‘Proposters’, de Ibán Ramón
Lanevera Gallery
Puerto Rico 46, València
Hasta el 16 de mayo de 2021
Durante las semanas del confinamiento, el diseñador gráfico Ibán Ramón fue uno de los contados civiles que recorría las calles vacías de València. Lo hacía con la acreditación de una revista y la cámara dispuesta para registrar un escenario insólito y excepcional. Combinaba estos paseos con la elaboración de una serie de carteles tipográficos, una selección de los cuales, bajo el título ‘Proposters,’ se exponen en Lanevera Gallery hasta el 16 de mayo.
Especializado en trabajos editoriales, de identidad corporativa y comunicación gráfica, Ramón compagina su faceta profesional con la docencia y proyectos fotográficos personales. En 2018, decidió realizar una serie de carteles sin encargo previo, por amor al arte, entre ellos ‘What a wonderful world’, publicado junto a otros dos más el año siguiente en Instagram, iniciando así una serie, con la posibilidad de editar algunos títulos.
“Al declararse el estado de alarma y el confinamiento cambié el rumbo para conectar con el sentimiento general de miedo y angustia que nos afectaba a todos”, dice Ramón. “Dejé de colgar en redes sociales proyectos existentes y trabajos remunerados para sintonizar con la situación de excepcionalidad mediante la labor improvisada, siguiendo el ritmo natural de creación del proyecto. La serie ‘Proposters’ se desarrolla desde ese momento y en ese contexto. Los carteles se suceden a la vez que la situación evoluciona y las noticias acontecen”.
La muestra incluye 11 obras de 70 por 100 centímetros, serigrafías de 40 a 75 ejemplares –a 20 euros, precio de coste–, y han sido seleccionadas por Ramón por una simple razón de peso: ser las que “más podrían gustar”.
De sus periplos fotográficos por las calles vacías guarda imborrables recuerdos. “Fue una experiencia muy impactante. Me embargaba el miedo y la emoción mezclados con un sentimiento de culpa por poder salir, mientras la inmensa mayoría permanecía en casa. Algo maravilloso y a la vez terrible, pues se respiraba la tensión en el ambiente e impresionaba la presencia vigilante de la policía y el ejército, y las barricadas que formaban para cortar el posible tráfico”.
Todavía se le ponen los pelos como escarpias al evocar el tañir de las campanas de la catedral un día que pasaba por la solitaria plaza de la Virgen. “Fue algo sobrecogedor, igual que atravesar la zona de las torres de Serrano y otros enclaves céntricos habitualmente bulliciosos y verlos deshabitados”.
En su estudio de Benicalap, Ibán Ramón desarrolla una actividad versátil: proyectos de identidad corporativa, marcas, tipografías, libros y carteles. “Los carteles me interesan mucho, porque existe una relación muy directa entre ellos, la ciudad y los ciudadanos, formando parte del paisaje urbano”, dice.
“Los carteles, como todo el diseño en general, son una cuestión cultural, una seña de identidad del lugar en el que se producen. Por eso el cartel institucional, debido a su contante presencia en la calle, tiene una gran responsabilidad. Publicar buenos carteles hace a una ciudad más bonita, más moderna y más interesante. Además, los carteles son una especie de escuela de grafismo para los ciudadanos, que se educan en la medida en que los carteles con los que se tropiezan son mejores o peores”.
Aunque domina el dibujo desde muy joven –se emancipó antes de cumplir los 18 años–, Ramón es fiel al lenguaje tipográfico, “la herramienta primordial del diseñador gráfico”. Con este lenguaje logra eliminar la impronta personal y ceñirse estrictamente al mensaje que desea transmitir. “La fotografía es otra historia”, señala; “en ella sí expreso mi visión personal del mundo y de las cosas, pero en lo demás tiendo al minimalismo, a la sencillez máxima, a emplear las palabras que en cada momento hay que usar; aunque como esta táctica es algo cultural, puede ir evolucionando a medida que transcurre el tiempo”.
Ibán Ramón es ardiente defensor del valor añadido que el diseño aporta a las empresas, a los productos y a las instituciones. “Un diseño de calidad es el parámetro que refleja el nivel de una ciudad o país”, afirma. Y subraya lo absurdo que es ahorrar en una inversión que multiplica potencialmente la eficacia de una marca. Especialmente, en lo que respecta al diseño gráfico, que resulta muy económico en comparación con otros gastos.
“A la hora de elegir las etiquetas para un vino embotellado, por ejemplo, no hay que escatimar por ahorrase unos céntimos. Siempre optar por las mejores, aunque sean las más caras porque, a la larga, compensa. También los proyectos públicos deberían regirse por ese principio. No elegir por concurso el más barato, sino el de mayor calidad mediante jurados capacitados para ello”, concluye Ibán Ramón.
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