José Benlliure

#MAKMAArte
‘Huellas valencianas en una colección’
Comisariado: Ana Arribas
Coordinación: Víctor Segrelles
Fundación El Secreto de la Filantropía
Casino de Agricultura
Comedias 12 – 4ª, València
Del 28 de junio al 30 de diciembre de 2024

Luis Trigo, presidente de la Fundación El Secreto de la Filantropía, entidad organizadora de la muestra ‘Huellas valencianas en una colección’, se refirió, a la hora de presentar la exposición comisariada por Ana Arribas, a dos cuestiones que la caracterizan: por un lado, la aleatoriedad del montaje, y, por otro, el enamoramiento que, como a él, le gustaría que las piezas suscitaran en el espectador.

Para explicar el primero de los términos, Trigo apuntó lo siguiente: “Yo hablaría de aleatoriedad porque una colección, por mucho que tú quieras planificarla, se va haciendo a base de acontecimientos que se suceden y te sorprenden”.

Para luego señalar el segundo de los términos: “Sí que es verdad que cada obra que voy a adquirir la pienso mucho, aunque haya primero un enamoramiento. El ojo al principio no lo tienes hecho, sino que se va haciendo poco a poco, para después ir acompañado de la idea”.

‘El segundo fruto’ (2005-2006), de Soledad Sevilla, al fondo, y ‘Escena de mercado’ (1890), de Joaquín Agrasot y Juan, en la exposición ‘Huellas valencianas en una colección’, en el Casino de Agricultura de Valencia.

Y es así, a base de cierta aleatoriedad (“imaginemos un paseo a la orilla del mar”, tal y como la evoca Trigo) y del enamoramiento que produce el instante en que cada obra te asalta, como ‘Huellas valencianas en una colección’ se presenta en el Casino de Agricultura hasta finales de año.

Ese paseo a la orilla del mar, con el que la imaginación se va desplegando a lo largo del recorrido expositivo, el presidente de la Fundación lo entiende así: “El rastro dejado por las huellas de los pies descalzos es diferente en cada caminante, en función del itinerario elegido y de las circunstancias del caso”.

Y añade: “A veces, las pisadas moldean suaves depresiones en la arena esponjosa. Pero al verse éstas alcanzadas por la ola, la impresión se diluye y las marcas del paseante se transforman”, desdibujándose los contornos y volviéndose la silueta más difusa. “En otras ocasiones, si elegimos deambular por la arena seca…nuestras huellas no son tan profundas, pero son más duraderas estando a salvo del vaivén de las aguas”.

‘Retrato de Sara’ (1932), de Luis Felipe Usabal, en la exposición ‘Huellas valencianas en una colección’, en el Casino de Agricultura de Valencia.

La comisaria Ana Arribas, al decir de Trigo, “no altera esta concepción”, sino que ordena la muestra “atendiendo a una racionalidad basada principalmente en la estética y el equilibrio compositivo”, siendo el “vínculo con la tierra valenciana” lo que finalmente constituye “el único elemento esencial y común del conjunto de huellas” referidas en el título de la exposición.

La colección de Luis Trigo se articula en torno al arte del siglo XIX, en cuya segunda mitad Valencia “vivió una edad de oro de la pintura”, resaltó Arribas. “Hemos hecho una selección de lo que consideramos digno de ponerse en cualquier museo por tratarse de piezas de mucha calidad. No se pretende hacer una evolución de la pintura valenciana, ni tampoco caer en los mantras del sorollismo y del luminismo que han condenado a muchos pintores”, añadió la comisaria.

De manera que lo que han pretendido tanto Trigo como Arribas es mostrar la obra de un puñado de pintores [Ignacio Pinazo, Cecilio Pla, José Benlliure, Luis Felipe Usabal, Antonio Muñoz Degraín, Francisco Lozano…] que, “sin negar que son valencianos y que ven sus paisajes, el mar y sus gentes como lo hacía Sorolla, lo han hecho de un modo distinto a como lo hacía él”, subraya Arribas.

‘El Benacantil desde Les Oliveretes’ (1918), de Emilio Varela, en la exposición ‘Huellas valencianas en una colección, en el Casino de Agricultura de Valencia.

Y pone como primer ejemplo la vista de Alicante recogida en la obra ‘El Benacantil desde Les Oliveretes’, de Emilio Varela, “considerado un sorollista, con todos estos amarillos, donde no hay colores negros y apenas hay sombras, como si le estuviera dando la luz del mediodía a todo el castillo”, pero que, a su juicio, “tiene más que ver con Francia y el impresionismo que con Sorolla, siendo un pintor más moderno y adelantado que el propio Sorolla”.

‘Huellas valencianas en una colección’ reúne retratos, paisajes y pintura de género, para mostrar a modo de colofón un mosaico de piezas, precedido de un cuadro ya del siglo XXI obra de Soledad Sevilla a modo de comparativa con la que destacar la contemporaneidad de aquellos otros pintores del XIX.

‘Mediterráneo, paisaje’ (1992), de Francisco Lozano, en la exposición ‘Huellas valencianas en una colección, en el Casino de Agricultura de Valencia.

“Antes del final, tenemos este [Francisco] Lozano casi fauvista que da paso a la obra de Soledad Sevilla, que nos parecía un epílogo precioso”, para rematarlo, no obstante, con el citado mosaico integrado por dos obras de pequeño formato de Ignacio Pinazo (“dejando la madera de pino desnuda y pintando incluso las betas para resaltarlas más todavía”), una mano de Vicente López (“no todo el mundo sabe pintar manos anatómicamente correctas”), o dos plumillas de Cecilio Pla, enumeradas por la comisaria.

“El Museo del Prado y la Colección Masaveu han refutado esa idea casposilla del XIX para ensalzar la obra de todos estos artistas”, aseguró Arribas, para apostillar: “El XIX no es antiguo”. El montaje poco ortodoxo, al no seguir un orden cronológico para centrarse en la singular práctica pictórica de cada uno de los artistas, y su conexión metafórica con el paseo por la orilla del mar, otorgan a estas ‘Huellas valencianas en una colección’ el rastro de lo imperecedero.

“Esta exposición no está hecha para impresionar, sino para disfrutar. No tiene un guion predefinido, sino que se basa en ir colocando piezas de mi colección que han ido viniendo de una forma espontánea y casi siempre”, insiste Trigo, “como consecuencia de un enamoramiento”. Enamoramiento que le gustaría trasladar “a todos los que la vean”.

“Que no espere el público encontrar un orden cartesiano en la presentación de las obras. Es algo más aleatorio: busca la sorpresa, como una vista repentina que se produce en un instante”, en contraposición con el modo en que se ha formado la colección, esto es, “paso a paso, lentamente, dejándose tentar el coleccionista con hallazgos valiosos y descubrimientos sorprendentes”, concluye Trigo, no sin antes proclamar, con cierto aliento poético: “Siempre que me deprimo, me acerco a hablar con los muertos”.

‘El artista y la musa de la inspiración’ (1880), de José Benlliure Gil, en la exposición ‘Huellas valencianas en una colección, en el Casino de Agricultura de Valencia.

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