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‘La sociedad de la nieve’, de J. A. Bayona
Con Enzo Vogrincic, Agustín Pardella, Matías Recalt, Esteban Bigliardi, Esteban Kukuriczka, DiegoVegezzi, Fernando Contigiani y Rafael Federman, entre otros
Música: Michael Giacchino
Fotografía: Pedro Luque
144′, España | Apaches Entertainment, Telecinco Cinema, Benegas Brothers Productions, Cimarrón Cine, El Arriero Films, 2023
Cines Lys
Pg. de Russafa 3, València,
Estreno en Netflix: 4 de enero de 2024
12 de octubre de 1972. El equipo de rugby Old Christians Club tomaba el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya para trasladarse desde Montevideo a Santiago de Chile para jugar un partido. En el avión, viajaban los jugadores, la mayoría en sus veinte años de edad, y el personal técnico del equipo. No llegarían a su destino. Las malas condiciones meteorológicas provocaron que el avión se estrellase al tratar de cruzar la afilada cordillera de los Andes. Después de diez días de búsqueda improductiva, las autoridades los darían por muertos.
Sin embargo, de los 45 pasajeros que subieron inicialmente al avión, 29 lograron sobrevivir al accidente. Solos e incomunicados, tendrían que sobreponerse a unas condiciones muy adversas en medio del crudo invierno andino, con temperaturas nocturnas bajo cero, rodeados de una espesa capa de nieve que les dificultaría cualquier posibilidad de desplazamiento, sin ropa adecuada y sin comida. El reto supondría una dura prueba para sus espíritus. La única herramienta de la que dispusieron fue la mutua colaboración.
Este es el argumento de ‘La sociedad de la nieve‘, último trabajo del director Juan Antonio Bayona que, alejándose, siquiera temporalmente, de las grandes franquicias de Hollywood, regresa a sus orígenes con un trabajo enteramente en español, una costosa producción que ha contado con el apoyo de la plataforma de streaming Netflix.
Bayona parte del libro del mismo título del periodista uruguayo Pablo Vierci, compañero de estudios de los supervivientes de la tragedia, quien, cuarenta años después de los hechos, decidió contar esta historia desde el punto de vista de sus protagonistas. Un trabajo que, más allá de la secuencia de sucesos, tratados con cierto morbo por la prensa del momento, se aproximaba a la intimidad de cada uno de los supervivientes para invitarnos a realizar un viaje de introspección.
Dejando de lado cualquier tradición filosófica a la que queramos adscribirnos, es cuando la vida nos pone ante una situación verdaderamente extrema cuando tenemos que responder a algunas preguntas fundamentales. ¿Quiénes somos? ¿Cuáles son nuestros límites? ¿Hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar para garantizar nuestra subsistencia? Preguntas que nos conducen a otro interrogante mayor: ¿tiene sentido la vida?
Según expones en las notas de producción, este proyecto te ha costado diez años llevarlo a la pantalla. Al margen de esa inspiración inicial que lo impulsa, ¿qué mantuvo durante tanto tiempo la llama para seguir empujando y lograr que saliera adelante?
Desde la primera vez que leo el libro de Pablo Vierci, ahí descubro una visión del ser humano muy compasiva. Una visión muy compleja, pero que, a la vez, ofrece un retrato de la vertiente más generosa, de la mejor imagen que podemos tener de nosotros en una situación como la que retrata. Hay una frase de Daniel Fernández, uno de los supervivientes del accidente, que dice: “Nunca fuimos mejores personas que en la montaña”.
Que este grupo de personas, en esa situación tan oscura, fueran capaces de encontrar esa manera de entregarse los unos a los otros, me parecía muy emocionante. Fue esa emoción la que siempre mantuvo la energía para tirar adelante con este proyecto y pensar que se podía contar esta historia desde un lugar en el que ir despojando el horror de una historia horrible.
Es cierto que el primer elemento que destaca en la película y que te atrapa como espectador es el de la solidaridad. Frente a un ecosistema audiovisual que, en los últimos años, nos ha desbordado de distopías como la forma más adecuada de retratar el mundo contemporáneo, tú apareces con un relato muy optimista frente a la condición humana. ¿Qué le dice tu película al espectador de hoy?
Sí, el libro de Pablo Vierci hace muy buen trabajo a la hora de adentrarse en lo más profundo de la psicología de los personajes para encontrar la esencia de la historia. En ese sentido, su obra aporta una cierta cronología, no solo de los hechos que tuvieron lugar hace cincuenta años, sino porque habla desde una perspectiva universal. Ese es el enfoque del libro: intentar encontrar, para cada uno de ellos, un sentido a todo lo que sucedió, tratar de responder a esas preguntas que llevan cincuenta años sin respuesta. Todo eso me interesaba.
