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‘Girasoles silvestres’, de Jaime Rosales
Intérpretes: Anna Castillo, Oriol Pla, Quim Àvila, Lluís Marqués, Carolina Yuste, Manolo Solo
Guion: Bárbara Díez y Jaime Rosales
Estreno: viernes 14 de octubre de 2022
Jaime Rosales responde a las preguntas que se le formulan de igual manera que realiza su cine: con una pulcra disertación, midiendo las pausas y ofreciendo una visión de su propio trabajo y de la vida de la que se nutren sus películas alejadas de los estereotipos. “Yo siempre voy de una película a otra buscando algo diferente”, dice.
Aunque la familia sea el elemento nuclear de su cine, al igual que los hombres y mujeres que la integran, lo cierto es que aparecen reflejados con muchas aristas, de forma que se hace necesaria la misma pausa y sosiego para penetrar en la compleja sencillez de las vidas retratadas. “Varío el lenguaje, varío temas, varío los entornos. Veo mi carrera como su fuera una espiral, algo que progresa, pero dando vueltas. No es una línea, ni un círculo, sino la mezcla que da esa espiral”, subraya.
Cines Lys de València ofreció un pase para la prensa de su última película, ‘Girasoles silvestres’, que se estrena en cines de toda España el 14 de octubre. Fue allí donde Jaime Rosales fue desgranando, con el mismo cuidado con el que decanta sus películas, el filme protagonizado por Anna Castillo, una joven con dos hijos pequeños que se relaciona con tres hombres diferentes en busca de una estabilidad familiar que no termina de cuajar.
“Mis películas se enmarcan en dos grupos”, empieza diciendo. “Las cuatro primeras [‘Las horas del día’, ‘La soledad’, ‘Tiro en la cabeza’ y ‘Sueño y silencio’] y las tres siguientes [‘Hermosa juventud’, ‘Petra’ y ‘Girasoles silvestres’]. De ‘Las horas del día’ a ‘Sueño y silencio’, podríamos decir que siempre tienen un pie en la industria, pero son películas más artísticas”.
A partir de ‘Sueño y silencio’, dice haber tenido una crisis personal, derivada del hecho de que las dos primeras tenían un cierto equilibrio entre el arte y la industria, mientras las dos siguientes eran marcadamente artísticas y casi anti-industriales, y eso le produjo una respuesta desde la industria “muy dura”.
“Con ‘Sueño y silencio’, la industria me da mucho la espalda, y el espectador también. Ahí cambio el paso y decido no acabar como un cineasta mártir, de manera que planteo contar la historia con la complicidad del productor. De hecho, el peso de los productores en las tres últimas películas ha sido mayor. Digamos que ahora hago películas de autoencargo, mientras que las primeras eran más autorales”.
La familia está en el núcleo de sus películas, que giran en torno a la idea de hogar, dulce hogar, y del infierno que a su vez comparece allí donde los lazos se estrechan hasta asfixiar. “La familia es una fuente de bienestar y de conflicto, las dos cosas. En el global, pesa más el bienestar que el conflicto, pero también hay conflictos. Me interesa mucho cómo se resuelven los conflictos en la familia y cómo, en función de esa resolución, la familia sobrevive o se rompe”.
En ‘Girasoles silvestres’, Julia [encarnada por Anna Castillo] tendrá relación con tres hombres distintos. La crítica cinematográfica se ha centrado en sus masculinidades -alguna, sin duda, tóxica-, pero de las que Rosales prefiere huir: “La palabra masculinidad no está en mi vocabulario. Yo hablo de hombres y de mujeres, y hablo de relaciones y de conflictos. Y los hombres de la película son muy diferentes entre sí e invitan a reflexiones distintas”.
Reflexiones que le dan pie a diseccionar cada uno de esos tres tipos de hombres, sin caer en el trazo grueso de la más simple generalización. “Óscar [un magnífico Oriol Pla], si lo tuviera que definir, diría que es un hombre bastante arcaico, como de otra época, aunque se prolonga hoy en día: muy inmaduro, muy infantil y que, por otro lado, es muy atractivo desde el punto de vista del deseo para la mujer, puesto que es muy divertido, muy guapo y podemos adivinar que sexualmente es muy satisfactorio, y que, además, hincha el ego de la otra persona”.
