#MAKMAArte
‘Vidas minadas. 25 años’, de Gervasio Sánchez
Museu Valencià d’Etnologia (L’ETNO)
Corona 36, València
Del 8 de octubre de 2024 al 16 de febrero de 2025
Gervasio Sánchez dice llevar “más de 40 años” siguiendo como fotoperiodista los conflictos bélicos: “Pensaba cambiar el mundo, hacerlo más pacífico, y uno acaba sintiendo que ha fracasado”, subrayó durante la presentación de la muestra ‘Vidas minadas. 25 años’, que acoge el Museu Valencià d’Etnologia (L’ETNO). Sin embargo, instantes después reconoció que la antropología forense había demostrado que “la violencia inusitada de los hombres contra otros hombres” viene de tiempos remotos.
Esa dialéctica entre su deseo de pacificar el mundo y la tozudez humana por contrariarle a base de la concatenación de guerras por todo el planeta, convierte a Gervasio Sánchez en una especie de Don Quijote del periodismo, puesto que arremete contra los gigantes de la guerra con la sola lanza de su penetrante cámara. “Estas fotos me han dado estabilidad emocional”, puntualizó.
Sabedor de que esos gigantes existen y seguirán existiendo, se viene dedicando desde hace más de cuatro décadas a dignificar a las víctimas con sus nombres y apellidos. En esta ocasión: Manuel Orellana (El Salvador), Medy Ewaz Ali (Afganistán), Adis Smajic (Bosnia), Mónica Paola Ardila (Colombia), Sokheurm Man (Camboya), Joaquina Natchilombo (Angola) y Sofia Elface Fumo (Mozambique).
“Nunca acabaremos con las guerras porque son un grandísimo negocio”, proclamó, tras denunciar “las mentiras de políticos, banqueros y diplomáticos” que, en su opinión, hacen poco o nada por detener las guerras. “Hay 12 bancos que se dedican a financiar armas con nuestro dinero”, al tiempo que “nuestro gobierno vende armas a Israel manipulando las rutas del tráfico armamentístico”.
Además del negocio que propician los conflictos bélicos, la antropología y el psicoanálisis ponen el foco en la propia pulsión humana que los políticos manipulan a su antojo: “Las guerras comienzan creando enemigos”, apuntó Sánchez.
Sigmund Freud lo explicó de la siguiente manera: “No atinamos a comprender por qué las instituciones que nosotros mismos hemos creado [para] la protección y bienestar de todos”, terminan comportándose a la contra, de manera que “comenzamos a sospechar que también aquí podría ocultarse una porción de la indomable naturaleza, tratándose esta vez de nuestra propia constitución psíquica”.
Gervasio Sánchez, contra viento y marea, blande su cámara y a lomos de un periodismo que tan pronto le defrauda -viendo el comportamiento de algunos de sus representantes- como le impulsa alentado por una combatividad de signo contrario –“sigo creyendo en el periodismo”, sostiene con terquedad-, muestra en sus fotografías la dignidad de quienes luchan a pesar de las secuelas que la guerra ha dejado en sus cuerpos masacrados.
“En el fondo, es una exposición bastante tierna. Empieza en negativo y finaliza en positivo”, dice quien trata a la gente fotografiada “como me gustaría que me trataran a mí: con respeto”. Para ello, Gervasio Sánchez dedica a cada una de las imágenes el tiempo que sea necesario: “Son historias de vida que trato de mostrar con sutileza, esperando que sucedan las cosas, que ocurra algo”.
Como su intención es la de “fortalecer la integridad del ser humano”, cuando éste ha estado a punto de ser desintegrado en su totalidad por culpa de las minas antipersonas, Sánchez se va ganando el respeto de las víctimas caminando a su lado, viviendo en el interior de su propio calvario; siendo uno de los suyos.
Joan Seguí, director de L’ETNO, puso el acento en la idea de “no banalizar” el contenido de tanta imagen dispuesta por las prisas de los medios de comunicación a ser consumida, subrayando el papel de su museo como espacio donde “contribuir a la reflexión”.
El “horror de las minas antipersonas”, al que se refirió Paco Teruel, diputado de Cultura, aparece en las fotografías de Gervasio Sánchez amortiguado por la dignidad con la que posan los siete protagonistas de este nuevo capítulo de ‘Vidas minadas’. “Estas historias me dan la posibilidad de formalizar un contrato moral periodístico, es mi anclaje ético para seguir creyendo en el periodismo”, afirmó el Premio Nacional de Fotografía 2009.
De nuevo, la dicotomía entre moralidad e inmoralidad, energía para salir adelante versus violencia destructiva para frenar todo avance, se va desplegando en el discurso de quien se alía con sus víctimas a fin de reflejar esa otra cara de la insidiosa guerra. Y si la guerra es lo que ocurre cuando fracasa el lenguaje, según apuntó Mark Twain, entonces cabe concluir que Gervasio Sánchez libra con sus fotografías una guerra sin cuartel por aplacar, cuando menos, el sinsentido bélico.
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