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‘El poder con que saltamos juntas’
Mujeres artistas en España y Portugal entre la dictadura y la democracia
Comisariado: Patricia Mayayo y Giulia Lamoni
Coproducida por el IVAM y el Centro de Arte Moderna – Fundaçao Calouste Gulbenkian, en colaboración con Acción Cultural Española (AC/E)
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
Guillem de Castro 118, València
Del 30 de mayo al 29 de septiembre de 2024
‘El poder con que saltamos juntas’. He ahí el título de la exposición del IVAM, que reúne 186 obras de mujeres artistas de España y Portugal en las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo. Años de transición de la dictadura a la democracia en los regímenes de Francisco Franco y António de Oliveira Salazar, respectivamente. Años, por tanto, marcados por una férrea disciplina ideológica en torno a los caudillos que ostentaban el poder en ambos países de la península ibérica.
Y, bien, ¿saltaron juntas las mujeres artistas que sintieron el peso de la dictadura manifestándolo en su obra de diversas formas? Las comisarias de la exposición, Patricia Mayayo y Giulia Lamoni, responden a esa interrogación con un sí, pero no.
Esto es, saltaron juntas, porque así lo han dispuesto mediante un montaje expositivo hilvanado a través del propio título de la muestra, entresacado del libro ‘Nuevas cartas portuguesas’ (Maria Isabel Barreno, Maria Teresa Horta y Maria Velho da Costa), y no lo hicieron porque, después de todo, las artistas mostraron divergencias, no solo en cuanto a sus diferentes manifestaciones estilísticas y temáticas, sino con respecto al propio feminismo.
“No se ajustaban al feminismo canónico establecido en el mundo anglosajón, puesto que la llegada del segundo movimiento feminista fue tardía debido a las dictaduras en ambos países”, apuntó Mayayo, quien añadió: “La relación con el feminismo fue, por otro lado, ambivalente, porque muchas artistas entendían que esa etiqueta las hubiera postergado más de lo que estaban”.
“En Portugal, el feminismo tenía en muchos casos una connotación burguesa. De hecho, en el catálogo de una muestra se llegó a indicar: “Esto no es una exposición feminista”, señaló Lamoni.
De manera que ‘El poder con que saltamos juntas’, al que se refiere el título del proyecto expositivo del IVAM, dispuesto en nueve secciones –’Casi’, ‘A través’, ‘En’, ‘Desde’, ‘Cerca’, ‘Ahora’, ‘Donde’, ‘Entre’ y ‘Más allá’–, es un poder trufado de las luces y las sombras propias del hecho artístico mismo. Un hecho artístico que, como tal, se manifiesta en el IVAM a modo de sucesivas interrogaciones sintetizadas en lo formulado por María Zambrano: “El arte parece ser el empeño por descifrar la huella dejada por una forma perdida de existencia”.
Esa forma, o formas perdidas de existencia, una vez dejado atrás ese pasado ominoso de las dictaduras de Franco y Salazar, se concreta mediante la obra divergente de una serie de mujeres artistas que utilizaron la pintura, la fotografía, el dibujo, el video o la instalación para dar rienda suelta a sus zozobras existenciales. Como dijo en cierta ocasión Paula Rego, una de las artistas presentes en la exposición, “yo pinto para plantar cara al miedo”.
Incluso llegó a contar algo que resulta chocante para quienes trabajaron en semejante contexto represivo: Rego afirmó que sintió pena por Salazar cuando lo estaba pintando, hasta el punto que tuvo que dejar de hacerlo. De esta manera, traía a colación la sustancia misma de la obra artística, en tanto espacio de la interrogación más radical hasta el punto de abrir una grieta en el propio ser durante el proceso creativo.
La nómina de mujeres artistas que, según el montaje expositivo, saltaron juntas como metáfora de la resistencia al poder hegemónico, es tan amplia como sobresaliente: desde las españolas Soledad Sevilla, Isabel Oliver, Silvia Gubern, Juana Francés, Ángela García Codoñer, Esther Ferrer, Concha Jerez o Elena Asins, a las portuguesas Teresa Magalhäes, Ana Vieira, Graça Morais, Helena Almeida, Maria Antónia Siza o la mencionada Paula Rego.
Resistencia al poder hegemónico que algunas llevaron a cabo desde la más directa figuración o desde la más indirecta abstracción. Como apuntó Giulia Lamoni, “la propia experimentación es ya una forma de tomar partido”. De hecho, tanto desde el punto de vista de la ortodoxia nazi como desde la soviética, todo el arte que se apartaba de los temas sociales era considerado arte reaccionario, decadente o degenerado, por aquello de que la abstracción expresaba cierta huida de la realidad vinculada con el egoísmo pequeño-burgués.
‘El poder con que saltamos juntas’ se divide en secciones que exploran las tensiones entre legibilidad e ilegibilidad (en el apartado ‘Casi’), entre lo práctico y lo teórico (‘A través’), la tensión intrínseca al propio acto creativo (‘En’), la derivada de la sociedad de consumo (‘Desde’) o de la aproximación física, afectiva y erótica del cuerpo (‘Cerca’).
También se ocupan de la reflexión acerca de su tiempo, de las relaciones subjetivas con el espacio, de los territorios liminares y de aquellos otros más alejados de la visión mimética del mundo, en las secciones ‘Ahora’, ‘Donde’, ‘Entre’ y ‘Más allá’. Secciones que pretenden ofrecer esa visión heterodoxa de un conjunto de mujeres artistas cuyas ligazones entre sí, más que evidentes, resultan fruto de las investigaciones llevadas a cabo a posteriori.
“Sus referencias estaban en Londres, Nueva York o París, pero había una serie de elementos que las unían”, aseguró Mayayo, junto a otros que las diferenciaban, tanto por haber trabajado “bajo dictaduras distintas” como por el hecho “de la guerra colonial de Portugal con Angola y Mozambique”, subrayó Lamoni.
El poder de todas ellas, saltando ahora juntas, deriva del propio acto creativo, ya sea subyugadas o simplemente cautivas de unas obsesiones que, siendo suyas, son extensibles a las de todos. Como se recuerda en otro de los fragmentos de ‘Nuevas cartas portuguesas’: “Todo esto encadenado, cada una ensayando formas de las otras, entremezclando para probar, y probando, y es así que tomando cada una de cada una de cada una deviene grávido”.
Para concluir: “La que no analizaba, lo hizo bien, la que no hacía poemas, los fue haciendo, la que no se pintaba los ojos, también lo hizo. La que no lloraba, casi, la que no se excitaba, ahora sí”. Una amalgama de sentimientos, juntos y por separado, como prueba del poder, este sí efectivo, del arte en tanto espacio donde múltiples voces, a veces contradictorias, hilan la siempre frágil condición humana
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