#MAKMAArte
‘Inma Coll. Jo sóc pintura’
Comisario: Alejandro Villar
Sala de exposiciones del Casino Lliberal
Muntanya 24, Algemesí, València
Hasta el 23 de junio de 2024
En una cama, retorcida a golpe de pincel y penetrada por flores, descansa un hombre, su camisa y su piel casi tan heridas como las sábanas. Le abraza una mujer con la cara transfigurada. Reconocemos la luz del anhelo, evocada en tantos cuentos… Hasta que la ilusión se desvanece con el título: ‘Lucian (entiéndase Lucian Freud), te echo de menos’.
Otra paradoja. El descrito autorretrato de Inma Coll con su alter ego pictórico se ubica dentro de la sección menos esperada, de las tres que forman la exposición: ‘Jo sóc dona’. Junto con otro abrazo florido e incurable, el que comparte con Frida Kahlo. Y un desfile de sus propios cuerpos desnudos, iluminados por brillos verdes y abiertos por la indumentaria de la pintura.
El visitante se pregunta: ¿pero a quién desafiaría entonces la contraparte, el otro apartado denominado igual que la exposición monográfica, ‘Jo sóc pintura’?, en el Casino Lliberal de Algemesí. Un sobresalto más tarde, ya sabe que esta pregunta también era incorrecta. Quizás cabría sustituirla por otra. ¿Cómo se puede dialogar —además— con Goya, Picasso, Chagall, Vermeer y Bacon sin perderse y sin caer en el agujero llamado posmodernismo?
He apuntado alguna de las respuestas, ofrecidas por los lúcidos comentaristas de esta exposición, empezando por Amparo Zacarés. La primera subraya la larga e intensa vida artística de la pintora, que parte de su exclusiva concentración en el cuerpo y el rostro humano. Atravesando también momentos tan viscerales como la estancia en Oaxaca, en 2007, donde experimenta con la expresión gráfica. O la más tardía, en Francia, inicio de sus instalaciones con piezas textiles, una provocadora inmersión en el feminismo de la diferencia.
‘Jo sóc dolor” es el tercer eje de la exposición, o el tercer soporte de este trípode que, entre todos los videntes, encuentra más afinidad con el cantor del Apocalipsis. Inma Coll arremete contra los traumas del cuerpo y los monstruos que devoran la humanidad con la misma pincelada sangrante y dura. O con armas aún más catárticas por blandas. Como la sábana debajo de la Ramera de Babilonia, cuyos miembros descuartizados dibujan otro triángulo intangible, uniéndola a los ángeles armados que sobrevuelan Ucrania y Gaza, con sus corazones en las manos.
La inexorable destrucción del mundo, afín al milenarismo en el que insiste el comisario Alejandro Villar, y la resistencia artística como acto Femenino, con mayúscula, quedan una y otra vez unidos por hilos color sangre. Los ojos encendidos de los invitados en la inauguración continúan los nexos esbozados por los críticos.
Y cierran el triángulo: todas las representaciones femeninas de Inma Coll son actos de rebeldía y esperanza. La resistencia frente a cualquier estereotipo, tanto aquel que idealiza sus cuerpos, como el otro que invisibiliza su espíritu creador. Tratándose de los matéricos desnudos y deconstruidas genealogías artísticas de Inma, podríamos añadir: y viceversa.
¿Cómo llamaríamos entonces al contrario de lo postmoderno, según Inma Coll? Busco en mi memoria las palabras que la propia pintora me ha regalado, las mismas que otorga a sus compañeros artistas que le vierten el desánimo frente a un contexto actual hostil. Casi todas resultan ser sinónimos de “autenticidad”.
- Inma Coll, la genealogía visceral - 21 junio, 2024