#MAKMAArte
‘Desgravitación pictórica, Gestualidad volumétrica’, de Gemma Alpuente
Shiras Galería
Sala Refugio
Vilaragut, 3, Valencia.
Hasta el 05 de marzo de 2022
Últimamente pienso mucho en ‘El grito’ (1893) de Munch, el rostro fantasmagórico, arrebatado por las líneas de color, que capta la ansiedad de la existencia en un acto de premonición de las catástrofes y barbaries que la descontrolada máquina de la modernidad escondía detrás de la cortina. Creo que ese ser necesitaba urgentemente oxígeno, un soplo de aliento y esperanza para mitigar la angustia que la radiografía clarividente del progreso le reveló sobre lo que el futuro nos iba a deparar.
La historia es cíclica, el ser humano imbécil y, casi 130 años después, hoy de nuevo vivimos días Munch. Vértigo, sentimos miedo ante la inercia por dejarnos caer, contenemos la respiración y cerramos los ojos. Hemos vivido demasiado tiempo en un paréntesis de muerte e incertidumbre y, de pronto, estalla una guerra.
¡Grito! Me ahogo y ahí está ella, exponiendo, en un refugio de la Guerra Civil en Shiras Galería, una obra que es explosión de color, adrenalina proyectada en átomos, antídoto de arte inyectado en vena. Una abstracción reconstituyente y de urgencia, radical y necesaria, para seguir confiando en la vida. No se confundan: lo que van a ver no es una reformulación expresionista, ni un arte de evasión que da la espalda a la realidad.
Es una creación valiente y combativa de masas de color rutilante, que destruye el concepto cuadro, que invade el espacio, desafía la gravedad, rebate la noción del tiempo y congela el devenir de la condición líquida del pigmento para captar un instante de la batalla pictórica.
Llevo un tiempo siendo testigo privilegiado de la investigación de Gemma Alpuente, en su estudio, en exposiciones y en las redes, donde tiene una presencia activa como @gemalpu, y donde desvela su proceso de creación, los secretos y códigos de su leguaje en un acto de transparencia en estos tiempos confusos del metaverso.
Su obra nace de la necesidad de color, de la búsqueda de la independencia de la pintura del condicionamiento del soporte. Retando al espacio, la pintura emerge en un proceso mitad conceptual, mitad intuitivo, dejando que el azar y su instinto abstracto deje fluir la idea, el sentimiento o la emoción a través de orografías de color, volúmenes solidificados.
Buscando referentes, en ella habita la confianza en el azar controlado de la abstracción pospictórica americana, el salto de las pinturas combinadas de Rauschenberg, la vocación tridimensional por formas excéntricas de pintura del posmininalismo o la ironía combativa del color pop de Lichtenstein y su pincelada congelada.
Un poquito de todas estas actitudes están presentes en la acción diletante de la joven Alpuente, que convierte cada obra en un estallido de texturas fluorescentes que transitan de la pincelada gestual sobre lienzo o tabla a la masa de efecto grumoso por un procedimiento químico que le otorga entidad física, materia, realidad. El color en sí hierve, se sale del marco, forma parte de un assamblage visual: existe.
Suenan las sirenas, siento la amenaza y entro en el refugio de Shiras: insuflo un aire de rosas, verdes fosforitos, veladuras violáceas, blancos reconstituyentes, formas espontáneas, chorretones y salpicaduras flotantes. Creo que es la ventana que, como el ser de Munch, necesito abrir para calmar la sed y necesidad de color de mi alma, y seguir adelante en tiempos radicales.
Alejandro Villar
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