Javier Holgado. Perdiendo el juicio

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‘Perdiendo el juicio’
Dirección: Pablo Guerrero, María Tagores y Jaime Olías
Guion: Javier Holgado, Susana López Rubio y Jaime Olías
Con Elena Rivera, Manuel Baqueiro y Miguel Fernández, entre otros
Serie de 10 episodios de 50′
Atresmedia Televisión, 2025
Atresplayer Premium

Bienvenidos al mundo de Javier Holgado, donde los trastornos obsesivos se mezclan con giros judiciales y los bufetes decadentes esconden más secretos que un thriller nórdico.

Mientras su última novela, ‘El asesino de los caramelos de violeta‘ –escrita a cuatro manos con su inseparable Susana López Rubio– sigue enamorando a los amantes del cozy crime, J. Holgado irrumpe en Atresplayer Premium con ‘Perdiendo el juicio‘, un drama jurídico donde Elena Rivera (ganadora de un Ondas por ‘Alba’) interpreta a Amanda, una abogada brillante cuyo TOC la lleva de los juzgados de élite a un bufete de perdedores con alma.

Con un elenco estelar, un asesinato en una boda y una atracción que complica divorcios, esta serie promete enredarnos en diez capítulos de puro vértigo legal. ¿Cómo se pasa de escribir crímenes con humor a explorar la mente de una mujer al borde del colapso? ¿Qué hilo invisible conecta a los becarios Barbie y Bosco, un marido fugado y un bufete que huele a café quemado y demandas sin cerrar?

Acompañadme en esta charla con un guionista que demuestra que, en la vida y en la ficción, perder el juicio puede ser la mejor forma de encontrarse.

Perdiendo el juicio. Atresmedia Televisión. Atresplayer Premium
Elena Rivera, Manuel Baqueiro y Miguel Fernández protagonizan ‘Perdiendo el juicio’. Imagen cortesía de Atresmedia Televisión.

En cuanto a la serie que ya ha hecho trizas el tópico de serie revelación al hacer salivar al jurado del Festival de Málaga: Amanda Torres sufre TOC. ¿Cómo investigasteis un trastorno tan complejo para evitar clichés y darle autenticidad al personaje?

A la hora de abordar este personaje, buscamos asesoramiento psiquiátrico para poder detallar el trastorno que sufre Amanda. Es verdad que el tema se ha tratado desde una perspectiva más cómica en películas como ‘Mejor… imposible’ o en series como ‘Monk’.

Alejándonos de esa perspectiva, pero sin perder en algunos momentos el humor que algunas situaciones pueden provocar, queríamos lograr que el espectador empatizara con Amanda, y que sintiera la angustia que supone, tanto en la vida personal como en la laboral, convivir con este tipo de trastorno. También hemos hablado con personas que tienen TOC diagnosticado, y su ayuda nos ha servido de mucho para componer el personaje de nuestra protagonista.

Elena Rivera viene de arrasar en ‘Alba’. ¿Cómo se convence a una actriz asociada al drama social para un papel tan caótico y lleno de tics?

Tuvimos la suerte de que, al leer el guion, se enamorara del personaje. Además, tal y como ha dicho en alguna entrevista, supone un reto para ella el hecho de cambiar tan radicalmente de registro, y meterse en un papel en el que, aparte del drama, va a tener pequeñas dosis de comedia y también de thriller.

Barbie y Bosco son becarios de mundos opuestos. ¿Son vuestro guiño a la generación Z o una forma de criticar las desigualdades en el ámbito legal?

Es, sobre todo, esto último, y no solo en el ámbito legal, sino en todos los ámbitos. Son gente que está empezando, que viene a trabajar llena de ilusión, con propuestas nuevas… y a los que, normalmente, se ningunea con la etiqueta de ‘becario’.

Personalmente, me da mucha rabia cuando, por ejemplo, viendo un programa de televisión, se achacan los fallos de rotulación o de cualquier tipo al becario de turno. Nadie está exento de equivocarse y, probablemente, alguien que está empezando pondrá mucho más cuidado y atención en el trabajo que alguien que lleva décadas haciéndolo y para quien su labor se ha convertido en algo rutinario.

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Decís que ‘Perdiendo el juicio’ tiene “toques de ‘Suits’, pero en modo shabby chic”. ¿Buscabais desmitificar el glamour de las series de abogados, reivindicar lo imperfecto…?

