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Homenaje pictórico al pintor Sorolla | Ismael Teira
MAKMA ISSUE #06 | Sorolla Poliédrico
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2023
La casual coincidencia en 2023 de los cien años de la muerte de Joaquín Sorolla (1863-1923) y los cincuenta de la de Pablo Picasso (1881-1973) vuelve a poner sobre la mesa preguntas relativas a la manera en que debemos enfrentarnos a los artistas del pasado. En relación a Picasso –“un machista, como muchos hombres de su época», según Emmanuel Guigon, director del Museo Picasso de Barcelona–, se ha avivado un debate motivado, digamos, por lo extrapictórico. Al respecto, la catedrática Estrella de Diego advirtió en un artículo publicado el pasado mes de junio que “si cancelamos a Picasso nos quedaríamos sin historia, sin pintura, sin arte».
En lo que atañe a Sorolla, las voces críticas lo acompañaron ya en vida, como las de algunos miembros de la generación del 98. Por su parte, Salvador Dalí, en su ‘Manifiesto contra la pintura valenciana’, firmado en 1925, definió la pintura de Sorolla –que había fallecido dos años antes– y de otros contemporáneos suyos como “horrible”. Y lo hacía motivado, quizás en gran parte, por el carácter a destiempo de lo que calificaba como un “un impresionismo francés falsificado a través de la incomprensión”. Curiosamente, el propio Sorolla opinaba, en 1894, que los impresionistas eran una “plaga de holgazanes”. Luego, al parecer, cambió de opinión y, está claro, que de ellos algo aprendió.
A comienzos del siglo XX, un momento marcado por la proliferación de ismos en Europa, la no adscripción a la vanguardia predominante se pagaba bien caro. En el caso de Sorolla, el precio fue la condena al ostracismo durante, quizás, demasiado tiempo. De hecho, parece que todavía sigue existiendo un sector al que le chirría encumbrar a Sorolla por no ser lo suficientemente moderno ni lo suficientemente vanguardista como para ser incluido en una historia disruptiva del arte contemporáneo.
Sorolla, en realidad, no fue ni tan conformista ni tan continuista ni tan levantino como, en ocasiones, se considera, siempre que lo analicemos en el ámbito en donde mejor podemos reconocer su aportación, que es el del contexto del oficio pictórico figurativo. Igualmente, es una realidad que Sorolla no tiene prácticamente nada que ver con las novedades de su tiempo. Odiosa sería la comparación de un cuadro suyo con cualquiera cubista de Picasso, o con un Piet Mondrian apresurado, también por estos mismos años, en la carrera neoplasticista.
Entonces, ¿cómo acercarse, hoy, al pintor Sorolla? En el caso del proyecto que nos ocupa, la aproximación fue simple y evidente: desde la pintura. De este modo, se propuso a grupo de estudiantes de primer curso de la Facultad de Bellas Artes de San Carlos de la Universitat Politècnica de València que se inspiraran en Sorolla, en el análisis exhaustivo de su pincelada y su método, desde el más elemental ejercicio de paráfrasis pictórica. No es ninguna novedad aprender de los maestros. El propio Sorolla bebió de Velázquez en sus visitas al Museo del Prado, y Picasso también.
“Sorolla pinta a Velázquez pero, más bien, parece que mejore a Velázquez”, afirma José Galindo, decano de la Facultad y profesor al frente del aula donde se desarrolló el proyecto. En efecto, los ocres, la siena tostada y el negro de hueso, colores habituales –según Manuel Hernández Sanjuán– en la paleta del sevillano, son superados por un Sorolla que, jugando con la ventaja del tiempo, aplica las recientes teorías del color a su pintura. “Sorolla es exquisito con la paleta de colores y juega muy bien con los grises quebrados, por eso brillan tanto los colores de sus cuadros y es tan intenso”.
Uno de los alumnos, Marcos Granero, manifiesta que le “turboflipan” el uso de la luz y los contrastes de Sorolla, así como su ferocidad con el empaste y la rapidez con la que pinta. Su compañera, Lucía Bachiller Moreno, coincide con él: “Lo que más me impresiona y admiro de Sorolla es la gestualidad tan directa y la velocidad de ejecución”.
En este sentido, Galindo recuerda una apreciación que le contó en su día Rafael Carralero: “Me explicaba que no es que las pinturas de Sorolla se parezcan al cielo de Valencia, sino que el propio cielo de Valencia es el que se inspira en la pintura de Sorolla. Dicho de otra manera: cuando alguien viene a Valencia, busca esos cielos y esa luz que los valencianos reconocen como auténtica, como real y como propia, aunque, ciertamente, se trate de un constructo”.
La playa de la Malvarrosa, a unas pocas paradas de tranvía desde la Facultad, fue uno de los escenarios que el alumnado pintó poniéndose en los zapatos de Sorolla. La ejecución de los bocetos sobre los cromatismos del agua o las composiciones con bañistas debía ser rápida. “Sorolla pintaba con puñados de pinceles, uno para cada color, con rapidez, con prisa. No tiene diez dedos, tiene veinte”, describe Galindo, gesticulando con las manos.
Hace algunos años, el profesor cruzaba el Alto Manhattan para maravillarse con los cuadros de Sorolla en la sede de la Hispanic Society of America. Reconoce una conexión, bajo aquella cúpula, con el pintor. El acercamiento durante este proyecto a la pintura de Sorolla también generó relaciones complejas, como la que describe Alicia Murgui, centrada “en no dejar que el cuadro me domine, sino en hacerlo mío, como él habría hecho”, o Nuria Molina, que reconoce no haber sentido nunca tan cerca a Sorolla como hasta ahora.
“Sabia, sencilla y clara” es como describe la pincelada del pintor Eleonora Teodora Simión (Teo). Su compañeras Paula Alcayde y Meritxel García destacan “la manera en que plasma los colores y muestra su vitalidad” (Alcayde) y el interés por “el tratamiento de la luz como un punto crucial” (García). Mientras pintan en el aula, Elvira Cremades Roca puntualiza su preferencia por la “valoración cromática más viva y luminosa de un Sorolla más tardío, en lugar del más academicista” y L. Romero Contell señala “la manera en que el pintor entiende el color y cómo utiliza ese conocimiento para crear los contrastes entre la luz y la sombra” como una de las aportaciones más significativas de Sorolla.
Otras compañeras valoran la iniciativa de “actualizar” sus pinturas, como Iona Carmen Petcu, a quien le “apasiona la idea de ofrecer una visión sorollista de la realidad actual”. También a María del Carmen Rubio, que aplaude la sugerencia del “reto de actualizar pinturas con más de un siglo de historia”. Marta Andrés Soto concluye: “Ahora, hasta me quedo con ganas de pintar más sorollas”.
Las obras seleccionadas para la exposición en La Rambleta de València, llevada a cabo en noviembre de 2023, están firmadas por Aisa, Alejandra Ruiz Taberner, Alicia Murgui, Blanca Guarner Terol, Elena Castellano Sánchez, Elvira Cremades Roca, Ioana Carmen Petcu, L. Romero Contell, Lluna Masip Mayo, Lucía Bachiller Moreno, Lucas Ferre González (Ferre), Marcos Granero, María del Carmen Rubio Conesa, Marta Andrés Soto (Martens), Nuria Molina, Paula Alcayde, Sara Estopiñá Gómez y Teo Simion.
Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #06 | Sorolla Poliédrico, en noviembre de 2023.
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