#MAKMAArte I Entrevistas
‘Intro-versiones II’, de Horacio Silva
Shiras Galería
Vilaragut 3, València
Hasta finales de enero de 2023
Viendo las ‘Intro-versiones II’, de Horacio Silva, y sabedores de la importancia que concede al ritmo, la armonía y el movimiento en su obra, podríamos extender sus vínculos con la música a estas palabras del mismísimo Mozart, hablando de algunas de sus composiciones: “Están en el término medio entre lo demasiado difícil y lo demasiado fácil”.
Para entender lo que quiso decir el genio de Salzburgo, asociado a la visión de los cuadros que ahora presenta Silva en Shiras Galería, bastará prolongar la propia explicación del autor de ‘La flauta mágica’: “Son muy brillantes, agradables al oído. Están hechos de manera que los verdaderos entendidos puedan encontrar satisfacción en ellos y, sin embargo, pueden gustar a los no entendidos, sin saber por qué”.
Las 13 piezas que Horacio Silva muestra, como si fueran una segunda parte de aquellas ‘Intro-versiones’ expuestas en la propia Shiras hace ya tres años, tienen esa resonancia musical, por él mismo atribuida, de la pintura que al mismo tiempo que entra por los ojos, lo hace por los oídos. La amplia gama de colores utilizados, las formas geométricas sutilmente distribuidas y la materia de fondo que los acoge, saltan a la vista proponiéndonos ese doble juego entre la mirada y la escucha.
Un conjunto de obras abstractas que el artista ha ido decantando como se decanta el buen vino, fruto de un laborioso trabajo de equilibrista cruzando sobre el alambre de una gozosa y, al mismo tiempo, sufriente pintura, para que después se sumen a la fiesta de los sentidos tanto el experto como el menos ducho en los entresijos de la materia plástica decantada.
“Esta exposición tiene una evolución quizás más completa, más serena, más cromática, que la anterior de ‘Intro-versiones’. Se mantiene el mismo concepto de elementos a veces atomizados, pero se van fraguando otras uniones dando lugar a partes más solitarias en este ‘Intro-versiones II’”, explica el artista.
El título de la exposición puede dar lugar a hablar de lo introvertido de su trabajo, al tiempo que, producto de ese aislamiento en su estudio, se van sucediendo diferentes versiones de su obsesiva tendencia por alcanzar el ritmo preciso, las justas proporciones y el movimiento sincopado de las formas. “Yo pinto los cuadros como si fueran esculturas, porque muchas veces tengo que quitar más cosas de las que pongo”. Sí, también la escultura comparece como trasunto de esa misma compulsión por alcanzar lo máximo con lo mínimo.
“Me decía [Joaquín] Michavila: “Tú es que en un cuadro haces 20; yo, de todo lo que has hecho en un cuadro, sacaría 20”. Tengo la obsesión de llenar, porque tengo el horror vacui del cuadro, de manera que, en estos momentos, estoy intentando restar elementos de la obra para conseguir que la concentración sea máxima”.
Dice Silva que tiene algo de impotencia a la hora de abordar una obra y que ésta no termina atiborrada de elementos que dejen sin respiración al cuadro: “Casi soy un pintor barroco de la pintura moderna, porque lo lleno mucho de cosas, de movimiento, de gestualidad. Elementos que se apoyan en otros con contrafuertes para que no se caigan. Si te das cuenta, todo está en movimiento: hay muchas oblicuas, muchas diagonales a la hora de componer”.
Aunque la abstracción, por aquello de alejarse de lo más palmariamente figurativo, sea característico de estas ‘Intro-versiones II’, lo cierto es que Horacio Silva afirma buscar elementos en su obra que puedan existir: “Hay pintura abstracta, gestual, pero a mí me gusta que, aunque se llamen abstractos porque no los reconoces, que tengan cierta existencia, aunque no sepas para qué sirven”.
“Utilizo los elementos geométricos que aparecen en mi obra de forma puramente intuitiva. Lo hago por cuestiones compositivas: quiero que haya contraste entre las masas y las líneas, para que el cuadro no sea pesado. Cuando un cuadro está denso, yo pongo una línea y, de pronto, la obra se eleva y rompe con esa pesadez”, añade quien reconoce que “la abstracción es emoción, como lo es la música”. “Yo de pequeño escuchaba los Beatles, no entendía nada de lo que decían y me encantaba. Y no digamos nada con la música sinfónica, que ahí no hay ni palabras. Igual sucede con la abstracción, que te emociona o no te emociona”, subraya.
Horacio Silva intenta evitar la rutina de la materia, de forma que va conjugándolo todo de manera que no se entorpezcan los elementos: “Lo hago para que todo el cuadro funcione de una manera determinada, no por una cuestión científica, sino por cuestiones de ritmo. Todos los trucos que se utilizan en música, los utilizo yo en la pintura. Mi obsesión es la armonía. Todos los colores han de ser familiares entre sí y la complementariedad funciona cuando hay subordinación de un color a otro”.
Hay muchos micorelatos, texturas y veladuras en sus cuadros, todo ello emergiendo tras doblegar la resistencia de una obra que el artista va produciendo con ímprobo esfuerzo y goce. “Creo que la pintura, ante todo, ha de ser placentera, entre comillas, porque tú puedes contemplar el cuadro de un desagradable fusilamiento, pero es placentero ver técnicamente cómo está resuelto. Probablemente, el pintor lo haya sufrido haciéndolo, pero es como un actor en el teatro que si lo está pasando mal la gente lo va a notar, mientras que si está haciendo un drama y lo pasa bien el público sentirá con el autor lo que está ocurriendo en escena”.
Asegura que antes pintaba con grises, con colores pardos, y que ahora, de repente, hay como una explosión de color en su trabajo: “No sé si es por la edad, que te lleva a querer frenar la vejez y darte optimismo mediante ese uso del color, pero ya no concibo un cuadro en gris”.
Como tampoco le asusta el verde que años atrás no quería ver, valga la coincidencia del símil, ni en pintura. “Yo he sido enemigo acérrimo del verde; no podía soportarlo. Hasta hace unos cinco años no aparecía en mi obra. Prefería el azul ultramar, como ese azul noble que no te traiciona nunca, antes que el cobalto, que tiende al verde. Sin embargo, de repente, descubrí el esmeralda y me funciona muy bien en estos momentos”.
Tiene una teoría, que apunta con todas las reservas, sobre el hecho de que armonizar un verde resulta muy complicado, “porque se compone de dos: uno más frío y otro más cálido, de un amarillo y de un azul, de forma que es dificultoso su equilibrio. Hay que tener un conocimiento de las armonías muy ajustado, porque lo más fácil es hacerlo con colores de la misma familia: con ocres, con sienas, con rojos, con marrones. Bueno, pues al final he conseguido esa armonización con los verdes”.
Horacio Silva dice que primero pinta el cuadro, lo desarrolla, y muchas veces hasta se ve llevado hacia el terreno que la propia obra quiere. “En ese momento, es cuando pongo el título de lo que me está sugiriendo, porque en la figuración no, pero en la abstracción a veces el cuadro es el que manda y hay que dejarse llevar. Yo pinto, al igual que tú escribes, para sorprenderme; es nuestro vicio, vivir las cosas como permanentemente nuevas”, concluye.
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