Efectivamente. Tras sufrir su crisis y tener que volver a empezar desde cero, Amanda solo encontrará trabajo en el bufete más inmundo de la ciudad. Pero allí descubrirá que se puede hacer justicia o, al menos, intentar encontrarla en el sitio más insospechado. Puede que su nuevo despacho no sea el más glamuroso…, pero, desde luego, es el más aspiracional, y con el que el espectador se va a sentir más identificado.

Sois los mismos guionistas de ‘Los misterios de Laura’. ¿Hay algo de Laura Lebrel en Amanda Torres, o son polos opuestos?

Amanda Torres y Laura Lebrel se parecen en que son dos mujeres muy luchadoras que ejercen su profesión en un entorno que las ningunea, que les da por hechas. Ambas sacan su potencial, precisamente, de lo que el resto considera sus debilidades.

A Laura la etiquetan como ama de casa, pero son sus dotes de observación ante lo cotidiano, su empatía, su capacidad para pasar desapercibida, su intuición para descubrir al culpable (trabajada a base de tratar a diario con las trastadas y mentiras de sus hijos gemelos), lo que la hace descubrir al culpable y resolver el crimen más imposible.

Y con Amanda sucede lo mismo: debido a su trastorno, que le hace tener casi una memoria fotográfica, y un perfeccionismo y una obsesión por el orden y la simetría…, le hará descubrir la pieza que sobra, o que está mal colocada, en los puzles que componen cada uno de los casos a los que se enfrenta.

Tras el éxito de ‘Alba’ y ‘Entre Tierras’, ¿hay presión por replicar el boom? ¿Os sentís libres para arriesgar?

Hemos tenido la suerte de que Antena 3 nos ha dado total libertad para hacer lo que queramos, tanto con las tramas de temporada como con los casos de cada capítulo, y, por supuesto, con los personajes.

El TOC de Amanda estalla en pleno juicio. ¿Es una metáfora de cómo la perfección nos destruye o, simplemente, un gancho dramático?

La verdad es que la crisis que sufre Amanda nos sirve para las dos cosas. Queríamos mostrar cómo esa perfección, ese estrés, esa dedicación absoluta que volcamos en nuestros trabajos puede rompernos por dentro, porque nos olvidamos de nosotros mismos. Y, por supuesto, es un gran arranque dramático con el que comenzar nuestra serie.

La hermana de Amanda es acusada de matar a su marido el día de la boda. ¿Por qué elegir un crimen tan simbólico? ¿Es una crítica a los cuentos de hadas rotos?

Efectivamente. Además de ser un gancho perfecto como cierre del primer capítulo, queríamos introducir un elemento perturbador en la imagen más idílica que todos tenemos en nuestras cabezas: la de una novia caminando de blanco hacia el altar.

Vuestra última novela nos traslada a un Madrid donde los caramelos de violeta no solo endulzan la boca, sino que esconden crímenes bajo su aroma nostálgico. ‘Perdiendo el juicio’ también se desarrolla en Madrid. ¿Es la ciudad un personaje más, como en vuestra novela, o aquí prima la trama sobre el escenario?

A diferencia de ‘El asesino de los caramelos de violeta’, el Madrid de ‘Perdiendo el juicio’ es más impersonal. Simboliza la gran ciudad que nos engulle a todos, y en la que no solo perdemos el juicio, sino también a nosotros mismos.

El asesino de los caramelos de violeta. Javier Holgado y Susana López Rubio

En ‘El asesino de los caramelos de violeta’ usáis un tono que oscila entre lo galdosiano y lo cinematográfico. ¿Es un homenaje a la tradición literaria española, una forma de competir con la inmediatez visual de las series o, quizás, el resultado de vuestro oficio?

Es una mezcla de las tres cosas. Galdós es uno de nuestros escritores favoritos; de hecho, uno de los personajes de la novela lleva su nombre, Benito, en honor a él, y queríamos que Madrid y sus gentes fuesen uno de los principales protagonistas de la novela. Y también queríamos hacer una novela con muchos personajes y tramas interconectadas, policiales o costumbristas, cómicas y dramáticas. En ese sentido, es un homenaje a las grandes novelas clásicas…, de las que tanto el cine, como, sobre todo, las series han basado su forma de contar historias.

