#MAKMAArte
‘Descanso’, de Ismael Teira
Galería Espai Nivi Collblanc
Masia Costeres 2, Culla, Castellón
Desde octubre de 2022 a febrero de 2023
“Me gusta y me interesa la huella que deja la gente en el mundo al caminar”, subraya Ismael Teira, cuya exposición ‘Descanso’ se puede ver en la galería Espai Nivi Collblanc de Culla (Castellón). Paseos, en todo caso, más allá de las calzadas oficiales, de ahí que se llame a esos senderos, cuyas huellas rastrea, “caminos del deseo”. Un deseo que nada sabe de cauces trillados, porque lo suyo va por la vía de los cauces inventados, alterados, sometidos al arbitrio de la razón.
“’Descanso’ tiene que ver con cansancio, que viene de campsare, y que se relaciona a su vez con campar, es decir, con campar a sus anchas, con la idea de moverte con total libertad”, explica Teira. Sus fotografías –acompañadas de un audiovisual y de una instalación– dan cuenta de esa movilidad libertaria de cuantos, paseando, prefieren salirse del camino recto para explorar otras vías.
De manera que los “caminos del deseo” de Ismael Teira ponen en relación tanto la búsqueda de senderos que se salgan de madre, como el registro de las huellas que han dado pie a esa deriva del deseo. Huellas singulares que denotan la resistencia de la materia, de los cuerpos, a su ordenación como meros transeúntes, para que aflore la curiosidad del viajero despojado de toda guía oficial.
El filósofo José Antonio Marina, en su ‘Historia del deseo de descansar’, traza un breve recorrido por ese “deseo universal” que subyace en la necesidad de descanso y que pasa por diferentes etapas. Así, en la sociedad industrial aparece una “fatiga corporal” producto de la eficiencia de las fábricas, frente a la “fatiga mental” más propia del romanticismo y las más actuales derivadas de los cambios tecnológicos.
Teira diríase tentado a proseguir esta andanza por los senderos que se bifurcan, simplemente dejándose llevar por las huellas de quienes trazan “cortafuegos” con sus pies para huir de los caminos de la razón. Su interés, por tanto, se centra en la exploración de cualquier extravío del cuerpo, lógicamente vinculado con el deseo de huir de la fatigosa realidad.
“Estaba acostumbrado a ver caminos del deseo que eran atajos, es decir, que tenían una funcionalidad, porque los viandantes los cruzaban con el fin de llegar antes a un sitio”, señala el artista que inició este proyecto en Santiago de Compostela, la ciudad en la que nació.
Dice que entonces ya detectó que los caminos del deseo se hacían en los lugares donde la gente tenía más prisa: “Santiago es una ciudad muy verde y todo queda marcado en la hierba. Tanto los campus universitarios como el entorno del hospital estaban llenos de esos caminos del deseo”.
Sin embargo, en el caso de València, ha descubierto que pasa una cosa muy particular y es que el río Turia, que recorre toda la ciudad, carece de esos caminos de tipología atajo para, en su lugar, encontrarse con “simples caminos que van en paralelo al asfalto y que es de donde el urbanita huye, para pisar la hierba y sentir el contacto con la naturaleza”.
Y añade: “Me pareció muy poético, de manera que me dio por llamarlo el deseo de atravesar el paisaje”. De atravesarlo, es decir, de provocar, en las justas proporciones del jardín domesticado, cierta alteración de las reglas, de las normas, con el fin de modificar la naturaleza, como los poetas transforman el pétreo significado de las palabras.
“Soy un paseante más que va por ahí y fotografío todos estos fenómenos en el antiguo cauce del Turia”. Todos esos rastros visibles de actos humanos son objeto de la mirada de Teira quien, paradójicamente, no descansa a la hora de transcribir plásticamente las huellas que terminan dibujando esos caminos del deseo. “Lo que hago es fijarme y ampliar aquellas cosas que pasan desapercibidas”.
“Al contemplar estas fotos te planteas la cantidad de veces que has podido llegar a pasar por allí, sin darte cuenta de las huellas que vamos dejando como caminantes cuando descansamos en esos bancos de piedra que existen a lo largo del parque del Turia”, agrega el artista.
En la parte baja de la galería Espai Nivi Collblanc hay una proyección, un pase de diapositivas, a modo de selección de esos caminos del deseo que Teira ha ido rastreando durante todos estos años en la ciudad de Valencia. “Los urbanitas anhelan muchísimo la hierba, que se manifiesta en esos caminos que yo localicé, fotografié y catalogué para mostrar aquí ahora”, señala.
Ya en la parte superior del espacio que regenta Mariano Poyatos, se habla más propiamente del descanso que da título a la exposición, “porque es un archivo donde aparecen bancos de piedra del parque del Turia -que celebra este año su 35 aniversario-, y que me interesa, no tanto por los bancos en sí, como por la huella que generan los pies de los caminantes que descansan ahí: un rastro visible de la presencia humana alrededor de todos ellos”, subraya Ismael Teira.
Hay una fotografía antigua –incluida en la exposición– que fue realizada por el artista hace diez años en Galicia: un puente de hormigón que comunica las dos orillas de un río, antaño tierras de cultivo que hoy en día están en barbecho, y cuyo título de la pieza sirve de denominación al conjunto expositivo: “De manera que por oposición a la tierra a la que se hiere, dejando un rastro y un camino, está ese puente que deja de ser usado y se cubre de musgo: la entropía a su estado natural”.
Junto a esa fotografía, se halla una instalación que el artista llama divertimento. “Con tierra dibujé en el suelo la forma del mapa de un geógrafo de principios del siglo XX, Bernard Cahill, que fue pionero en la representación sin favoritismos de la Tierra y que denominó ‘Butterfly Map’, porque tiene forma de mariposa. Llevé esta forma a la galería y, en el suelo, la dibujé con tierra, de manera que es la Tierra hecha con tierra y sobre la tierra. Toda la exposición habla de la Tierra, realmente”, confiesa el autor.
‘Descanso’ se completa con un póster en el que aparecen todos esos caminos, para que el andante espectador pueda llevárselo a casa, a modo de archivo del trabajo del artista, y como recuerdo de una obra que, de algún modo –preconiza Teira–, “hemos creado de manera colectiva, puesto que esos caminos son fruto del reiterado paso de personas”.
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