Novio a la vista

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Guerra estival
‘Novio a la vista’, de Luis García Berlanga
Guion: Edgar Neville, José Luis Colina, Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga
Cultos y bronceados (IX)
Verano de 2024

La jovial película ‘Novio a la vista’ (1954), de Luis García Berlanga, uno de los grandes directores de la cinematografía española, contiene la esencia lúdica propia del período estival. 

Berlanga, en este su tercer largometraje y tras el éxito internacional en el Festival de Cannes de ‘Bienvenido Míster Marshall’ (1952), transmite, a través de ciertos tópicos veraniegos bañados con tonos de fina ironía castiza, el mito de Peter Pan. 

Ese personaje de la obra de teatro ‘Peter Pan y Wendy’ (1904), del escritor James Matthew Barrie, representa a un niño que no quiere crecer para convertirse en adulto; se niega a perder, entre otros afectos, la mirada lúdica, ilusa, fantasiosa e idealista de la existencia infantil, para adentrarse en la realidad pragmática, eficaz y responsable del ser maduro.

Un sentimiento que también perciben los protagonistas de ‘Novio a la vista’ Loli (Josette Arno) y Enrique (Jorge Vico), como dejan en evidencia en este apesadumbrado diálogo: «Enrique, ¿verdad que es una pena que nos hagamos mayores?», se interroga con pesar Loli. «Es verdad. Lo noto en que ya no doy patadas a las piedras. ¿Te has fijado que las personas mayores nunca dan patadas a las piedras?», contesta mustio Enrique. «No me gustará ser persona mayor», se reafirma Loli. «Ni a mí. Creo que nunca podré volver a jugar», apuntala Enrique, afligido.

Teniendo como trasfondo argumental este sentimiento propio del mito de Peter Pan, Berlanga crea una divertida comedia ambientada en el verano de 1918 en un pueblo ficticio de la costa mediterránea, Lindamar (en realidad, el rodaje transcurrió en el paseo marítimo Pilar Coloma, en la playa y en el Hotel Voramar –actualmente, en funcionamiento– de Benicàssin, Castellón).

Guerra. Novio a la vista. Berlanga
Fotograma de ‘Novio a la vista’, de Luis García Berlanga.

Los personajes de la historia son diferentes familias acomodadas de Madrid que, con toda su prole infantil, veranean en el Hotel Voramar. Pasan los dos meses de estío descansando, tomando el aire del mar y, sobre todo, evitando los calores de la capital. «¡Qué fresquito hace! ¡Si supiesen en Madrid que tenemos que dormir con manta (…), con el calor que hará en Madrid! ¡Seguro que hay tifus!», comentan las señoras en el salón del hotel.

‘Novio a la vista’ es una historia coral, propia del estilo narrativo de Berlanga, donde los personajes son agrupados en dos grandes bandos. Uno, el de los adultos, formado por hombres que juegan a ser militares –«Mi general, los alemanes, con torpedos o sin torpedos, perderán la guerra y la perderán aquí, en el Mediterráneo». «¡Qué barbaridad! No sabía que Ballester fuera general». «Ni él tampoco. A lo más que ha llegado en el ejército es a soldado de cuota (…) Llevan ya dos años tratándose de generales. ¡Niñerías!»– y por mujeres que se entretienen cotilleando y organizando funciones benéficas –«Eso a los pobres. ¡Qué bonito! Los pobres necesitan nuestra caridad»–.

El otro, el infantil, compuesto por críos que juegan en pandilla a la guerra, con sus líderes nacionales, sus soldados, sus mapas de invasión, sus espías.

Así, jugando y contando batallitas, pasan el verano tanto los adultos como los jóvenes. De alguna manera, en sus juegos y conversaciones, ambos simulan la Gran Guerra (1914-1918) que, en esos momentos, se estaba llevando a cabo en Europa y que Berlanga recrea en las primeras secuencias de la película con trazos sainetescos.

