Hasta siempre hijo mío
Dirección: Wang Xiaoshuai
País: China
Con Liya Ai, Du Jiang, Zhao-Yan Guo-Zhang, Jingjing Li, Xi Qi, Roy Wang, Wang Jingchun, Cheng Xu, Mei Yong…
Extraordinaria, sensacional, exquisita, impactante, maravillosa… así podría llegar hasta un sinfín de elogios apasionados que ensalzaran como se merece a “Di jiu tian chang”, aka traducida como “Hasta siempre hijo mío”, el más reciente film de Wang Xiaoshuai.
La peli del director de Shanghái dura algo más de tres horas, un detalle que, a pesar de que en ningún momento se hace pesada, podría sumarse como hándicap a lo de ser un rodaje oriental. Por ello, casi con toda seguridad, acabe convirtiéndose en una apreciada película de culto para el mundo cinéfilo occidental.
Uno de sus aspectos más interesantes es que, junto a la trama principal que envuelve a los personajes, permite aproximarnos a la evolución socio-política del gigante asiático durante los últimos 40 años, de cómo una férrea dictadura comunista cede paso a una implacable expansión capitalista.
En ese transcurso de tiempo se entremezclan los asuntos cotidianos de la clase obrera china con las imposiciones de un régimen autoritario que influye directamente en el día a día, soportando y transigiendo con la disciplina y con las prohibiciones de obligado cumplimiento, como por ejemplo las fiestas privadas clandestinas o la política de control y represión sobre el hijo único que se aplicó en la República Popular China desde 1978 hasta el 2015 con el fin de reducir el crecimiento demográfico.
Ahora bien, si hay una particularidad original es que el guión no sigue un estricto orden cronológico, cosa que permite al espectador jugar con la imaginación de varias historias paralelas que convergen en una.
Pero indudablemente donde está el meollo importante es en los dos duelos, el de un hijo que muere ahogado y el de un hijo adoptado que no acepta su situación y se escapa de casa. A partir de ahí el director retrata extraordinariamente la dureza existencial de personas sencillas, humildes y nobles, con miradas, gestos y estados como la miseria, la bondad, el dolor y la tristeza que adquieren condición de belleza. Por supuesto a destacar la soberbia actuación de dos auténticos perdedores de la vida, como es el matrimonio protagonista formado por Jing-chun (Liu Yaojun) y Yong Mei (Wang Liyun).
Quizás la única pega para el que suscribe sea una recta final excesivamente reconciliadora por el sentimiento de culpa que afecta a varios personajes. Con todo me parece que apunta a clásico del celuloide, de las mejores películas que un servidor ha visto en la última década.
Por ello y por mucho más recomiendo que vayan a verla, es de esos filmes que engrandecen el séptimo arte. Llévense pañuelos y si es preciso lloren, que no es nada malo derramar lágrimas. Además supongo que no durará mucho en la cartelera comercial, ya saben cómo funcionan estas cosas, máxime si no hay suficiente público interesado en el verdadero cine de calidad.
Juanjo Mestre