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‘Iluminadas’
Fotografía coloreada en los siglos XIX y XX en la colección de José Antonio Torcida
Centro de Documentación y de la Imagen de Santander (CDIS)
Magallanes 30, Santander
Hasta el 3 de mayo de 2025
La fotografía nació en blanco y negro y, luego, le fueron saliendo los colores, quizás avergonzada de su descuido primigenio. La noche, con esos puntitos blancos titilantes que decoran la cúpula celeste, y el día, con esos azules y naranjas y amarillos ambientando el cielo, son los culpables del anhelo de color en nuestras vidas.
Por eso cuando vemos una fotografía en blanco y negro, más allá de su lógica evolución temporal, nos estremece imaginar el color ausente mediante el aporte de nuestra imaginación colorista.
Porque fueron los propios colores, al no aparecer en esas primeras fotografías, los que provocaron el primer traspié a la imagen en blanco y negro. Como subraya María de los Santos Felguera, comisaria de la exposición ‘Iluminadas’, en el catálogo que la muestra, “entre las numerosas virtudes de esta nueva manera de representar la realidad, como eran la fidelidad, la exactitud, la nitidez y la riqueza de detalles, la fotografía tenía un defecto: no era capaz de reproducir los colores, cosa que hacía la pintura de manera muy solvente”.
En esta exposición que presenta el Centro de Documentación y de la Imagen de Santander (CDIS), podemos ver cómo, en los más de treinta retratos de la colección de José Antonio Torcida seleccionados, existe una evidente evolución en ese añadido de color a los diferentes estilos fotográficos, y en apenas un siglo.
“En la selección de objetos fotográficos que se muestran en esta exposición, se ha buscado ofrecer una panorámica lo más amplia posible, desde los inicios de la fotografía hasta los trabajos de los últimos fotógrafos iluminadores (…), mostrando los diversos procedimientos que se fueron sucediendo en el tiempo: daguerrotipo, ferrotipo, papel salado, albúmina, gelatinobromuro, etc.”, señala el propio dueño de la colección.
En algunas fotografías, se resalta el color de una prenda de ropa, como un pañuelo o un sombrero, o de algún aspecto físico, como los labios o los ojos. Incluso en algunas instantáneas se puede observar cómo el propio humo de los cigarros queda resaltado del resto de colores. Con ello, el fotógrafo agrega un elemento para que el espectador de estos retratos penetra con su mirada en la composición, en el retratado y, ahora también, en el propio color de la imagen.
Muchas de las fotografías de la muestra, pertenecientes a la década 1840-1850, están decoradas con color en polvo añadidas a las propias placas de cobre, aunque ese tan solo sea un primer paso a la hora de adquirir el efecto deseado tanto por los artistas como por los retratados.
Con el paso del tiempo, la fotografía en papel fue evolucionando hasta que se impuso a las delicadas placas de cobre que antes conservaban el retrato. Este adelanto hizo más fácil colorear y utilizar pigmentos líquidos.
“Acuarelas, aguadas, óleos y, más adelante, anilinas sirvieron para animar y dar vida a las imágenes en blanco y negro, que para algunas personas resultaban frías y casi cadavéricas”, destaca la comisaria de la exposición.
Los colores añadidos a la fotografía variaban en función de la pericia de la persona encargada, por eso muchos pintores, en sus primeros años de carrera, realizaron estos trabajos. Entre ellos, podemos resaltar los nombres de Mariano Fortuny en Barcelona o Joaquín Sorolla en Valencia.
“En la muestra predominan los retratos de la burguesía (…), pero podemos ver a todas las clases sociales, desde la aristocracia a las clases más humildes, pues a todos sin excepción sedujo el color”, subraya José Antonio Torcida en el texto del catálogo que acompaña a la exposición.