Lo que no sé contestar es qué fue antes, el huevo o la gallina. No sé si escribimos así por todas las novelas clásicas que hemos leído o es fruto de todas las series que hemos escrito a lo largo de nuestra carrera profesional… Series cuyas estructuras beben directamente de la forma de narrar de todos esos grandes libros.

Como novela policíaca, queríamos presentar un misterio en el que un asesino caza a sus víctimas en un Madrid que es un reflejo de su época. Queríamos que, como en todas las novelas contemporáneas de Galdós, la ciudad, con sus gentes y sus rincones, fuese un personaje más de la trama. Y, en ese sentido, lo que más ilusión nos ha podido hacer a Susana y a mí ha sido cuando, en entrevistas como esta, o en reseñas y críticas, nos han sacado a colación el Madrid galdosiano que respira nuestra historia.

En vuestra última novela, el Madrid de 1969 es casi un archivo vivo. ¿Crees que el arte tiene la obligación ética de revisitar épocas oscuras como el franquismo o debe priorizar el entretenimiento sin cargas políticas?

Al escribir sobre esa época, creo hay que pintar la historia con todos los colores de la paleta. Es verdad que, en los años 1968-1969, los tonos eran algo menos grises y más coloridos, pero todos conforman el marco en el que se mueven nuestros personajes. Y así como sacamos fiestas populares, guateques, conciertos, cines y teatros donde la gente se divierte, también vemos la cara oculta que subyacía por debajo, desde la doble vida que tenían que llevar los que tenían otra opción sexual hasta el papel secundario que la mujer ejercía en aquella sociedad.

[Vale, hablemos claro: escribir en equipo es como intentar bailar un tango con alguien que lleva zapatos de tacón… sobre una pista de hielo. Y si encima lo haces con la misma persona con la que has firmado decenas de guiones, la cosa pica. Javier Holgado y Susana López Rubio –los Bonnie & Clyde de las ficciones televisivas y literarias– nos han colado novelas, series y hasta trastornos obsesivos en prime time, pero ¿cómo se pasa de repartirse diálogos en una habitación de escritores a repartirse capítulos como si fueran barquillos? ¿Es verdad eso de que la novela exige más alma o todo es cuestión de reescribir hasta que el editor suelta un “basta, que esto ya huele a yeso seco”?

Y, ya puestos: ¿nos están colonizando las plataformas con historias instagrameables o aquí seguimos firmando novelas como Dios manda, con tinta, neurosis y algún que otro trauma? Si te mueres de curiosidad (o de envidia sana), sigue leyendo. Spoiler: ningún lobo solitario salió herido en la elaboración de este bloque].

Decís que escribir juntos es como ser “mellizos literarios”. ¿Qué tiene Susana López Rubio que complementa tus lagunas creativas, y viceversa? ¿Alguna vez os habéis sorprendido robándole una idea al otro sin remordimientos?

Al escribir Susana y yo juntos, nos asemejamos a esos ídolos o dioses hindúes que tienen una cabeza y cuatro o seis brazos. Llevamos tantos años trabajando juntos que pensamos igual. Nos gustan las mismas películas, series y novelas, nos reímos de los mismos chistes o memes, y, sobre todo, odiamos las mismas cosas, que es lo que más une en esta vida. No hace falta robarnos ninguna idea porque, muchas veces, las tenemos simultáneamente los dos, o, si uno comienza a desarrollar una idea, el otro le toma la palabra y la termina, leyéndole casi el pensamiento. De hecho, en todos estos años, nunca hemos discutido mientras escribimos.

Susana López Rubio y Javier Holgado
Susana López Rubio y Javier Holgado. Imagen cortesía de FDV.

Escribir una novela a cuatro manos es raro en literatura, pero común en guion. ¿Exige la novela más compromiso emocional con la voz narrativa?

Efectivamente, sabíamos que, en guion, funcionábamos como un equipo perfectamente integrado. La incógnita era si en una novela, que tiene una voz que marca por completo la narrativa y el estilo de la historia, sucedería lo mismo.

