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‘Un coche violento a punto de tener un terrible accidente’, de Heme Brazo
Ediciones Contrabando, 2024
Sacar a la institución religiosa de nuestras vidas no nos ha hecho una sociedad más laica, sino que los objetos de alabanza han mutado a lugares más prosaicos. ¿A quién le rogamos por nuestro espíritu? A quien nos prometa la vida eterna o, al menos, a quien nos ofrezca un alivio frente al dolor existencial. Y si Karl Marx decía que la religión es el opio del pueblo, podemos tirar de retruécano y decir que el opio es la religión del pueblo.
Heme Brazo, escritor, editor y músico callejero de origen mexicano y asentado en València, publica su segundo poemario, ‘Un coche violento a punto de tener un terrible accidente’, con la editorial Contrabando.
Con un contundente “Ruega por nosotros Diazepam” abre su libro, verso que se repite por toda la página a sangre y que en las siguientes se va superponiendo sobre sí mismo, hasta llevarnos a un fundido a negro y dar paso a la antífona, la melodía que precede a la liturgia, el primer bloque de este rito posmoderno.
“El ruidero sordo / el elefante que se sienta en el pecho / el sistema nervioso que es ya algo físico / se ensancha en la concavidad de las costillas hasta no caber”. Brazo describe la ansiedad y el ataque de pánico con un imaginario personal y certero, que nos sumerge en ese estado alterado de la conciencia donde las palabras son pocas pero inciden como “una cuchillita oxidada / lacerando / con precisión quirúrgica / cada conducto nervioso del cuerpo”.
El logro del autor ha sido conseguir hablar de una temática tan sensible -y tan actual- sin caer en tópicos. Hay un lenguaje afectado que, más que hablar sobre, habla desde el ruidero, desde la vivencia del terror de un ataque de pánico y el rápido consuelo de las benzodiacepinas. Como lectores, entramos en ese mundo sin llegar a ahogarnos. Como en la misma experiencia ansiosa, hay una intermitencia en el dolor que Heme Brazo resuelve utilizando distintos juegos formales que alivian momentáneamente el peso.
De la Antífona pasamos al libro del Génesis, donde al fin se transparentan todos los tropos y encontramos la presunta raíz del mal. Un padre (“esa sombra que a veces me habla”) que desaparece en un Volkswagen Sedan después de que sus propios hijos hayan tenido que empujar el coche carretera abajo para que arrancase el motor.
Y, por último, tras el éxtasis por reconocer la simiente, llega el apocalipsis, un pasaje irónicamente épico en el que se intuye un final esperanzador para este poemario de terror. La locura se convierte en absurdo solo porque se ha despertado una conciencia que señala que hay alguien que aún respira dentro de ese coche violento. Y reza “Pelearé contra el miedo / con la espada de fuego / ardiendo en mi boca”.
En tu poemario, aparecen bastantes referencias religiosas, desde el nombre de las partes (Antífona, Génesis, Apocalipsis), poemas en forma de rezo y reescrituras de algunos versículos de la Biblia. ¿Cómo surge esta idea? ¿Qué hay en el mito bíblico para que te apoyes en él?
No soy especialmente religioso, pero nací en el seno de una familia cristiana. Por otra parte, es innegable que la Biblia es un libro muy poético, y ahí encontré un buen asidero para complementar mi escritura. Y, ya que concebí la mayoría de los versos en un momento muy desesperado, me pareció lógico darle un tono de súplica, como una persona acorralada que como último recurso busca paz en la divinidad.
¿Cómo se relaciona la religión con los otros dos temas principales del libro: la ansiedad y los fármacos?
Sucede que, cuando estoy sufriendo una crisis de ansiedad y tomo una benzodiacepina, es como depositar mi entera fe en esa bendita pastilla, como una persona religiosa en Dios.
‘Un coche violento’ es un libro que, a pesar de su dureza, se lee de una sentada. Los poemas entran como píldoras o como balas. ¿Cómo fue el proceso de escritura?
Los primeros versos surgieron, en su mayoría, cuando estaba atravesando severas crisis de ansiedad, por eso son muy cortos, intensos y desesperados. Una vez que me planteé publicarlos, me di cuenta de que eran infumables si no buscaba equilibrar con algo de estructura, por eso empecé a escribir los rezos. Para rebajar la intensidad del poemario, pensé en intercalar los versos más viscerales con poemas que emularan un rosario.
Para la segunda parte, hice el ejercicio de reescribir algunos de mis versículos favoritos de la Biblia, para seguir intercalando, y, como verán los y las lectoras, son muy potentes. Para la última parte, estaba ya incluso disfrutando del proceso, y me permití cerrar el poemario de una manera (llamémosla) apocalíptica.
