#MAKMALibros
Entrevista con Gabriele Nero
Fundador de la librería y del sello editorial El Doctor Sax – Beat & Books
Quart 21, València
Lo primero que me viene a la mente es una melodía de Burning: “¿Qué hace un chico como tú en un sitio como este?”. ¿Cómo fue que un joven turinés acabase en València?
¡Contaros toda mi odisea personal significaría escribir un libro! Dejé Turín, mi ciudad, en 2008, después de terminar la universidad, con la excusa de un curso de español. Hace unas Navidades que mi madre me preguntó si por casualidad ya había acabado ese famoso curso (como llevo 15 años aquí…).
¡Soy uno de los daños de Ryanair! La primera vez que vine a València fue casi por casualidad, en 2007, justo durante los días de la Copa América. Decidí que me hubiese gustado probar a vivir en esta ciudad, que por un lado se parecía a la mía, mientras que, por otro lado, ofrecía cosas que Turín no tiene, como el mar y una vida que transcurre más al aire libre.
El primer trabajo que encontré en València fue en una librería y ahí me di cuenta de que, entre los miles de trabajos que había desempeñado, ese era el único que me hacía feliz, no me pesaba. La experiencia en esa librería terminó a hostias, y de ahí pasé por otros trabajos alienantes como teleoperador o pizzero. Precisamente, era pizzero cuando cumplí 30 años y decidí poner mi vida en all-in, invirtiendo todo lo que tenía para abrir El Doctor Sax.
En estos quince años, he visto cambiar la cara de esta ciudad por lo menos tres veces, desde los años de gloria de Rita, a la crisis de 2008-2010, al nuevo Ayuntamiento y la nueva crisis por la pandemia.
La librería El Doctor Sax es un lugar peculiar; como te he oído decir en alguna ocasión, es una librería estrafalaria. La sombra de la librería City Lights de San Francisco y de Lawrence Ferlinghetti es muy alargada. ¿Cuánto te ha influido este peculiar cuasibeat?
Librero y editor son dos oficios muy diferentes que surgen de una misma necesidad: compartir las lecturas que amas con los demás. Por ejemplo, el librero sabe qué portadas funcionan mejor, cómo reaccionan los lectores ante las tonterías escritas en la contraportada, y son custodios de tanta información que sería preciosa para las editoriales, y viceversa.
Hoy en día, diferenciarse es una necesidad. De nada sirve hacerse pasar por intelectuales usando los libros como medallas, fardando de haber leído a Kerouac o a Pasolini, para acabar homologado al resto del panorama cultural. Todos los autores que amo han sido voces en contra de la moral común de la época. En este sentido, El Doctor Sax es y tiene que ser un proyecto contracultural, exagerado y necesariamente extravagante.
En esto quisiera hacer un poco como hizo Ferlinghetti: ingresó en un mercado obsoleto y lo revolucionó con tres pasos simples:
- Mantener la librería abierta por la noche (lo que hacemos también).
- Vender y luego publicar solo libros de bolsillo (Ferlinghetti fue el primero en publicar poemarios en formato de bolsillo, cuando antes siempre se imprimían con tapa dura y con papeles caros y preciosos).
- Centrarse en los escritores underdogs, aquellos que encarnaban el espíritu de la disidencia estadounidense de la época y que venían rechazados por las editoriales de Nueva York.
Evidentemente, la València de 2023 no es la San Francisco de los años 50, así que no se trata de copiar el modelo de Ferlinghetti, sino de adaptarlo a los nuevos tiempos
Siguiendo con esa idea ferlinghettiana de “Yo me lo hago todo” (librero y editor), ¿decides tú, como Ferlinghetti, fundar un sello para dar voz a los más repudiados, los rechazados en los grandes sellos editoriales, o sea, para dar voz al pueblo?
En lugar de “dar voz al pueblo” –que es un concepto ambiguo y que corre el riesgo de llevar al populismo de pacotilla–, me gustaría dar voz a quien tenga (o tuvo) algo que decir. Dar voz al pueblo es dar voz a todos, pensando que todas las opiniones tienen el mismo valor: esto puede ser peligroso. No publicamos a todos, y criticamos a quien lo hace, como las editoriales de pago que están saturando el mercado, intoxicándolo.
A pesar de que vivimos en un mundo hiperconectado, donde todo el mundo formula opiniones no solicitadas, parece que tengamos mil formas de comunicarnos y pocas cosas que decirnos; o, si prefieres, a falta de ideas, todo el mundo tiene una opinión. Así que mejor dar voz a los que tengan ideas para mejorar la vida de todos, que es el poder taumatúrgico de la literatura.
Por otro lado, ciertamente, reivindico el papel político de abrir una librería y una editorial. Para mí, abrir todos los días la puerta de una librería, publicar un libro, tiene mucho más valor político (en el sentido de la política como servicio para la sociedad) que la militancia en estos partidos-empresas de hoy.
También creo que el papel del intelectual –como decía Gramsci, y como hizo Ferlinghetti en vida– es ensuciarse las manos en la sociedad en la que vive, no indignarse contra el mundo contemporáneo desde sus torres de marfil. El intelectual tiene que ser el ejemplo y una guía para las masas: este, como decía Gramsci, es el primer paso hacia la revolución, que antes que todo tiene que ser una revolución cultural.
