#MAKMAArte
‘Donde habita el silencio’, Jesús Tarruella
Comisaria: Felisa Martínez Andrés
‘Arte en la Casa Bardín’
Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert
Casa Bardín
San Fernando 44, Alicante
Hasta el 24 de marzo de 2023
La fotografía protagoniza el concurso anual que convoca el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, ‘Arte en la Casa Bardín’, de la mano del profesor y artista alicantino Jesús Tarruella y su exposición ‘Donde habita el silencio‘.
Durante más de treinta años, Tarruella ha fotografiado edificios y demás conjuntos industriales, tanto de la provincia alicantina –por ser él nacido en Villena– como en otros territorios más alejados. En la muestra pueden verse las copias generadas de su serie, ‘Arquitecturas Perdidas’. Imágenes que, principalmente, se distinguen por los encuadres milimétricos, composiciones pausadas y el absoluto protagonismo de una estética industrial que nos aproxima a un pasado relativamente reciente.
Jesús Tarruella expone su trabajo más personal. Un trabajo en el que se rastrea parte de su trayectoria basada en resaltar el aspecto documental de la fotografía para mostrarnos el patrimonio agroindustrial y el legado arquitectónico de una época externa a las nuevas tecnologías actuales. Como explica Felisa Martínez, comisaria de la muestra: “Se trata de revivir la memoria histórica más reciente mostrando al mismo tiempo la facilidad con la que el artista transciende los cánones del documentalismo fotográfico, así como una visión conceptual y un lenguaje cercano al del conocido como nuevo paisaje”.
A través de una serie de copias de fotografías realizadas recientemente –excepto algunas que datan de los 90–, se genera un recorrido expositivo que deja huella en la mirada al ir reconociendo fachadas, detalles… Lugares que, en general, remiten a un instante en concreto: una visita, un paseo, un encuentro casual o una simple mirada fugaz. En ocasiones, el paisaje industrial pasa desapercibido, se mimetiza con nuevas estructuras y cae en el olvido: cae en ese silencio pesado al que hace referencia el título de la muestra.
El gran formato hace que apreciemos los detalles: los grafitis, los desconchados, los escombros o la falta de piezas en algunas maquinarias… El artista no trata de esconder esos elementos que transmiten el abandono, lo que también genera una identidad casi simbólica. Una realidad que dirige lo real hacia una nueva y casi extraña materialidad. Así, a través de la fotografía y una técnica ejemplar, donde trabaja una frontalidad característica y busca el enmarcado casi perfecto, demuestra la importancia de salvar estas inextinguibles estructuras.
Hay en la muestra, además, una pieza de video donde quizá no se logra identificar el lugar, pero sí el tipo de arquitectura. Las imágenes se suceden hasta llegar a un frenesí. El ritmo y el movimiento de dicha sucesión, que va aumentando y acelerando, parece establecer cierta similitud con el ritmo singular de una fábrica cualquiera…
Así, nos lleva a reflexionar sobre la pérdida de valores, en concreto las del paisaje patrimonial que nos rodea, y las consecuencias de una España vacía y despoblada en zonas rurales. También existe cierto romanticismo en ese interés por la ruina histórica y su relación con el ambiente y la naturaleza.
Su fotografía, como nos indica Felisa Martínez, podría relacionarse con Asher B. Durand, con C. David Friedrich, en el sentido de equiparar lo panteista y la arquitectura o los ambientes lumínicos de Turner; de este modo, quizá influye su forma de mirar y pasear por el campo con su bicicleta y cámara en mano, escuchar los sonidos y percibir la naturaleza remanente en los paisajes que nos muestra.
En las imágenes de Jesús Tarruella se desprende algo diagonalmente didáctico, y es que este profesor de la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Alcoy ha formado, durante más de treinta años, a fotógrafos importantes como Eduardo Nave, Albert Corbí o Ana R. Leiva. En esa enseñanza velada y a la vez patente, descubrimos a un fotógrafo que nos acompaña en un viaje en el que el patrimonio sirve de instrumento para ensalzar la tríada paisaje-memoria-monumento, y así dejar grabado en la mirada el detalle –ese primer indicio– que nos lleva a ejecutar el recuerdo.
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