¿Cómo fue traducir esa crudeza en un artefacto artístico? ¿Ha habido un proceso de desapego con tu propia escritura, con tu historia?
El hecho de que los primeros poemas fueran escritos en papel es porque, en mitad de una crisis, no tenía tiempo de encender la computadora, esperar a que cargara el drive y ponerme a escribir. Solo necesitaba sacarme de encima una sensación horrible por medio de la escritura y agarraba un cuaderno, volcaba tres versos a lo sumo y luego lo cerraba.
Sí hay algo de desapego, por supuesto; soy un escritor que corrige mucho, que depura y que estructura en vista de hacer un poemario digno de publicarse, por eso, ya para la tercera corrección, era como estar corrigiendo un libro de un autor o autora de mi editorial. Y, sin embargo (spoiler alert), el poema que dedico a mi padre es quizá el poema más personal y sincero que he escrito hasta ahora; y ese poema a mi padre es la espina dorsal de todo el poemario.
Hay unas imágenes muy concretas que se repiten a lo largo del poemario, como símbolos de este terror. Me llamaron la atención, principalmente, el ruidero y la piara. ¿Qué representan para ti estas figuras?
El ruidero es insoportable, para mí es un ruido interno que desquicia; muchas voces gritando al mismo tiempo adentro de la cabeza y en muchos idiomas diferentes. En un poema que, al final, decidí no incluir en el poemario, hay un verso dice: “el ruidero es incomprensible, como una cosa sin causa”.
Y la piara aparece en uno de esos versículos que me permití reinterpretar (y, además, uno de mis favoritos). Esta palabra me encantó usarla porque, en la Biblia, los cerdos son animales impuros. Y me parece que los pensamientos intrusivos que nos vienen por extensión de vivir en un mundo terrible son como una piara (de cerdos) metiendo su“pezuña en el nervio de nuestra cabeza”, como dice el poema.
La salud mental es uno de los grandes temas contemporáneos,en parte porque se está naturalizando el cuidado de la salud mental. Por otro lado, se dice que vivimos una epidemia de depresiones y ansiedades, más presentes que nunca entre la población. Abordar este problema desde el arte y desde la escritura es complicado porque, muchas veces, se cae en la romantización o en lugares comunes muy manidos. ¿Qué impresión tienes acerca de este fenómeno? ¿Te preocupaba caer en ese saco de clichés?
El tema es muy complicado, sí. Sin embargo, a mí me parece que quien romantiza los trastornos mentales es quien no los sufre. A mí me hubiera encantado no haber tenido que escribir este poemario, y estoy convencido de que habrá lectores y lectoras que empaticen con mi situación que les encantaría identificarse con otros libros.
Tener un transtorno no me hace ni más ni menos de nada; si los poemas a los y las lectoras les parecen valiosos que sea porque están bien escritos, no porque los escribió un borderliner.
Y, por el lado de los clichés, como he comentado antes, hay muchos versos que decidí no incluir en el poemario y una de las razones de mayor peso es que podrían caer en el chiché. Yo amo todo lo que escribo aunque sea cursi o dramático, pero no publico todo lo que escribo; hay versos que me los quedo nomás para mí.
Por otro lado, la salud mental es un tema fundamental hoy en día, sin embargo quiero pensar que publicar este poemario ha sido oportuno y no oportunista.
En la presentación, David Pascual mencionaba que, pese a lo dramático del libro, reluce en el fondo un poso cómico. Hay algo hiperbólico, incluso épico, sobre todo en la última parte, que acerca el terror a la comedia. ¿Era premeditado?
Bueno, más o menos. Cuando escribí la última parte del poemario, ya andaba yo un poco mejor anímicamente y sí le metí un tono épico, casi paródico; me releí el Apocalipsis enterito y lo disfruté tanto que quería reescribirlo palabra por palabra (no descarto hacerlo algún día).
Es la parte del poemario menos visceral o cercana a mi historia personal. De hecho, en la primera revisión del poemario, me vine tan arriba en el dramatismo que parecía una apología del suicidio y no quedaba nada claro el tono irónico, por eso replanteé los poemas y busqué la forma de que la ironía, el humor o la parodia quedaran de forma más sutil, y estoy conforme con el resultado.
¿Queda algo del Heme Brazo que escribió ‘A los modernos ya nada les conmueve’ en ‘Un coche violento a punto de sufrir un terrible accidente’?
No, parece que sean poemarios de dos poetas completamente distintos. El poeta de ‘A los modernos ya nada les conmueve’ es muy fresco, hace poemas de rock, drogas y sexo, y el poeta de ‘Un coche violento a punto de sufrir un terrible accidente’ es un amargado, será que me estoy haciendo mayor. Lo único en lo que se parecen estos dos poetas es que les gustan los títulos bien pinches largos.
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