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‘Hermano Lobo (1972-1976): un huevo duro para el Caudillo’
Comisariado: Antonio Laguna y Francesc Andreu Martínez
Sala Estudi General
Centre Cultural La Nau de la Universitat de València
Del 24 de enero al 14 de mayo de 2023
Decía el activista estadounidense Henry Ward Beecher que una persona sin sentido del humor es como un carro sin amortiguación: todas las piedras del camino le hacen sacudirse. Por regla general, esa falta de amortiguación suele estar ligada a los engranajes del poder, de manera que, dependiendo de quien lo ostente, sentirá las diversas formas que adquieran esas piedras como una provocación, resultante de la libertad de expresión asociada al humor.
Por eso el comediante y escritor británico Andrew Boyle recuerda que, cuando él era niño, “los periódicos sensacionalistas de derechas eran habitualmente los que exigían la censura en la televisión, en el cine y en las artes, mientras que hoy en día es un rasgo que predomina entre quienes se definen como personas de izquierdas”.
De esa primera censura de derechas se hace eco el Centre Cultural La Nau de la Universitat de Valéncia al acoger la exposición ‘Hermano Lobo (1972-1976): un huevo duro para el Caudillo’. La muestra, que reúne portadas y ejemplares de la revista, viñetas, escritos y documentos, pretende servir de homenaje a una publicación que reunió a escritores de la talla de Manuel Vicent, Francisco Umbral, Eduardo Haro Tecglen, Luis Carandell, Rosa Montero, Manuel Vázquez Montalbán, Carlos Luis Álvarez Cándido o Jaime Siles, entre otros.
Y, entre los dibujantes, a lo más granado de la profesión en aquellos años 70: Miguel Gila, Chumy Chúmez, Manolo Summers, Forges, Andrés Rábago Ops (El Roto), Ramón, Cesc, Quino o El Perich, quien en su ‘Nacional II’ ya advirtiera que la astrología, es decir, la influencia de las estrellas en la vida del hombre, solo se cumplía en el ejército, o que, aunque en España haya disminuido la natalidad, “incompresiblemente sigue habiendo el mismo número de hijos de puta”.
Quién sabe si por declaraciones de humor como esta última –o esta otra del propio Perich: “A los homosexuales les encanta mirarse en un espejo, porque ven su imagen invertida”, sin olvidar los chistes del propio Gila con alusiones a determinados discapacitados–, hoy mismo hubieran sido objeto de enconada desaprobación, cuando no directamente de proclamación abierta hacia su censura.
“Tradicionalmente, la censura ha sido ejercida por el Estado, pero con el ascenso de las redes sociales como una plaza pública de facto, ahora las grandes empresas tecnológicas ejercen un dominio sobre los límites aceptables del discurso popular… Afirman ser plataformas comprometidas con el principio de la libre expresión, pero, al mismo tiempo, se comportan como editoriales que intentan hacer cumplir sus limitaciones a las opiniones que pueden expresarse”, asegura Boyle.
‘Hermano Lobo’, cuyo primer número salió el 13 de mayo de 1972 con una tirada de 100.000 ejemplares, pero que en números sucesivos llegó a alcanzar un máximo de 170.000 –señal inequívoca del éxito sustentado en la necesidad de la gente de ver ridiculizado el poder que ostentaba el régimen franquista–, fue una publicación que no dejó títere con cabeza, aunque una ilustración de Summers –incluida en la muestra comisariada por Antonio Laguna y Francesc Andreu Martínez– lo desmienta.
El semanario de humor, “dentro de lo que cabe” –como rezaba el subtítulo de la revista–, arremetió contra la censura que se trataba imponer al periodismo –aunque la ley Fraga dispusiera una teórica abolición en aras de cierto aperturismo–, contra las fuerzas del poder establecidas, a favor de una liberación sexual entonces todavía en mantillas y riéndose de los adoctrinamientos religiosos e ideológicos, incluidos los más progres.
Así, Chumy Chúmez dibuja a uno de esos incipientes anticapitalistas arengando al pueblo, mientras proclama su decepción: “A veces pienso que esta gente no se merece que me lea entero ‘El capital’”. Al mismo tiempo, el propio Chúmez la emprende contra un grupo de altos mandatarios que señalan indignados: “¡Esa gente no está preparada para la democracia! En cuanto se les da libertad quieren ser como nosotros”.
“’Hermano Lobo fue en aquellos setenta el equivalente a aquel vaso de grueso vidrio con el que Max Estrella veía la esperpéntica realidad medio siglo antes”, destacan los comisarios de la exposición, que permanecerá en la Sala Estudi General de La Nau hasta el 14 de mayo. Exposición que alude al “huevo duro” del Caudillo, porque ese iba a ser el nombre de la publicación, desechado finalmente por problemas, precisamente, de aquella censura: “¡¡Hay que acabar con esta ola de periodismo que nos invade!!’, dirá un indignado gobernante.
En ‘Yo contra la censura’, texto del humorista José Luis Coll, este ironiza sobre la práctica censora, aconsejando tanto a articulistas como novelistas o autores teatrales “que, si no quieren tener problemas con la censura, no den motivos. Porque la censura cumple su misión”. Un recordatorio que llega hasta nuestros días, ahora en términos de autocensura derivado de cierto caldo de cultivo biempensante.
A eso alude Andrew Boyle cuando trae a colación las palabras de John Stuart Mill en su libro ‘Sobre la libertad’ (1859): “Mill comprendía que nuestra libertad de expresión no peligra solo por los abusos de poder del Estado, sino también por lo que él denomina ‘la teoría de la opinión y el sentir predominantes’”.
La exposición sobre Hermano Lobo es una buena ocasión para reflexionar acerca del humor, sus dianas y los sucesivos intentos de amordazarlo por parte de quienes van ocupando el centro de sus dardos. “Todo es gracioso, siempre y cuando le esté ocurriendo a otra persona”, apuntó el humorista Will Rogers. Bueno será, entonces, tenerlo siempre bien presente para no acabar reconociendo lo que Perich dijo: “El hombre es el inteligente más animal que existe”.
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