Esta historia ya se había conocido a través de otro libro que se llama ‘Viven’ [escrito por el británico Piers Paul Read]. Ese libro tenía puesto el énfasis en los hechos, en lo que sucedió. Pero, como dice Pablo Vierci, su libro está más enfocado hacia lo que “les pasó”, no tanto hacia “lo que pasó”.
¿Dirías que la película les ha permitido encontrar esa respuesta que faltaba, ese agujero que quedaba por rellenar?
Yo no sé si han encontrado esa respuesta, pero, cuando he visto la película con ellos, sí parece que han encontrado cierta paz. De alguna forma, haber dado su testimonio para darle voz a aquellos que no habían podido hablar durante cincuenta años, ha servido para mitigar un poco esa culpa o ese sufrimiento que algunos dejaban entrever entre líneas en el libro de Vierci. No sé si es culpa exactamente, porque es una palabra muy fuerte, pero sí que había una herida que, me da la sensación, esta película ha ayudado a cerrar.
Entre las muchas cuestiones que plantea la película derivadas de una situación tan extrema como la que viven los personajes, hay un interrogante que se sugiere todo el tiempo y que, de alguna forma, se llega a plantear de una manera casi literal en la película: ¿qué es la vida? Te quería preguntar si la película acaso no funciona como una vía de exhortación al espectador para que, en el contraste entre aquella experiencia y la vida cotidiana de cualquiera de nosotros, se haga esa misma pregunta.
Claro, eso es parte de la riqueza de esta historia. Ellos caen en una zona en mitad de los Andes donde la vida no es posible y deben recrearla. Para recrear la vida tienen que construir un sistema de valores que determine qué es lo importante y lo qué no. Y ahí es desde donde, para nosotros, esta historia se vuelve universal, porque nos obliga a repensar qué es lo importante en nuestras vidas.
Y, en ese sentido, ¿qué propone la película?
Esa es la gran pregunta: ¿cuál es el sentido de lo que vivimos? Es algo que está todo el rato sobrevolando el libro de Vierci y sobrevoló también en el rodaje. Finalmente, creo que la respuesta está en cada uno de nosotros. Hay una frase de la película que me gusta mucho, hacia el final, cuando la voz del protagonista, dice: “La respuesta está en ustedes”.
Es una frase que tiene un doble sentido. Para aquellos que murieron, las vidas de los otros, los que sobrevivieron, dan sentido a sus muertes. Pero, por otro lado, también es una pregunta que debemos hacernos cada uno de nosotros, cada uno tenemos que darle sentido a nuestra existencia. Y ahí creo que resalta esa idea de valorar a cada una de aquellas personas.
En el avión iban cuarenta y cinco pasajeros, no solo los veintiséis supervivientes. Esta película, de alguna forma, pone en valor la memoria de aquellos que no regresaron y, a la vez, valora también la personalidad singular de cada uno de los supervivientes y, más allá, del público en general, que es al que, en última instancia, le tiene importar la respuesta a esa pregunta. La muerte de aquellas personas dio valor y sentido a la vida de los que sobrevivieron.
Hay un elemento muy reseñable en la película que apunta a nuestra relación con la naturaleza. Mientras la veía, pensaba en la película ‘Grizzly Man’, de Werner Herzog. Allí nos remite a la fauna y aquí a los espacios naturales, pero ambas películas comparten una misma reflexión: la naturaleza es algo más que esa postal bonita de las revistas y los programas de viajes. En ese sentido, ¿cuál ha sido tu vivencia a través de la película?
Claro. Aquí la naturaleza actúa como contexto, pero también como un agente activo que, de alguna forma, obliga a los personajes a descubrir una parte de su personalidad que estaba oculta. La montaña obliga a cada uno de los pasajeros de ese avión a aceptar una parte de su sombra e integrarla. Y, desde ese lugar, entregarse a la aventura. Y ahí creo que el paisaje cobra un valor muy simbólico. De alguna forma, para mí la montaña es casi un símbolo de la vida, que te pone en una situación complicada y debes gestionarla de la mejor manera que sepas.
Más de 1300 personas hoy para vivir la experiencia de ver “La sociedad de la nieve” en una sala de cine.
— JA Bayona (@FilmBayona) December 28, 2023
Gracias al público de Valencia y a los @cineslys.#LaSociedadDeLaNieve #SocietyOfTheSnow pic.twitter.com/hZLgHzlRb2
‘La sociedad de la nieve’ es película es muy coral. Hay un protagonista que habla al espectador, pero hay otros muchos personajes. En esa coralidad, me parece un reto mantener el equilibrio entre todos ellos sin que afecte a la coherencia global de la historia. ¿Qué supuso esa coralidad a la hora de componer ese puzle de caracteres que participan en el relato?
