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‘Jorge Oteiza y Eduardo Chillida. Diálogo en los años 50 y 60’
Comisario: Javier González de Durana
Fundación Bancaja
En colaboración con la Fundación-Museo Jorge Oteiza (Alzuza, Navarra) y Chillida Leku (Hernani, Gipuzkoa)
Plaza de Tetuán, 23. València
Del 5 de noviembre de 2021 al 6 de marzo de 2022
Eduardo Chillida (1924-2002) fue portero de fútbol de la Real Sociedad, experiencia de la que extrajo esa visión amplia del espacio desde el arco de su portería, así como su pasión por las manos, ya sea en forma de puños, con los que despejaba los balones que le llegaban a su área pequeña, o a la manera de la palma abierta con la que detenerlos. Y Jorge Oteiza (1908-2003) siempre ha recordado cómo de pequeño se metía en los agujeros que hacían los carros en la playa para contemplar, introducido en la arena, el azul del cielo.
Sus trayectorias artísticas pronto confluyeron, fruto de una misma pasión por la escultura, fraguada en esa mirada especial hacia la naturaleza y la materia de que está hecha (de la que estamos hechos), y de una amistad que la política truncó sin terminar de derribar del todo. Juntos fundaron el Grupo Gaur (1965-1967) y, pese a las discrepancias, nunca dejaron de observar, aunque fuera de reojo, lo que cada cual hacía. Ahora, casi veinte años después de sus respectivas muertes, Fundación Bancaja ha logrado reunir su obra en la exposición ‘Jorge Oteiza y Eduardo Chillida. Diálogo en los años 50 y 60’.
“Ha sido todo un reto, que se ha convertido en un hito”, subrayó Rafael Alcón, presidente de Fundación Bancaja, quien resumió el logro de haber reunido por primera vez de forma conjunta la obra de ambos escultores vascos como “una bella historia de posibles e imposibles”. “Inabordable”, quiso resaltar, “sin la colaboración del Museo Jorge Oteiza, en Alzazu, y de Chillida Leku, en Hernani”. “La muestra va de los años de amistad, no de los de su distanciamiento”, destacó Javier González de Durana, comisario de la exposición que estará en el centro cultural de Valencia hasta el 6 de marzo de 2022.
“Esta es una exposición conciliatoria, porque es imperdonable que una página tan brillante [de la historia de la escultura] quede empañada”, apuntó el comisario, refiriéndose a las acusaciones de plagio por parte de Oteiza que provocó la distancia entre ellos. “Esas acusaciones de plagio son nimias, de poco calado, porque ambos respiraban un mismo ambiente escultórico de la época”, de manera que, a su juicio, todo se debió “al clima de bipolaridad social del País Vasco que instrumentalizó a ambos, por intereses de confrontación ideológica”.
El abrazo que ambos escultores se dieron en 1997, tras años de ruptura, “tuvo algo de puesta en escena, de teatralización; había dosis de sinceridad, pero impostada”, afirmó el comisario, para quien, en cualquier caso, esa “enemistad sería otra exposición”, ya que la presentada en Fundación Bancaja pretende ir en la dirección contraria: “Las heridas estaban abiertas y esta exposición puede suturarlas”. “Estaríamos satisfechos con haber contribuido a esa reconciliación”, manifestó Alcón, para quien una futura itinerancia de la muestra al País Vasco sería ideal, aunque “habrá que buscar el momento adecuado”.
Las 120 obras, entre esculturas, dibujos y publicaciones, seleccionadas para la exposición, están distribuidas en diversos apartados conceptuales: ‘Humanismo y sacralidad’; ‘Cuerpo y representación’; ‘Identidad y diferencia’; ‘Documento e imagen’; ‘Espacio y gesto’; ‘Racionalismo y fabulación’, o ‘Ciencia e intuición’. Con respecto a estas dos últimas dicotomías, González de Durana apuntó que Oteiza era “más lógico, racionalista; más científico”, mientras que Chillida era “más romántico, más gestual, más aéreo”.
En el texto que acompaña al carácter científico o intuitivo de ambos, se dice que el “temperamento fogoso” de Oteiza daba lugar a “obras templadas con la científica frialdad propia de un laboratorio”, mientras que, en el caso de Chillida, partiendo de su “calma serenidad” iban surgiendo piezas “que parecen contener interiores ardientes, alzándose y cruzando el aire como llamas detenidas o relámpagos mineralizados”.
Los años 50 y 60, periodo al que se circunscribe la muestra, fueron décadas, según se hace constar en la exposición, “durante las que ambos artistas se conocieron bien, compartían una misma geografía vital y sentimental y triunfaron en escenarios europeos y americanos. El espíritu de la época atraviesa sus creaciones, incluidas las notables diferencias con que se expresaron”. Por eso sorprende, dadas tamañas ligazones, su inesperada ruptura.
“Oteiza sí estuvo más implicado políticamente, pero mejor no hablar de ello”, señaló el comisario, aludiendo a su deriva ideológica cautivado por el nacionalismo más extremo ligado a la izquierda abertzale, mientras que Chillida, dijo, “no se manifestó políticamente”, aunque estuviera próximo a tendencias más demócrata cristianas. “Somos presa de la historia que hemos vivido durante años en el País Vasco”, agregó.
Por eso el diálogo entre ambos artistas que Fundación Bancaja muestra tiene ese carácter conciliador, incluso desde el punto de vista del montaje expositivo: “Es una muestra en un plano de absoluta igualdad, porque me parecen dos grandes escultores”, aunque en lo numérico no haya la misma equidad, “porque hay mucho dibujo pequeño, más íntimo, de Oteiza”, que lo desnivela ligeramente a su favor.
Con respecto al tratamiento del espacio y la gestualidad, “Oteiza actuó sobre el plano específico de la metafísica y Chillida se situaba en el dominio de la violencia expresiva con sumisión a energías absolutas”, según se recoge en uno de los apartados de la exposición. En el relativo al cuerpo, se dice que Oteiza “ahueca y eleva espiritualmente las figuras”, mientras que Chillida “se interesa por masas corporales y sus fragmentos a ras de tierra”.
Aunque los asuntos por los que se interesaron fueran los mismos (el espacio, la luz, lo espiritual, la sonoridad visual, la masa, el volumen, el silencio, el vacío), Oteiza y Chillida, impulsados por caracteres opuestos, fueron realizando obras en consonancia con esa diferencia temperamental. “Doy más valor al conocer que al conocimiento”, señaló en más de una ocasión Chillida, mientras Oteiza no dejó de proclamar la necesidad que tenía la sociedad de “realmarse” a través del arte.
Jorge Oteiza y Eduardo Chillida. Diálogo en los años 50 y 60’ quiere aportar un “valor inmaterial simbólico de sus figuras”, más allá del ruido que dejó su distanciamiento por intereses políticos. De ahí la importancia que tiene la colaboración para la muestra, cediendo piezas, de las fundaciones de ambos artistas en Alzazu y Hernani. Que a no muy tardar se pueda llevar al País Vasco, “sería excelente, porque la exposición es curativa, sanadora y conciliadora. Y ese campo ya se ha abierto”, concluyó González de Durana.
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