Como cuando escribimos para televisión, hicimos una escaleta o estructura de la historia, determinando lo que tenía que pasar en todos los capítulos de la novela. Una vez con la historia y la trama perfectamente construida, nos íbamos repartiendo los capítulos que nos apetecía escribir. Y, la primera vez que los juntamos, comprobamos que la voz del narrador era exactamente la misma, que no se diferenciaban los capítulos de cada uno, hasta el punto de que tanto nuestra editora como nuestras familias son incapaces de decir cuál ha escrito cada uno.

En guion, el equipo es clave; en novela, el escritor suele ser un lobo solitario. ¿Os costó adaptar esa mentalidad de sala de escritores a la intimidad de un libro? ¿Qué os enseñó el otro formato?

No nos costó demasiado porque la estructura, los giros, los personajes, los diseñamos juntos, como cuando tramamos nuestros guiones. Y, luego, al juntar los capítulos que escribíamos por separado, pulíamos lo que no cuadraba, que eran gazapos de contenido más que de estilo. También es verdad que, en los guiones, cuando escribíamos las acotaciones de las acciones y las situaciones, ya usábamos un estilo literario para que no fuese tan arduo de leer para los analistas de la productora o de la cadena. En la novela era hacer lo mismo, pero ¡elevado a la enésima potencia!

Decís que vuestras novelas y guiones son “capas de yeso y pintura”. ¿Cuándo sabéis que una escena o un personaje está terminado? ¿Es intuición, atenerse a la fecha de entrega o algo más abstracto, como en la pintura?

La suerte, o la desgracia, de los guionistas de televisión es que tenemos una fecha de entrega, que suele ser muy inmediata, por lo que debemos acertar con las capas de yeso y pintura a la primera. Es, precisamente, esa presión la que nos impulsa a escribir y a perfeccionarnos en tiempo récord. Es, a la vez, algo estresante, pero también muy estimulante, ya que, como diría Hércules Poirot, nuestras pequeñas células grises se ponen a trabajar al máximo para obtener el mejor resultado posible… Es una especie de crossfit o de maratón mental.

En MAKMA, se dedica espacio a la expresión artística tradicional sin dejar de lado los multimedia y medios asociados a nuevas tecnologías. ¿Creéis que las plataformas como Atresplayer están redefiniendo la literatura al exigir historias adaptables, o la literatura sigue siendo territorio libre?

Sigo pensando que la literatura sigue siendo territorio libre. Es verdad que muchas de las series que se estrenan son adaptaciones literarias, y que muchos autores escriben sus libros pensando en su posterior adaptación audiovisual, pero, como se puede ver por el ingente número de libros publicados a diario, el océano de la narrativa escrita es inmenso, por el que pueden navegar muchísimos libros.

Javier Holgado. Perdiendo el juicio. Festival de Málaga
Javier Holgado y Susana López Rubio (centro) junto a parte del equipo de ‘Perdiendo el juicio’ en el Festival de Málaga. Imagen cortesía de la productora.

[Hablemos de festivales, de los que te dejan ir en zapatillas y en los que te obligan a lustrar los zapatos. El pasado noviembre, conocí a Javier Holgado en Gran Canaria, en LPA Confidencial, un festival de novela negra donde, como en todos los de su especie, el glamour se mide en pinta o caña. Allí, entre crímenes literarios y risas en el paseo de Las Canteras, descubrimos que la novela negra sabe mejor con cholas y camiseta. Pero ahora, en el Festival de Málaga, Javier se codea con trajes de etiqueta y cámaras que piden poses de portada. Descubramos cómo sobrevive un guionista acostumbrado a escribir en pijama a un evento donde hasta el aire huele a laca].

En la alfombra roja del Festival de Málaga, donde el glamour y los zoom de los fotógrafos son ley, ¿improvisasteis un guion de supervivencia, tipo cómo sonreír sin congelarse en pose, o confiasteis en el aquí te pillo, aquí te mato de la experiencia televisiva? ¿Algún look del evento os inspiró para un futuro villano fashionista en vuestras ficciones televisivas o noveladas? Y la pregunta que nos quema: ¿algún fashion victim de pasarela malagueña os inspiró para crear un asesino que mate… ¡con una corbata de seda!?

