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Cartel de la Semana Santa de Sevilla 2024, de Salustiano García
¿Se ha enterado del último atentado religioso con una imagen? Es increíble, ¿cómo se puede mostrar al redentor de esa manera tan armoniosa y obscena? Su rostro, gesto lánguido y anatomía detallista y voluptuosa solo incitan al pecado; no veo belleza, veo lascivia…
¡Ay!, ¡disculpen!, me he equivocado algunos siglos, esta polémica es del XVI y el blasfemo fue Benvenuto Cellini con una escultura de Jesucristo crucificado, totalmente desnudo, como Dios lo trajo al mundo.
Menos mal que el mármol está en España y siempre se ha expuesto tapando sus genitales con una tela blanca. “Censura púdica”, lo llaman.
La verdadera controversia tiene que ver con la Semana Santa de Sevilla y su cartel, encargado al pintor Salustiano García. Basado en un lienzo hiperrealista, muestra al mesías casi desnudo, con potencias y un paño de pureza oriundos, sobre un fondo liso rojo intenso con la rotulación en una letra serif decorativa. Según el autor, que ha usado a su hijo de modelo, es “joven, como metáfora de la pureza, y bello, porque belleza y bondad son la misma cosa”.
El conjunto, sin duda llamativo, no es habitual, pero tampoco resulta extraño, a pesar de su tratamiento moderno.
Tras su presentación el día 27 de enero, un encendido debate alrededor de la obra ha crecido de forma exponencial –viral–, incluyendo una petición que pide su retirada, “ya que no representa en absoluto la fe, los valores cristianos, la tradición y el fervor religioso de esta ciudad”.
¿Pero qué es lo que resulta incómodo?, ¿la técnica, la estética, la composición, la personificación?, ¿quizá la autoría o el tipo de letra? Subamos al DeLorean de ‘Regreso al futuro’ y viajemos breves pero raudos por la iconografía religiosa y la realidad histórica.
Además del crucifijo de Benvenuto Cellini, otros artistas, como Zurbarán, Miguel Ángel o Rubens, han encarnado con atrevimiento a Jesucristo desnudo o casi desnudo, algo habitual, empleándose, asimismo, otros puntos de vista, como el de Monet, o una estética poco ortodoxa, como la de Bramantino. También, en el arte moderno, Picasso, Vincent van Gogh o Francis Bacon lo han hecho de una manera rupturista y heterodoxa.
En manifestaciones laicas, son muchas más las polémicas, censuras y denuncias relacionadas con la apropiación de imágenes y símbolos religiosos que, con frecuencia –especialmente, en diseño y publicidad–, suplen la falta de talento e ideas con una provocación huera en muchos casos: Jesús Vázquez en la portada de Zero, Extremoduro en su disco ‘Yo, minoría absoluta’, Madonna en la revista Vanity Fair o Scalpers con su campaña ‘Rebelde se nace’.
Hace casi 18 años se publicó esta portada sin ningún problema, hoy incomprensiblemente, han condenado a un chaval a pagar una multa por algo parecido,
— Jesús Vázquez (@_JesusVazquez_) February 8, 2018
Qué ha pasado con la Libertad de Expresión en nuestro país?😡😡https://t.co/ZnHJGXo7cs pic.twitter.com/a0a2GLF5f2
La historia nada nos dice sobre la apariencia real de Jesús. Los Evangelios solo citan su edad, 30 años. Un estudio forense sobre los judíos de la época determinó que tenían el cabello y los ojos oscuros, la piel muy morena y que eran bajitos –1,60 metros de media–; tendrían una fisonomía muy similar a los actuales judíos iraquíes. En la epístola de los corintios, el apóstol Pablo escribe: “Es una deshonra para el hombre tener pelo largo”.
Con toda probabilidad, el Hijo de Dios fue un morenazo sin melena que tallaba corto. Incluso pudo tener michelines, la nariz chata o una incipiente papada.
Como escribe André Leonardo Chevitarase en su libro ‘Uma outra história, Jesus de Nazaré’, es en el Imperio bizantino cuando se le representa por primera vez con barba y pelo largo, a semejanza de los reyes y emperadores de la época. En siglos venideros, las corrientes artísticas occidentales, cada vez más naturalistas, asumieron esa imagen, consolidando una percepción que poco tuvo que ver con la auténtica y que el mundo católico interpreta como válida: la de un hombre blanco, alto, atlético, con ojos claros, barba y cabellos largos, castaños y ondulados.
La escenografía tampoco se salva: las crucifixiones se realizaban con hombres y mujeres totalmente desnudos, con más frecuencia en estructuras en forma de ‘T’ y no de cruz, atando las manos y no clavándolas, y el final de los cuerpos solía ser mucho más truculento.
Nada es lo que parece, “el arte no es una cosa sino un camino”, dijo el escritor, artista y filósofo Elbert Hubbard, conjeturo que transitando emociones y sensaciones, y con mucha interpretación en la mochila.
Volviendo al trabajo polemista, podrá gustar más o menos, por supuesto. Pero han sido tan diversas las figuraciones, tan dispares y fabuladas, con una estética tan similar y frecuente en la imaginería de esta conmemoración, que es difícil ver en el cartel un atentado contra los sentimientos religiosos, porque, en esencia, es lo mismo que ya hemos visto otras muchas veces: una figura idealizada, sensual y dramática, poco histórica, que interroga al espectador.
Quizá, lo molesto sea la personificación en un sujeto real que te puedes cruzar por la calle, una licencia que tal vez no se perdone al artista. A la vista de los comentarios, se percibe cierto conservadurismo, frecuente en la plástica popular festivo-religiosa y que dicta el uso incuestionable de una representatividad cercana y dada por buena, calcos anclados en el acervo común: queremos casi lo mismo de siempre, pero no como pasó de verdad, y si es de nuestro repertorio, mejor; mismas grafías, recursos y técnicas, con ligera tolerancia estética.
Ésta otra, en la que un niño con el torso desnudo y el culo en pompa lee «las once mil vergas», novela erótica inspirada en el Marqués de Sade me da ganas de matar gente. pic.twitter.com/nXuFkkkSCF
— Manoletina (@manoletinayole) January 27, 2024
La mayor parte del debate se centra en una lectura sexual –homosexual, más bien– con ataques al autor, especulaciones sobre sus gustos a este respecto y con interpretaciones polemistas de sus obras anteriores, otra vía para un sinfín de opiniones contrapuestas que añaden más candela.
Aleluya. Además de todo esto, se ha obrado el milagro de la multiplicación del presupuesto de marketing, granjeándose la fiesta, con la fiesta, una visibilidad que hubiera costado millones de euros, sin menoscabo de la efectividad. ¿Dejaría por esto de visitar la Semana Santa sevillana?
Creo, cada vez más, que en todo documento de Excel para planificar estas cosas hay tres casillas con los epígrafes ‘polémica’, ‘viralidad’ y ‘memes’, que ya circulan también. Reserven cuanto antes sus billetes, es una ciudad maravillosa y una efeméride espectacular.
En cualquier caso, “bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).
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