‘Llévame a casa’, de Jesús Carrasco
Seix Barral, 2021
Pocos escritores hubieran salido indemnes del éxito que obtuvo Jesús Carrasco (Olivenza, Badajoz, 1972) con su primera novela, ‘Intemperie’ (2013), con la que obtuvo un aluvión de premios, traducida a 28 idiomas, adaptada al cine por Benito Zambrano y con una versión en cómic.
Carrasco superó el desafío de haber marcando un listón tan alto y tres años después publicó ‘La Tierra que pisamos’, Premio de Literatura de la Unión Europea. A un ritmo pausado pero firme, acaba de publicar en Seix Barral, la misma editorial de sus anteriores títulos, ‘Llévame a casa’, un relato que ahonda en las relaciones familiares en torno al deber de los hijos de cuidar de sus padres.
“A ‘Intemperie’ solo puedo darle las gracias”, reconoce Carrasco. “Si ha habido algún efecto negativo por su publicación, soy yo el único responsable. No haber sabido gestionar del todo bien el cambio que supuso en mi vida profesional, por ejemplo. Ese libro me ha traído muchas cosas hermosas. Mi vida se ha ensanchado”.
A diferencia de sus dos anteriores novelas, que se desarrollan en una atmósfera indefinida, ‘Llévame e casa’ se sitúa en un tiempo y en un lugar concretos: un pueblo imaginario cercano a Torrijos y el verano de 2010. La muerte de su padre obliga a Juan, que trabaja en un botánico de Edimburgo, a regresar a casa para asistir al entierro. Su idea es retornar tras una semana o diez días, pero las circunstancias le obligan a quedarse para hacerse cargo de su madre enferma. Con este planteamiento Carrasco aborda un tema de candente actualidad.
“La vejez no debería ser ningún problema para la sociedad”, apunta. “Pero tengo la sensación de que en el tiempo que vivimos, en el que el capitalismo parece ser la única regla, las personas mayores han sido apartadas del foco por ser improductivas. El capitalismo le pone alfombras rojas a los que alimentan la máquina y le retira hasta el saludo a aquellos que ya no le sirven”.
El retrato de la familia de Juan, una familia tradicional a la antigua usanza, “de las que ya quedan pocas”, le sirve para brindar un homenaje a la generación de la posguerra que sacó España de la miseria.
Cada generación debe superar sus propias barreras. ¿Superaremos la crisis de la covid? “No me cabe ninguna duda. Si hemos salido del atroz siglo XX, podremos con esta pandemia. No me voy a aventurar a imaginar un futuro a largo plazo porque todo cambia muy deprisa y cualquie predicción que yo pueda hacer será, casi con toda probabilidad, errónea. A medio plazo, de esto estoy seguro, se nos presentará un abanico de problemas derivado de la crisis climática”.
La memoria y la muerte son temas esenciales que Carrasco aborda con su característica prosa depurada con la que se recrea en la descripción de atmósferas, paisajes y objetos que cobran pleno sentido en el relato.
“Todo lo que no es este preciso instante, es memoria. Lo que pasó esta mañana y hace treinta años. También lo que imaginamos y lo que esperamos del futuro. En cuanto a la muerte, la afronto sin ganas. Siento que tengo mucho por hacer todavía. Cuando imagino el momento de mi muerte, me viene a la memoria la última escena de la película ‘Salvar al soldado Ryan’. En ella el protagonista, ya anciano, le pide a su hijo que le confirme que ha sido una buena persona, que ha vivido plenamente. Esa es mi muerte deseada: aquella en la que sienta que he aprovechado el regalo de la vida que he recibido”.
Por encima de la diversidad de argumentos existen dos puntos comunes en sus tres obras: la detallada descripción del ambiente rural y una prosa precisa y contenida, fruto de largas horas de escritura. “Trabajo mucho sobre los textos ya escritos”, reconoce el autor. “Intento, en cualquier caso, que ese trabajo no termine asfixiando la historia. Es decir, un exceso de pulido puede desdibujar lo que uno quería decir. En ocasiones la potencia de una página se deriva de su espontaneidad, no de su perfección técnica”.
Propicio en sus textos a rescatar palabras en desuso, deplora el empobrecimiento del lenguaje, aunque admite que “buenos y malos hablantes los ha habido siempre y los seguirá habiendo”. Al margen de eso, considera que el conocimiento profundo de la lengua es “la mejor consecuencia de eso que llamamos educación. Una persona que es capaz de expresarse plenamente en diferentes registros, que puede llevar su uso del lenguaje hasta el más sutil de los matices, es más capaz de comprender lo que le rodea, de relacionarse con el entorno y, por tanto, de adaptarse mejor. También es más capaz de apreciar la belleza. El totalitarismo, en un sentido contrario, suele expresarse por medio de gritos”.
¿Veremos ‘Llevame a casa’ en la gran pantalla o alguna plataforma audiovisual? “Que esta novela se lleve al cine no es algo que esté en mi mano. Tiene que ser alguien que domine ese lenguaje el que perciba que el texto contiene una historia cinematrográfica. En principio, es una narración concebida para ser leída. Si alguien cree que puede aportar algo llevándola al cine, por supuesto me encantaría. Me gustó mucho la experiencia con ‘Intemperie’”, concluye Jesus Carrasco.
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