Roma, de Alfonso Cuarón
Reparto: Mariana de Tavira, Nancy García, Yalitza Aparicio, Verónica García
León de Oro en el Festival de Venecia. Dos Globos de Oro y nominada a diez Oscar de la Academia de Hollywood
México. 2018
‘Roma’, proclama el director Alfonso Cuarón, es un homenaje a las dos mujeres de su infancia: su madre y su nana, interpretadas por Mariana de Tavira y Yalitza Aparicio, en el papel de señora Sofía y de Cleo, respectivamente.
‘Roma’ es la historia de estas dos mujeres. Y, para contarla, Cuarón rememora los recuerdos de su infancia. Unos recuerdos ubicados en los años setenta del pasado siglo en un barrio de clase media-alta de la Ciudad de México, llamado Roma, de ahí el título de la película.
La mirada cinematográfica del director plasma esos recuerdos en unas imágenes impresionadas en un blanco y negro luminoso e hiperrealista, mientras la cámara se sitúa a la distancia justa para deslizarse sin entorpecer el hacer diario de estas mujeres. Y sobre todo los quehaceres diarios de Cleo, la criada indígena, la verdadera protagonista del film.
Dos mujeres, dos estratos sociales
La distancia alejada de la cámara con respecto a los personajes y la trama, no sólo enfatiza el valor lírico de las imágenes y el orden social, sino que se identifica con la mirada distante con la que Cleo observa los sucesos de esa familia. Porque hay una distancia, “hiperrealista”, entre la señora Sofía –tal y como se la nombra en la película- y Cleo la sirvienta, a pesar de que la historia quiera crear un lazo de sororidad entre ellas.
“No importa lo que te digan, siempre estamos solas”, confiesa la señora Sofía a Cleo, tras conocer que ambas están pasando por una experiencia similar: la primera es abandonada con sus cuatro hijos por su esposo; la segunda está embarazada sin desearlo de un joven que no quiere saber nada de ella tras conocer que es el padre. Tras ese tono de sororidad de la trama, de ese retrato de dos mujeres que afrontan con fortaleza y dignidad lo sucedido, la historia traza con pinceladas sutiles y enérgicas las diferencias de caracteres y, sobre todo, imprime sin prejuicio la diferncia social que existe entre ellas.
La señora Sofía puede exteriorizar toda su frustración y rabia chocando el coche de su marido en el aparcamiento o mandando de manera despótica a su sirvienta que recoga la caca del perro del patio -“¡Qué carajo haces aquí! Quiero que recogas las cacas del perro”- o gritando echándole la culpa de que su hijo le escuche tras la puerta -“Y tú, ¿por qué le dejas? ¡Lárgate! ¿No tienes nada que hacer? ¡Lárgate!”.
En cambio, Cleo vive su desoladora situación sin manifestar enojo, ni enfado; obedeciendo en silencio los desaires de su señora, mirando alejada lo que ocurre en esa familia y realizando sus labores de empleada doméstica con la misma entrega bondadosa que antes. Un silencio y una bondad que transmiten no una sumisión, sino un conocimiento de su posición y realidad social: es una mujer indígena, soltera, embarazada y criada. Y teme las posibles consecuencias que ello puede tener. Un temor que manifiesta explícitamente tras contarle que está embarazada: “¿Me va a correr señora Sofía?”
La belleza poética de esa cámara distante, sigilosa y minuciosa de Alfonso Cuarón se debe a que coloca la mirada sobre los personajes y los sucesos del mismo modo que Cleo mira desde el silencio y la bondad a esa familia para la que trabaja.
Begoña Siles
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