‘Joaquín Agrasot. Un pintor internacional’
Comisarios: Ester Alba y Rafael Gil
Organizada por el CMCV y el MUBAV
Museo de Bellas Artes de València
San Pío V 9, València
Hasta el 23 de mayo
El Museo de Bellas Artes de València acoge la exposición ‘Joaquín Agrasot. Un pintor internacional’, en recuerdo del primer centenario de la muerte del artista alicantino. La muestra, de carácter itinerante, empezó su recorrido en el Museo de Bellas Artes de Alicante y permanecerá en la ciudad de València hasta el 23 de mayo, finalizando su ciclo expositivo en Castellón.
Esta exposición, que pretende recordar y redescubrir a tan célebre artista; nos muestra a un Agrasot longevo, curtido, plurifacético o, como bien se diría en estos tiempos, todoterreno, intentando devolver el esplendor a este gran olvidado del arte valenciano, natural de Orihuela, que, coetáneo de otros grandes nombres como Sorolla o Zuloaga, acabó representando un papel secundario, cubierto de etiquetas que hoy intenta desquitarse.
Un pintor encasillado en el naturalismo y el costumbrismo a pesar de que trabajó –y con gran maestría– un amplio abanico de géneros, entre los que se encuentran el desnudo, el paisaje, el retrato o las naturalezas muertas. Agrasot se alza en esta exposición como un dibujante de gran calidad y ampliamente experimentado, algo que podemos ver a través de sus acuarelas.
Según las propias palabras de la comisaria Ester Alba –quien ha asumido recientemente el cargo de vicerrectora de Cultura y Deporte de la Universitat de València, “esta exposición pretende establecer una serie de interrogantes a un artista poliédrico que no obtuvo la relevancia histórica que se merecía.”
¿El porqué de este olvido? Ya en su tiempo, Agrasot era muy apreciado entre sus compañeros. Tanto es así, que ha sido inevitable para los comisarios concebir esta muestra con casi la veintena de obras de otros artistas sin los cuales conocer a Joaquín Agrasot sería una experiencia incompleta.
Muchos fueron los encargos de carácter privado que recibió a través de su marchante de arte y es precisamente gracias a esas muestra donde podemos apreciar el “gusto” y la “estética” de la sociedad pudiente del siglo XIX. Una sociedad de dimensiones internacionales que lo apreció como pintor y profesional y demandó sus obras, haciéndolo acabar, un siglo más tarde, encasillado en el género intimista y el costumbrismo de la sombra valenciana.
Rafael Gil, catedrático de Historia del Arte y también comisario de esta exposición, señala que ‘Joaquín Agrasot. Un pintor internacional’ “reúne un perfil completamente diferente a las mostradas hasta ahora”. El centenar de obras, exhibidas en dos salas del museo, cuentan con algunos trabajos inéditos y que han sido extraídos tanto de colecciones privadas como públicas, haciendo posible un conjunto único y exquisitamente preparado al detalle.
La exposición no sigue un eje cronológico lineal, ya que el discurso de la muestra pretende ir más allá, trascendiendo hacia lo dinámico, y que ha sido posible gracias a diversos diseños y un cuidadoso montaje que hace que el conjunto sea mucho más que unos cuadros colgados en la pared. Junto con esta trascendencia costumbrista de renombre internacional, los comisarios afirman haber querido trabajar, también, otras dos dimensiones: la del pintor galardonado –esto puede verse en las obras de mayor tamaño y de dimensiones menos usuales– y la del pintor que realiza obras asociadas al gusto burgués.
Su mencionada longevidad le permitió tener muchos discípulos –se cree, según las investigaciones sobre el tema, que fueron más de los que se tiene constancia–, destacando, entre ellos, Amparo Roca, una de las más excelentes pupilas del pintor y que se encuentra presente en la exposición con una de sus obras.
La figura de Joaquin Agrasot resurge ahora como un artista que va más allá de cualquier etiqueta impuesta, con un legado arraigado e íntimo al que se le ha dedicado un espacio en esta exposición, donde la vida profesional y personal del pintor conforman un todo.
“Murió pintando”, dice Ester Alba. Disfrutó de su medio de vida y su razón de ser hasta el fin de sus días, dejando una obra inacabada que su hijo, también pintor, dio por concluida añadiendo tan solo una firma y un mensaje. Una obra que pasaría a la historia tanto para la familia Agrasot en su ámbito familiar como para el legado valenciano y español; tan rico y todavía con tanto por descubrir.