Y como en toda historia, aun siendo una comedia, el conflicto debe estar presente en la trama para que imite el sentido de la vida. ¡Aunque sea verano!

Fotograma de ‘Novio a la vista’, de Luis García Berlanga.

De este modo, la discrepancia entre el grupo de los adultos y el de los niños se desencadena cuando la madre (Julia Caba Alba) y la tía (Mercedes Muñoz Sampedro) de Loli, obligan a esta a que deje el mundo infantil y se integre en el de las personas mayores, con el único objetivo de que Loli, cuyos atributos de mujer ya han comenzado a despuntar, se haga novia de Federico (José María Rodero), un joven ingeniero perteneciente a una familia de clase alta, los Villanueva.

«Sí, ya eres una mujer y se ha terminado tanto juego y tanta chiquillada. Ya es hora de que vayas con personas mayores. Así el día de mañana podrás elegir un buen marido. Piensa Loli, ¿qué más puedes desear? Nada de estar con esa pandilla de cafres», le regaña su madre a Loli.

Pero Loli no se siente una mujer ni una persona mayor, tal y como le confiesa a Federico, tras su primer baile juntos: «Sí. Es la primera vez que mamá y la tía se han empeñado en vestirme de persona mayor». «¿No eres mayor?», pregunta Federico. «Nada de eso. Soy un crío. Tengo 15 años», contesta, indignada, Loli.

Por ello, Loli le insiste a su madre que le permita seguir siendo una niña un verano más: «Anda, vete con Federico Villanueva», le ordena su madre. «¡Pero si yo quiero ir con mis amigos! Me están esperando, porque me van a fusilar», protesta Loli. «¡Basta de niñerías! ¡Eres una mujer!», contesta la madre contundentemente. «¡No, no, el año que viene! Déjame jugar este verano con mis amigos», replica, llorosa, Loli.

Ante la negativa de la madre, ni Loli ni sus amigos, incluido Enrique, se resignan a aceptar la decisión materna y deciden rebelarse contra los adultos, raptando, con su consentimiento, a Loli, y declarando la guerra a los adultos.

«Carta dirigida a las personas mayores. Como os habéis empeñado de que Loli se convierta en persona mayor y no dejáis que venga con nosotros, nos la llevamos y os declaramos la guerra. No volveremos a casa hasta que nos juréis que vais a dejar a Loli tranquila y no volver a molestarla jamás con vestidos de mayor y zapatos de mayor. Si decís que no, no volveremos a casa, si decís que sí, sí. Nosotros estamos bien en las ruinas del castillo. Muchos besos de todos».

Fotograma de ‘Novio a la vista’, de Luis García Berlanga.

Y así estalla la guerra entre adultos y niños: la guerra generacional que siempre existirá, junto a la guerra de sexos y de clase. Y, aunque haya miles de revoluciones, ninguna podrá evitar esas guerras… En algún caso, atenuará las diferencias.

Tras varias batallas ganadas y perdidas, se llega a un armisticio: Loli consigue la deseada prórroga de seguir siendo una niña de 15 años. Será su último verano, antes de adentrarse en el mundo de las «personas mayores».

De alguna manera, Berlanga intenta reflejar el veraneo como ese lapso en el que la esfera lúdica, y todos los posibles significados afines a este adjetivo, se expande en una ola de placer. Como diría el psicoanalista Sigmund Freud, en el periodo estival se busca eclipsar «el principio de realidad» bajo la cálida brisa lunar del «principio del placer». Y no hay mejor lugar para conseguirlo que el mediterráneo.

Ahora bien, no crean ustedes que ‘Novio a la vista’ termina con una imagen inequívocamente feliz. La mirada poética de Berlanga no renuncia a arrastrar la última secuencia del relato hacia una imagen otoñal de una calle madrileña, acorde a la lógica y singular narrativa de su acabangado y sainetesco arco berlanguiano. Pero esa lectura de corte melancólico la dejaremos para otra estación más grisácea.