves el mundo del cortometraje en Cantabria?

Muy bien, muy bien, hasta tal punto que ya nos han salido imitadores. Por ejemplo, el día 27 de marzo, la asociación de la Llave Azul va a hacer en Torrelavega tres días de cortos. El llenazo de la Filmoteca [el pasado 25 de febrero] es una carta de garantía. Voy por los pueblos, a Potes, a Bezana, a Cabezón de la Sal, como los Rolling Stones.

¿Vas de gira?

Voy de gira difundiendo cortos. Pero no solo los míos, cuidado, sino también los de los demás. Ahora mismo, no tengo problemas para me dejen un corto. Eso sí, les hago firmar un papel.

Como sabemos que no puedes andarte quieto, la pregunta es obvia: ¿cuál será tu próximo proyecto?

Todavía no tengo título, pero tratará sobre los problemas que hay ahora mismo por Internet, y de las personas mayores que tienen dinero y encuentran a una persona que las acaba estafando. Está basado en hechos reales, así que no es nada nuevo.

Ya para terminar, ¿dónde se pueden ver tus cortometrajes?

En mi canal de YouTube. Se llama FISETV1.         

Pacolini. Amanda Pires. Argi Arte
Francisco Ibáñez San Emeterio ‘Pacolini’. Ilustración de Amanda Pires (Argi Arte).