Como buenos guionistas, no desfilamos por la alfombra roja, eso se sigue reservando para las caras conocidas de la serie, para los actores que han encarnado a nuestros protagonistas. A nosotros nos siguen escondiendo en una caja y nos sacan para escribir, como al tarado de ‘Pulp Fiction’, o Anne Igartiburu en la fiesta de Nochevieja de los Javis antes de salir a dar las campanadas. Y la verdad es que lo agradezco; no soy persona de hacerme muchas fotos y, siempre que salgo posando, arruino la fotografía.

Con respecto a los fashion victims…, la verdad es que no vi un look que despertara mi lengua viperina, la gente estaba muy contenta de presentar sus proyectos, y se respiraba el buen rollo entre todos. Claro que para eso son actores y actrices: puede que disimulen muy bien las ganas de asestar un puñal por la espalda a tu rival.

¿Nos puedes adelantar algo sobre tus próximos proyectos?

Ahora mismo hemos enviado a imprenta nuestra nueva novela, escrita, por supuesto, a cuatro manos con Susana, ‘El misterio de la turista que murió dos veces‘. Es el nuevo caso de Lucio Garza, el forense investigador de ‘El asesino de los caramelos de violeta’, y estamos felices con ella.

Por otro lado, en espera de seguir escribiendo temporadas de ‘Perdiendo el juicio’, en el caso de que funcione, claro, estamos ya preparando nuestra siguiente serie, que, si sale, va a ser un bombazo espectacular. No puedo adelantar mucho salvo que… es el proyecto con el que he soñado escribir toda nuestra vida.

El misterio de la turista que murió dos veces. Javier Holgado y Susana López Rubio

Para cerrar, un consejo para sobrevivir a un juicio mediático, otro para escribir trastornos obsesivos… y otro para no perder el juicio trabajando en tres proyectos a la vez.

Para sobrevivir a un juicio mediático, lo mejor es no mirar las redes durante unos cuantos días. Afortunadamente, las críticas y los comentarios sobre ‘Perdiendo el juicio’ han sido muy buenos, pero, de haber sido malos, no soy de los que aprenden de una mala crítica; al revés, les doy importancia y me hundo en la miseria. Así que, si los vientos soplan en contra, me tomo unas vacaciones temporales en todos mis perfiles. Afortunadamente, me ha sucedido en muy raras ocasiones, así que, en ese sentido, no me puedo quejar.

Con respecto a los trastornos obsesivos, nos ha servido toda la documentación que hemos encontrado al respecto, conversar con gente que lo tiene diagnosticado y, también, revisar todas las ficciones que lo han tratado. Y la máxima ha sido siempre el respetar a las personas que lo sufren, y dar una versión no tan paródica del mismo, como se ha hecho en otras ocasiones.

Y, para terminar, no pierdo el juicio trabajando en tres proyectos a la vez. O, por lo menos, no mientras los escribo. Pero sí que me da un síncope cuando, una vez terminados, echo la vista atrás y pienso en cómo he sido capaz de hacerlo. Cuando estás inmerso en ellos, uno no es consciente de la presión a la que sometemos a nuestra cabeza… Pero, como te he dicho antes, es la droga que tiene escribir para televisión. ¡Espero no sufrir una crisis, como Amanda! Y, si la sufro, aprenderé a reinventarme, como ella hace.


Coda

Javier Holgado, el hombre que escribe a cuatro manos (y piensa a tres velocidades), nos deja con un regusto a caramelo envenenado y diálogos afilados. Entre cozy crimes con sabor a violeta y abogadas al borde de un TOC, ha demostrado que el crimen no entiende de formatos: se cuece igual en una novela que en una serie, con la misma pasión por lo imperfecto. Y si algo hemos aprendido hoy es que, en su mundo, el verdadero misterio no es quién mató al camarero, sino cómo logra dormir con tantas voces en la cabeza (la de Susana incluida).

Mientras las plataformas exigen historias instagrameables y los festivales piden sonrisas de catálogo, J. Holgado sigue ahí, repartiendo capítulos como si fueran naipes y recordándonos que, al final, lo único que importa es perder el juicio… con estilo.

Así que, querido lector, guarda esta entrevista entre las páginas del primer caso de Lucio Garza mientras esperas por el siguiente, que no tardará en llegar a las librerías. Por si las dudas: igual encuentras una pista para resolver tu próximo drama existencial. O, al menos, para reírte un rato. Porque como diría él: “La vida es un guion sin deadline. Y, si te atragantas, siempre quedan los caramelos”.