En mi caso, tengo predilección por los proyectos que destilan autenticidad. El tuyo, desde luego, es auténtico. ¿Cómo de duro resulta llevar un proyecto a contracorriente?
No es fácil. Es como un videojuego: el coeficiente de dificultad sube cada año que pasa, es como pasar a un nivel superior… Pero de verdad creo que duro fue trabajar en una pizzería, o cuando pasaba horas y horas como teleoperador contestando mails de clientes cabreados. La vida es dura para quien cada día se despierta y vive una vida que no es la suya.
En la base del proyecto hay muchos sacrificios que hacemos, tanto yo como las personas que me ayudan con la librería y la editorial. Al mismo tiempo, este proyecto es algo que nos hace sentir bien a los que trabajamos en ello, así como hace bien a los clientes y lectores, que no se conforman con lo mainstream y que, como Kerouac, buscan el beat de la vida. “Alguien que se sacrifica por algo que ama”, si buscas en el diccionario RAE, creo que sería la definición mártir (¡jejeje!).
Hablando de la editorial: en el sello El Doctor Sax editas libros libres de derechos y a algunos escritores contemporáneos que son una apuesta personal. ¿Estás preparado para encontrar a un nuevo Ginsberg o a un Kerouac? Ellos también fueron rechazados por muchas editoriales hasta encontrar a Ferlinghetti.
Creo que es el sueño de todo editor poder encontrar un autor que, además de las ventas, pueda llevar su propia editorial a la historia de la gran literatura y, sobre todo, que pueda encarnar la voz de su generación. Además de esto, creo que el trabajo fundamental (la verdadera misión) del editor es buscar pepitas de oro en medio del barro y del caos de las publicaciones de hoy como en las del pasado.
Trabajando con la biografía italiana de Ferlinghetti, me di cuenta de cómo desde Europa solo lo conocemos como un editor de la beat generation, pero además de ser un poeta y pintor, el gran papel de Lawrence fue ser un Marco Polo de los libros. Desde nuestra perspectiva europea, no sabemos que, gracias a él y a su editorial, autores como Pasolini, Majakovski, Nicanor Parra y Breton fueron traducidos por primera vez en Estados Unidos.
Ferlinghetti vivió su infancia en Estrasburgo y habló francés hasta los 10 años; para los estadounidenses representa al más europeo de los poetas estadounidenses. Así que creo que el primer objetivo del editor es crear puentes entre países y culturas diferentes, así como entre pasado y futuro, utilizando el libro como testigo transnacional y atemporal.
City Lights se fundó en 1953 (casi setenta años de vida). ¿Te ves con fuerzas de continuar tantos años este proyecto tan beat? (no necesariamente viviendo hasta los 102 años).
Creo que lo más parecido a llevar una librería es dirigir uno de esos galeones de los que Melville solía hablar tanto. Entonces, como Ahab, estamos listos para cualquier eventualidad, incluidas las tormentas, pero la idea es prolongar nuestra aventura el mayor tiempo posible. Además, en 102 años no creo que podamos tener tiempo para llevar a cabo todos los proyectos que tenemos al día de hoy, así que, como diría Buzz de ‘Toy Story’: “¡Hasta el infinito y más allá!”.
Para acabar, me gustaría que nos contases en qué se diferencia la editorial El Doctor Sax de otras. ¿Qué puedes ofrecer a ese nuevo Ginsberg?
Cuando estudiaba edición, una de las preguntas frecuentes era qué significaba la palabra ‘independiente’ en el mundo de los libros. En la mayoría de los cursos se argumentaba que ‘independiente’ era aquella editorial que no publicaba libros solo por el mero lucro. Esta idea me parece bastante clasista, como indicando que solo los hijos de papá pueden montar una editorial.
Obviamente, nuestra existencia depende de lo que ganamos. Pagamos las cuotas de autónomos, pero dependemos de los lectores que compran nuestros libros y mantienen viva nuestra utopía doctorsaxiana desde hace diez años. Nuestro proyecto se diferencia del resto porque aprovecha al máximo las nuevas tecnologías, como el print on demand: esto nos permite no tener tiradas de miles de ejemplares que dan la vuelta al mundo sin venderse. Y, al principio, lo único que invertía era mi tiempo, publicando realmente lo que me gustaba sin tener que pensar en cómo volver a recuperar todo el dinero invertido: ¡esta creo que es la verdadera independencia!
Lo mismo ocurre con nuestra redacción (diseñadores gráficos, traductores, ilustradores, correctores), que está formada por personas que trabajan desde València hasta Italia, desde México hasta Corea. La idea es publicar libros ciertamente de nicho, pero que puedan competir en un mercado global, ya que con este sistema de publicación están en las mayores plataformas web de venta de libros y, al mismo tiempo, nos permite llegar de manera capilar a las librerías que creen en nuestro proyecto.
En castellano, por ejemplo, tenemos cada mes ventas en Estados Unidos. En cuanto al contenido, buscamos libros fuera de lo común, que tengan algo que decir y que quieran experimentar con el objeto libro y con la literatura: ¡lo único que podemos hacer para no homologarnos es exagerar, tanto para bien como para mal!
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