‘How ill thy world is ordered’, de Daniel Romano’s Outfit
You’ve Changed Records, 2020
Indudablemente, este complicado 2020, que por fin entra en su recta final, ha sido el año de la definitiva explosión de Daniel Romano, donde el canadiense ha demostrado su inagotable y prolífico talento con una insólita campaña de sucesivos lanzamientos discográficos como jamás se había visto.
Se dice pronto lo de que, en total, ha sumado 11 publicaciones, de las que algunas son mejores que otras, pero ninguna es mediocre. De todas ellas, yo destacaría principalmente cinco: ‘Visions of the higher dream’ y ‘Content to point the way’, que vieron la luz exclusivamente en formato digital durante los pasados meses de marzo y abril; la versión íntegra del álbum ‘Infidels’, que Bob Dylan realizó en 1983; el fabuloso directo ‘Okay wow’, grabado durante la gira por Escandinavia con su banda The Outfit, y, sobre todo, el que nos ocupa.
En ‘How ill thy world is ordered’ también está acompañado por los miembros de la mencionada banda, tales como Julianna Riolino en calidad de segunda voz, David Nardi en voces y guitarra, Roddy Rossetti al bajo, Ian Romano a la batería, Mark Lalama a los teclados, Victor Belcastro al saxo y Aaron Hutchinson a la trompeta. Junto a ellos mantiene esa línea habitual en la que prevalece la espontaneidad y la frescura.
De las piezas de su contenido, son más contagiosas ‘A rat without a tale’ y ‘Green eye-shade’, las dos que sirvieron de adelanto promocional, así como el tema que da título al álbum. Después, entre sus melodías, hallaremos influencias de George Harrison, de Gram Parsons, de Bob Dylan…, y hasta de Bowie o Bolan.
En el resto el desperdicio brilla por su ausencia y, a través de sucesivas audiciones, es lógico que vayan variando las favoritas. Para el que suscribe, si primero quedé deslumbrado por ‘Never yet in love’ o ese colofón tan country de ‘Amaretto and coke’, actualmente se han asentado dos maravillas como ‘No more disheartened by the dawn’ o ‘A secret still to be betrayed’.
Sí, parece evidente que este álbum es la culminación del geniecillo de Welland, seguramente su gran obra maestra hasta el momento y, además, uno de los mejores artefactos sónicos de esta añada. Además, a tenor de lo expuesto y del título de esta obra, debería dar pie para organizarse mejor este complejo mundo.