Cuando trabajas en un guion, es muy importante definir muy bien el punto de vista. En esta película yo no quise ser nada dogmático y me dejé llevar por el relato, por lo que sabíamos de la historia, con la idea de no tener ningún protagonismo claro. No quería destacar a nadie por encima de los demás, de ahí que hayamos formado un reparto de caras desconocidas porque, en el momento en el que hubiera un actor famoso, habría resaltado por encima del resto.
Sí que es verdad que, después, encontramos la figura del narrador, que es el que le sirve al público para tener un asidero frente a la historia. Ese narrador hace un viaje de autodescubrimiento para entender cuál es su auténtica naturaleza, para construir una visión más completa de su ser y, desde ese lugar, cuando ha integrado a su sombra, poder entregarse al grupo. Eso me parecía de una gran ayuda de cara al público porque, ante tantos personajes, era muy difícil encontrar un agarre central a la historia.
La película funciona de manera muy potente a tres niveles. Está el guion, por supuesto, pero, cuando estás viendo la película, es evidente que también está el rodaje y un complejo trabajo de montaje y posproducción sin los cuales la película perdería parte de su sentido. Para mí, uno de los elementos más efectivos de la película es el uso narrativo del sonido. A la hora de engarzar todos los elementos de la producción, ¿cómo te planteaste el trabajo de sonido?
En una película, la forma y el contenido tienen que ser coherentes el uno con el otro. Y tú, a medida que vas haciendo la película, vas encontrando esa consistencia. El sonido fue muy interesante desde el momento en el que yo voy al Valle de las Lágrimas [donde tuvieron lugar los hechos reales de la historia] antes de rodar la película. Y, allí, lo que más me impresionó, aparte del tamaño del paisaje, es el silencio, el no escuchar nada. De hecho, lo que más escuchas es tu propia respiración, tu propio cuerpo, lo que ya tiene un componente muy simbólico.
Cuando fuimos allí, yo había tenido conversaciones con los alpinistas en las que hablábamos mucho del sonido. Nada más descender, en cuanto tuve cobertura [risas], llamé al diseñador de sonido y le dije: “Tienes que hablar con los alpinistas para que te cuenten cómo funciona el sonido en la montaña”. Y ahí es donde cobra mucha importancia la figura del silencio.
Es muy interesante porque, a un nivel cinematográfico, el silencio deja muy desprotegido al espectador. De alguna forma, el silencio le obliga a llenar ese agujero, entre otras razones, porque te crea una cierta ansiedad, ya que no te están diciendo qué debes sentir. Y eso era muy interesante a nivel narrativo.
Tu cine combina una mirada personal con otra que podríamos llamar más comercial, aunque no la definiría exactamente de esa manera.…
A mí me gusta llamarlo “accesible”. Hay mucho cine de autor que se queda en algo inaccesible y, como tal, pierde su capacidad de comunicación. Un cine que debe tener un manual de instrucciones al lado, me parece absurdo. A mí me gusta –porque no sé hacerlo de otra manera– tener una visión propia sobre las cosas que estoy haciendo. Y la única forma que tienes de enriquecer una historia es hacerla tuya, enriquecerla con tu propia experiencia. Pero, después, me interesa que aquello que quiero contar, llegue. Ahí es cuando intento ser accesible.
Al espectador no le respondo todas las preguntas, pero sí creo que tiene que haber un componente que permita que la película se convierta en algo accesible y no en una cosa críptica que no tenga razón de ser.
Te lo preguntaba porque, en un momento en el que parece que el espectador abandona la sala de cine, últimamente nos hemos encontrando con un tipo de películas, como la tuya, ante las que sí parece que responde. Estoy pensando en la última película de Scorsese, por ejemplo, o en el ‘Napoleón’ de Ridley Scott, donde la unión de un buen relato junto con un buen espectáculo cinematográfico ha atraído a los espectadores. ¿Cómo ves tú este momento del cine?
Yo creo que hay una cierta crisis de contenidos y el éxito de estas películas va a permitir –porque el mercado siempre se ha autorregulado– que exista más este tipo de cine. La aparición de las plataformas de streaming ha provocado algo parecido a lo que sucedió al final de los años 60, cuando la gente tenía ganas de ir al cine a ver películas para ver en el cine, películas dirigidas a un público adulto. Es lo que sucedió cuando apareció el cinemascope y aquellas grandes producciones dirigidas a un público adulto.
Hoy hay una carencia de este tipo de producciones. Creo que películas como ‘Oppenheimer’, ‘Los asesinos de la luna’ o ‘Napoleón’ están demostrando que hay un tipo de gran producción para ser disfrutada en la sala de cine que tiene mucho atractivo. Espero que sea una señal de que se van a producir más películas de este tipo de cara al futuro.
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