‘Ideas as Model’, de Irma Álvarez-Laviada
Galería Luis Adelantado
Bonaire 6, València
Hasta el 12 de marzo de 2021
“Ella viene de la pintura, pero ha estado un tiempo largo sin trabajar con la pintura como materia”. Lo dice Olga Adelantado, responsable de la galería Luis Adelantado, refiriéndose a Irma Álvarez-Laviada, que asiente, para después explicarse. “Tuve una crisis creativa, porque me vino aquello de que un pintor está pintando el mismo cuadro toda su vida, y fue entonces cuando sentí llegado el momento en que me aburría un poco en el estudio. Mi propio proceso de trabajo, notaba que estaba agotado”.
Y decidió parar. “Estuve prácticamente dos años encerrada dentro de la dinámica del estudio, pero sin hacer nada, embalando todos los cuadros, dados la vuelta”. De pronto, los propios materiales, que habían estado en contacto con la pintura, dice que le hablaron y, de una forma un tanto lúdica, empezó a registrarlos, a experimentar con ellos, a tocarlos: “Me di cuenta que ese material tenía una memoria de la práctica anterior y que no necesitaban de la pintura, para hablar de la pintura”.
Y así fue como Álvarez-Laviada se puso a trabajar con los materiales en sí mismos, no como agregados de nada, sino con la plasticidad intrínseca a su ser. Porque conviene advertir la literalidad con la que esta artista dice que esos materiales, abandonados a su ser, le hablaron, dotándolos del ánima que finalmente aflora en su trabajo. El arte, pero, sobre todo, la literatura y el cine, están llenos de ejemplos en los que lo inerte cobra vida a través de la creación, aunque para ello se haga necesario un pensamiento a contracorriente, de espaldas al uso ordinario que solemos hacer de las cosas.
Estas palabras del escultor Jorge Oteiza, uno de los referentes de Álvarez-Laviada, pueden ayudarnos a entender esa creación a contrapelo. “Quien avanza creando algo nuevo, lo hace como un remero, avanzando adelante, pero remando de espaldas, mirando atrás, hacia el pasado, hacia aquello existente, para poder reinventar sus claves”.
Irma Álvarez-Labiada presenta en Luis Adelantado la exposición ‘Ideas as Model’, tras remar de espaldas a la pintura para avanzar en la dirección de los objetos que tenía delante de sí, sin apenas verlos, hasta que los descubrió por el arte de la magia que supone mirar las cosas de un modo distinto al habitual. “Yo siempre he hecho un trabajo que consiste en dar a ver el material y, a través de su formalización y respetando todos los aspectos físicos, dimensiones, grosores y demás, que se perciba su procedencia industrial”, explica la artista.
Hay piezas herederas de una primera etapa y luego otras, pertenecientes a ‘Ideas as Model’, en el que la maqueta y el boceto, más allá de ser una herramienta, termina de pronto siendo una obra en sí misma, “con la pérdida del referente y donde se plantea qué es la idea, qué es el modelo, qué es la obra o qué es el trabajo preparatorio de una pieza. Ahí todo se diluye y es algo más líquido”, resalta quien alude al título de la exposición, evocando el utilizado por el arquitecto Peter Eisenman en una muestra de 1976.
“El propio proceso de trabajo me ha ido llevando a fijarme en esas pequeñas cosas, en esos residuos, que al final se convierten en algo más claro”. Y Álvarez-Laviada, que recibió el Premio Cervezas Alhambra de Arte Emergente ArcoMadrid 2020, desmenuza los diversos tiempos acaecidos durante ese proceso de reanimación objetual: “El tiempo del material, que es el suyo propio derivado de la procedencia industrial; el de la imagen, que es el que sucede en el espacio de trabajo mientras esos materiales están un poco detenidos y como relacionándose entre ellos de forma muy intuitiva, más el tiempo de la obra, que es cuando la potencialidad del material consigue articularse, se formaliza y cobra sentido cuando entra en el espacio expositivo”.
La maqueta sobredimensionada del arquitecto Aritz González, con la que el espectador se encuentra nada más entrar en la galería, dice la artista que enlazaba perfectamente con el material objeto de su propio trabajo y con esa idea de contenedor igualmente adscrita en su obra. “Aparece el concepto de potencia del material, de su predisposición para ser otra cosa, y en el que se colocan pequeñas piezas que tienen cierta autonomía, dando indicios de lo que va a ocurrir en las plantas posteriores”.
También aparece el papel, que es un material con el que nunca había trabajado, y en el que descubre un cromatismo similar al de la madera. “En esa posibilidad de forzar el material, y hablar también de su estandarización, llegamos a la imitación de un material con otro. Es una cosa circular, en la que una pieza remite a la otra”, subraya Álvarez-Laviada, a quien la idea de soporte dice interesarle mucho, “al igual que la de capa y la de superposición, que está en toda la muestra”.
Las sobras que había en su estudio, los materiales “poco nobles, casi como descartes”, empiezan a constituirse en objetos singulares de su trabajo, siendo el propio material el que le va desvelando los aspectos pictóricos, sin necesidad de recurrir a la pintura. También juega la artista con las intermitencias, los roces y las fricciones entre elementos o estadios próximos y contingentes, emergiendo lo que Roland Barthes describió en ‘El placer del texto’.
“¿El lugar más erótico de un cuerpo no está acaso allí donde la vestimenta se abre? Es la intermitencia, la que es erótica: la de la piel que centellea entre dos piezas, entre dos bordes: es ese centelleo el que seduce, o mejor, la puesta en escena de una aparición-desaparición”, dando lugar a lo que el ensayista francés denominó la liberación de los adjetivos que fuerza las costuras del lenguaje.
“Yo muchas veces juego con piezas en las que hay como una especie de fricción entre lo que el espectador espera ver y lo que finalmente se da a ver. Como si la obra estuviera por llegar o la exposición no estuviera terminada, en una especie de impasse”, afirma Álvarez-Laviada. Y añade: “En la última planta hay dos piezas amarillas que vuelven a hablar un poco de esta idea de ausencia como narración, de un soporte que está esperando esa obra por venir”.
Ausencia y vacío que también se insertan en su trabajo, para evocar de nuevo a Oteiza, pero también la poesía de José Ángel Valente, o el cine de Yasujiro Ozu, otros de sus referentes. Autores que hablan del vacío, del silencio, de la ausencia. “El vacío es un concepto que está muy entendido en Oriente y muy poco en Occidente, y estos materiales hablan un poco de eso, al estar preparados para asumir capas y capas, quedando ocultos y al final perder su esencia”.
Las espumas de insonorización, utilizadas en algunas de las obras expuestas, vuelven a revelar esa procedencia industrial tan del gusto de la artista, cada una con su propia dimensión, respetando de nuevo las propiedades físicas del material. “No hay manipulación alguna en su formalización. Hay un estudio del color a través del material, que ya lo dice todo. No necesitas pintar nada”. Y es así como Irma Álvarez-Laviada va dejando que los objetos hablen. La escucha depende ya de un espectador animado a entrar, como se dice al final de ‘El halcón maltés’, en ese mundo material “con el que se forjan los sueños”.
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