“La segunda [tipología], que encarna Marcos [Quim Àvila], es muy diferente. Es un hombre que no hincha el ego de la mujer, ni probablemente es tan divertido, ni sexualmente tan satisfactorio, pero es algo más maduro. Le pasa dinero, tiene un oficio, acoge a los niños, pero es una madurez insuficiente. Se queda a medio camino”.
“Y el tercer hombre, Álex [Lluís Marqués], es, de nuevo, muy diferente. Sí es más maduro, tiene un oficio, es más moderno, le ayuda a ella en tareas del hogar y le ayuda también a que saque adelante sus estudios. Por otro lado, no es un príncipe azul”. Rosales apunta que hay un cuarto hombre, que es el padre de ella, Roberto [Manolo Solo], “un hombre muy tolerante, que no le da lecciones, no le dice lo que tiene que hacer, la anima, y cuando le tiene que apoyar la apoya”.
Con respecto a Julia, protagonista de ‘Girasoles silvestres’, el director de ‘La soledad’ señala que se trata de un personaje “con la extrema dificultad de encontrar la medida entre sus buenas y sus malas decisiones, y la medida entre las buenas cosas que le pasan y las malas”. “Un personaje -continúa- que toma decisiones equivocadas, pero no se victimiza, sino que aprende y madura. Y a los que creemos que la vida es un proceso de maduración, lo veremos como positivo. Aquellas otras personas más a lo Peter Pan o a lo romántico, les dará tristeza”.
A Julia le acompañan durante todo su trayecto existencial los dos hijos que tuvo con Marcos. Hijos que algunos asocian con la carga que pesa sobre sus espaldas, asfixiándola por momentos. “Para mí los niños nunca son una jaula; ella no está atrapada con esos niños. Cuando oigo a hombres y mujeres quejarse de tener hijos me sorprende, porque tú eres hijo de alguien. Nadie existe fuera de ser hijo. Entonces, tener hijos es bueno, sino no habría humanidad. Y tener hijos requiere renuncias”.
La relación de Julia con Óscar es la que levanta mayores ampollas durante el visionado de la película, por cuanto refleja el drama del maltrato hacia la mujer, que Rosales explicita: “Ella, cuando lo denuncia, está a punto de arrepentirse, porque él le está pidiendo perdón. Si no se lo lleva la policía, ese acto violento se repetiría hasta llegar a matarla”.
“Había una versión del guion -prosigue- en la que él reaparecía, se reenganchaban y le acababa pegando una paliza y la mataba. Esa cuestión sí que sobrevoló la película. Creo que vivimos en un mundo en el que hay un estado de bienestar que cumple una función, pero hay otra individual que es fundamental en la vida. Ella no se victimiza, no espera que el Estado ni nadie le saque las castañas del fuego, aunque, por otro lado, el Estado cumple su trabajo, que es extraer a esta persona, que es tóxica, del entramado social”.
Jaime Rosales admite que en ‘Girasoles silvestres’ quería ofrecer una visión más esperanzada de la que transmite ‘Hermosa juventud’, película que podría verse como antecedente de la que ahora se estrena. “Soy una persona que creo en la esperanza humana. Vivimos una historia de evolución que es claramente de ir a mejor. Vivimos mejor materialmente y, desde el punto de vista político y social, también”.
De hecho, asegura que ser homosexual es “hoy mejor que hace 30 años, lo mismo que es mejor ser discapacitado, miembro de una minoría racial o mujer hoy que hace 30 años. Y la película me parecía que tenía que transmitir esa esperanza. El mundo es difícil y es mejorable, pero se va en ese camino”.
Entonces, ¿por qué la gente tiene la sensación de estar viviendo un momento de crisis económica y social que apunta hacia cierto abismo? “Yo hablo de neurosis social, porque una neurosis individual es cuando una persona percibe una realidad distorsionada, que alguien le persigue cuando no es así, o que algo está sucio cuando no lo está”.
De manera que la neurosis social, a la que se refiere Rosales, tiene más que ver con esa percepción de que “todo va mal cuando todo va bien, lo cual no excluye que todo sea mejorable. No estoy diciendo que estemos en la Arcadia feliz”.
Y concluye apuntando en cierta dirección, origen de esa neurosis social. “La prensa alimenta esa neurosis, porque hubo un tiempo atrás en el que un señor llamado William [Randolph] Hearst pensó que vendería más periódicos dando malas noticias y tuvo mucho éxito, se hizo millonario, y los demás periódicos pensaron que había que hacer lo mismo. En parte esa neurosis viene de ahí”.
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