#MAKMAArte
Estudio abierto, LUCE. Un diálogo con Pinazo en el espacio público
IVAM Produce
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
Guillem de Castro 118, València
Del 1 de julio al 11 de septiembre de 2022
Decía Ramón Gómez de la Serna que lo más humano que tiene la calle es el recodo. Es decir, el ángulo o revuelta -siguiendo la definición de la RAE- que forman las calles -caminos, ríos, etc.- torciendo notablemente la dirección que traían. Calles, por tanto, alejadas del más rectilíneo proceder para mostrarse extrañas a la mirada, allí donde esta se pierde magnetizada por ciertos aspectos insólitos, fuera de lo común, desacostumbrados.
El trabajo de LUCE (València, 1989) va en esa dirección extraña, deteniéndose en la exploración de lugares y objetos que le salen al paso en su deriva por la ciudad, como Roland Barthes decía que salían a su encuentro determinadas fotografías animadas por el punctum de lo inesperado; lo que punza, sin saber por qué, nuestra mirada.
Y como Ignacio Pinazo (1849-1916) recogía en su pintura los mismos aspectos inusuales del espacio público, abstrayéndose de lo general para centrarse en los más mínimos detalles o provocando una misma visión asombrosa de lo cotidiano, el IVAM Produce ha decidido recoger las insospechadas conexiones entre ambos artistas -tan alejados entre sí temporalmente como próximos por actitud- en lo que denomina ‘Estudio Abierto, LUCE. Un diálogo con Pinazo en el espacio público’.
“Ambos comparten una misma actitud de no centrarse en las grandes escenas, en los tópicos, sino en otros detalles’, afirmó José Ignacio Casar Pinazo, director de la Casa Museo Pinazo. De manera que mientras Pinazo -ya relacionado con las vanguardias en otra exposición del IVAM en 2016, año celebratorio del centenario de su fallecimiento- mostraba la vida de las calles sorteando tópicos, LUCE deambula por ellas apropiándose de sitios y objetos que luego reinterpreta como hacen los poetas con las palabras gastadas por el tiempo.
“Se fija en las mismas cosas que Pinazo: trozos de ciudad que le sugieren ideas con un mismo nivel de atención”, explicó Casar Pinazo con respecto a LUCE, quien se apropia de objetos como un balón de fútbol, toldos, gomas, frascos de pintura u objetos aplastados por los coches, para dar forma a una visión de la ciudad a partir del mismo material -como se dice en la película ‘El halcón maltés’, de John Huston- con el que están hechos los sueños.
Sueños y pesadillas, porque tanto Pinazo como LUCE, tratando de captar diferentes escenas relacionadas con el espacio público, concitan a un tiempo la belleza del caos contenido en la ciudad -en tanto forma parte de ella y es objeto de un trabajo de contención- y la estética más áspera de lo deforme, de lo que no termina de alcanzar la buena forma o la ha perdido fruto del maltrato humano.
LUCE, de hecho, asegura que su conexión con la obra de Pinazo se debe a esa misma manera “de hacer ciudad, capturar momentos, buscar rarezas”, descubriendo relaciones con el espacio público “a partir de la observación, la acción y el juego”. Juegos con los elementos que se va encontrando, desde los citados toldos abandonados a los balones encalados, pasando por un bloque de apartamentos inacabados, en este caso dándole pie a la obra ‘Hasta donde llego yo’.
“El escaso grosor de una de sus fachadas me permitió reflexionar sobre el tipo de urbanismo que arrasa la costa [levantina] y también me permitió realizar la pieza”, explica LUCE, quien a base de cincel y martillo practicó tres agujeros del ancho de su mano, para después pintar la pared exterior introduciendo por esos agujeros su brazo y, con un palo extensible y un rodillo, dibujar esas “tres flores” de colores que se ven luego desde fuera.
Lo bello, podríamos decir, circundando lo siniestro que representan esos agujeros negros del afán de lucro inmobiliario. Al igual que los toldos, rasgados y perforados para que los atraviese la luz, registran las variaciones lumínicas para transformar su material de desecho en improvisado lienzo pictórico. Otro tanto cabe decir de las gomas elásticas que el artista encuentra junto a los mupis -una vez desechadas del cartel enrollado por parte del trabajador que los coloca- y que pasan luego a servir de grabado para una serie de obras sobre papel.
De esta forma, LUCE, como él mismo se encarga de subrayar, da “valor a lo que se deshecha”, mientras que Pinazo practica directamente el deshecho en su pintura a base de diluir las formas, para resaltar el valor de su propio trabajo diríamos deconstructor, adelantándose a la deriva del filósofo Jacques Derrida. Deriva por esos “no-lugares” -acuñados por Marc Augé- a los que alude el artista para diluir “la línea que separa los espacios reales de los imaginarios”.
De nuevo, la belleza de lo imaginario codeándose con lo real del espacio sometido a crítica por esa gran producción de desechos que LUCE reaprovecha, al igual que Pinazo en el espacio público liga la fiesta, el júbilo y el derroche, con la masa que protagoniza tamaña exacerbación de los sentidos.
“Le fascina la multitud y se comporta como un misántropo”, dirá el comisario Vicente Pla en la muestra ‘Pinazo en el espacio público’, a la que se vincula la de LUCE, quien reconoce esa misma deriva existencial del pintor: “Hago prácticas de forma independiente, alejado de la gente, y de cuando en cuando salgo y me relaciono”. Contradicciones existenciales de LUCE y Pinazo, que van a la par de las que observan en la misma ciudad objeto de sus respectivas prácticas artísticas.
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