Ignasi Aballí
Caso de Estudio
IVAM
C / Guillem de Castro, 118. Valencia
Hasta el 4 de marzo de 2018
“¡Tan sólo desearías que pertenecer a la especie humana no fuera acompañado de este insoportable estrépito, que esos pocos pasos irrisorios que hemos dado dentro del reino animal no se pagasen con esta perpetua indigestión de palabras, de proyectos, de grandes comienzos!” Así entendía Georges Perec la existencia. Y así, deletreando esos pasos, presenta Ignasi Aballí su trabajo evocando al escritor francés con el cine como telón de fondo. El IVAM le dedica su Caso de Estudio reuniendo tres de sus proyectos: Desaparición, Sinopsis y Listado (cine).
Un estrépito insoportable de imágenes y una indigestión de palabras de las que se hace eco Aballí mediante una serie de carteles, fotografías y una película que vienen a cuestionar el estatuto mismo de la imagen. “¿Qué aporta la imagen en este mundo saturado de ellas?” Y el artista catalán, al tiempo que formula la pregunta, no deja de dar pistas acerca de sus respuestas. “Adopto un punto de vista crítico que me lleva a limitarlas, a no añadir nada”. Contra la saturación, como se habla de grasas saturadas, Aballí opta por una dieta baja en calorías, de forma que la imagen quede aligerada de tanta contaminación visual.
En Desapariciones, 23 carteles y una caja de luz rememoran los guiones que Perec escribió para que fueran convertidos en películas. Algunas fueron rodadas y otras no. Da lo mismo a efectos de lo que Ignasi Aballí pretende, que no es otra cosa que jugar con la realidad y la ficción. Hay carteles que aluden a obras filmadas, en cualquier caso evocadores de una realidad que el artista reconstruye, y otras que son directamente fruto de la más pura invención. Todos ellos, eso sí, destilando el aroma del mejor diseño de carteles.
“Me interesa el cine como lenguaje. No soy cineasta y recurro a hablar de él desde la periferia, desde un punto de vista marginal, desestructurando los elementos de ese lenguaje”, explica el artista. Aún así, las desapariciones a las que alude el título del proyecto, destacan visualmente por su fuerte presencia iconográfica. “Sí, quería que el propio cartel se aguantara por sí mismo como obra”. Perec hizo desaparecer la letra “e”, la más usada en la lengua francesa, para provocar un movimiento de desplazamiento o corrimiento telúrico del lenguaje, al que se aferra igualmente Aballí para que la imagen se salga de sus casillas comerciales.
La propia película de Aballí, Desaparición, se nos presenta en una caja de luz en la que se puede leer: “El final es la pantalla, que es solo superficie”. Ningún relato cabe en su interior que no sea, precisamente, el que manifieste su cansancio por la imagen como vehículo de cierta narración con sentido. La pantalla es tan solo superficie, materia de la expresión, inhabilitada como soporte de historias que avancen hacia el clásico final. “De Perec me interesa cómo utiliza el lenguaje per se, cómo juega con él”.
La videoproyección, cuya duración es de 180 minutos en bucle, va en esa misma dirección del encadenamiento sin fin. Aballí, siguiendo la propuesta de Perec de mostrar 68 situaciones en las que el rostro no podía ser visto, monta la película con cientos de imágenes extraídas de los medios de comunicación. Rostros invisibles que se suceden una y otra vez a modo de carrusel fantasmagórico. “Cuando alguien oculta el rostro no suele ser por una buena causa”, y el artista se refiere, por ejemplo, a los detenidos que se tapan la cara para no ser identificados.
Sinopsis también lleva entre paréntesis el añadido de “película sin fin”. Colocado justo debajo de los espacios grabados por cámaras de vigilancia, Aballí se hace cargo de las situaciones violentas recogidas en esas pantallas para desvelar ese otro carácter inquietante de la imagen. “Nos venden que esas cámaras están ahí por nuestra seguridad, pero también nos vigilan”. El ser o no ser de la imagen que, al modo en que lo hacía Hamlet, manifiesta las dudas del saturado universo visual contemporáneo. Un universo que, como apuntaba Perec, se balancea entre el estrépito y la indigestión de palabras.
Salva Torres
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